Carta Al Viento mezcla bio-ficción con poemas de Alejandro González Félix que nos llevan al momento preciso en el que el autor se convirtió en poeta a través de una historia de infatuación, obsesión y un amor que raya en la locura, de palabras bellísimas, y una entrega por parte de Sebastián de Oteyza, que en la piel del mismo Alejandro, siente cada palpitar ilusionado y cada herida de un corazón quebrado de una manera indudablemente ultra sincera.

En la misma obra se comenta y es algo rotundamente verdadero: hay muchas obras de arte sobre las cuáles no sabemos cómo fue que llegaron a suceder, qué las inspiró, o cuáles son las historias que culminaron en su creación. Habrá algunas que podamos intuirlo, pero ciertamente no de todas, o tal vez no certeramente. Alejandro González Félix es un autor vivo, y su hermana, Sandra Félix, y el actor Sebastián de Oteyza aprovechan su relación con el poeta, para construir Carta Al Viento, un relato que bien podrían ser sus memorias ficcionadas, poetizadas y escenificadas, que nos regresa a la década de los 90 y al amor intenso y ansiolítico que lo llevó a comenzar a escribir poesía.

Carta Al Viento

Mucho sucede en un restaurante de comida española de mariscos en Ciudad de México: el Cantábrico, donde Alejandro ve por primera vez a Julen bajando las escaleras y queda inevitable e ineludiblemente enamorado de él. No enamorado. Enamoradísimo. Sin realmente conocerlo. De modo que a partir de ese momento busca razones para regresar al restaurante y pretextos para poder hablar con él, que poco a poco lo llevan a crear una especie de mínima relación con el hombre que es varios años menor que él y que mantiene su vida privada escondida de forma enigmática.

Carta Al Viento

Pero lo poco que Julen le ofrece a manera de gestos dulces y detalles que para Alejandro son enormes resultan suficientes para que dentro de él comience a crecer la ilusión de lo posible. De su pluma comienza a estallar poesía, primeramente repleta de versos románticos, pero conforme la desesperación por ver la situación con Julen estancada, el amor de Alejandro se va decantando en una obsesión que poco a poco lo va llevando a tomar una serie de decisiones y movimientos sumamente cuestionables, y sus páginas también se llenan de versos dolorosos y una prosa que se vuelve su terapia para desahogar, sin tener idea que eventualmente lo llevará a convertirse en autor publicado.

Carta Al Viento

La hermosura del texto de Sandra Félix y Sebastián de Oteyza consiste en que mezclan la narración de un pasaje real con la poesía literal del mismo González Félix, aliando verso con momento en una dramaturgia que no sólo resulta bellísima en cada palabra, pero que sitúa muy claramente la pieza de arte acompañada del instante del que surgió. Nuevamente, un privilegio atípico que no se le puede otorgar a todos los escritores. Y consiguen, incluso en medio de metáfora y ritmo, involucrar su propio dictado que es el que da un toque emocionante y conmovedor a la aventura entera, y nos permite estar al filo del asiento con una historia de amor platónico que va creciendo hasta lugares inesperados.

Carta Al Viento

Ahora, cierto, esta es la visión de Alejandro de un momento de arrebato de su propio corazón, y por tanto nuestro protagonista está delineado en una nube de romance y el tipo de emoción desatada que llevaría a un poeta a estrellarse contra un muro a trescientos kilómetros por hora, pero en toda realidad y haciendo a un lado la bruma de poesía hermosísima, Carta Al Viento no tiene a un soldado del amor al frente del unipersonal, sino a una persona que perdió los cabales en un momento de poca madurez emocional y que bajo todo estándar de consentimiento terminó actuando de formas nocivas, definitivamente no aceptables bajo el escudo del todo sea por amor. Que la obra sea un pedazo de teatro encantador, no hace de su relato uno de romance, y eso quisiera dejarlo claro.

Carta Al Viento

Mucho de lo que cautiva de esta anécdota intensa es la interpretación del mismo Sebastián de Oteyza, que aborda desde un lugar indudablemente sincero al personaje. Otorga realidad al relato porque lo vive en presente, y se suelta a las emociones desde la absoluta rendición. Durante los primeros momentos de la obra, en los que Alejandro apenas va conociendo a Julen y se porta como niño de secundaria incapaz de vocalizar palabra frente a él, Sebastián hace espejo de este tipo de crush platónico de forma tiernísima y francamente carismática. Uno no puede evitar sonreír viéndolo leer señales y planear estrategias, sabiendo que sí, los enamoramientos lo hacen a uno futurizarse desde lugares incomprensibles. Reconociendo en su sonrisa, en su sonrojo, nuestros propios momentos de movida de tapete.

Carta Al Viento

Y conforme el torbellino de su propia creación va avanzando, y las heridas de frustración comienzan a ser visibles, Sebastián toma los poemas de Alejandro González Félix y no los declama, los vive. Enteritos. Le da sentido a cada palabra armónica, los pinta en el aire, en sus ojos, en sus palabras. Verlo trabajar desde ese lugar de verdad es realmente es apasionante.

Como directora, Sandra Félix no hace en realidad circo, maroma y teatro, mucho lo sitúa en la mesa del Cantábrico, nos regresa una y otra vez al visual del restaurante, que para Alejandro es finalmente una especie de Olimpo. El barco de su Capitán. El capitán de meseros. El Capitán de los Siete Mares. Y lo hace de forma frontal. Es él con nosotros como un amigo confesor. Con lo que más juega de formas no sólo preciosas pero puntuales y vocales es con la iluminación. Un diseño de Philippe Armand que además de crear cuadros bellos sin necesidad de extravagancias, toma las palabras en el texto para encenderlas con luz. Para encontrar la manera de presentarnos su flor de cerezo, por ejemplo. O la intimidad en dos manos que se tocan para estrecharse. Y sus destellos lateral nos transportan de manera mágica a un invierno en las calles de España.

Carta Al Viento

De pronto Carta Al Viento pareciera una carta de la misma Sandra, del mismo Sebastián a su Alejandro González Félix. Al hombre que fue y a la poesía que soltó al mundo, y ese detalle tan personal le da un sentimiento a la puesta imposible de ignorar. Y repito, aún cuando es fácil entender a Alejandro como un hombre que perdió el control, la dramaturgia que lo observa sin juicio a partir sólo de su propia emocionalidad, le acaba dando un caracter empático a toda la obra, y finalmente suspirable. Una pieza hermosa por las ganas de ser hermosa con un equipo que la trabaja con la delicadez con la que uno toma una flor y le va arrancando los pelatos pensando que nos puede predecir algo sobre el amor que tal vez nos toca… tal vez no.

Carta Al Viento se presenta lunes y martes a las 8:00pm en el Foro la Gruta del Helénico.