Un lunes que pareciera repetirse, una tina que es como una jaula, un amor que se convierte en dolor, Destello recorre un abismo melancólico explorando como un corazón lastimado y una cabeza que no lo comprende se pueden volver una tortura digna de purgatorio, en una puesta ultra estética de visuales neón lejos del cliché pasteoloso, y una pareja gay que en tiempo presente no puede decir que está libre de los prejuicios y peligros que llevan aquejando a las personas queer desde hace décadas.

No es sencillo escribir de Destello (Remembrance Monday) tan abiertamente como uno quisiera. Michael Batten, dramaturgo, eligió cuatelosamente en qué momento ir desentrañando una trama que, en toda medida, al inicio pareciera una maraña de poca claridad, que salta en tiempos, regresa, recompromete y confunde, pero para el final encaja a la perfección para hacer sentido. Pero, claro, en el proceso, el campo está minado de spoilers que el espectador tiene que descubrir como la obra está planteada y batallar junto a aquel protagonista, para llegar al centro de un drama que se ha guardado cartas para sorprenderles. Y no puedo ser yo quién se los exponga, Pero trataré de pintarles un panorama.

Destello, obra de teatro

Metido en una tina, que a momentos pareciera un lugar seguro y a otros una trampa de ratón, Julio (Pablo Perroni) ve a su esposo, Carlos (Alejandro Oliva) arreglarse el pelo para salir al cumpleaños de un amigo que, sabe, no es una perita en dulce. Pero no son celos los que lo impulsan a pedirle que mejor no vaya al festejo, es otro tipo de duda e instinto. Carlos lo reconforta amorosamente pero se niega a cancelar sus planes, y Julio queda nuevamente solo en su tina. Una escena que durante el transcurso de la obra veremos repetirse varias veces, no idéntica, sólo similar. Un lunes que sigue regresando.

Destello, obra de teatro

En destellos de un pasado que nos transporta a instantes precisos de la relación entre Julio y Carlos terminamos por entender que Julio es un hombre profundamente inseguro. Ha batallado toda su vida con un problema de dismorfia corporal, habiendo bajado muchos kilos, pero aún sin sentirse atractivo o valioso; y Carlos no podría estar más enamorado de él, aún cuando es verdad que la monogamia que Julio anhela pudiera no ser su ideal dentro de una relación. Finalmente una pareja que a todas leguas pareciera tener amor, comunicación y comprensión suficiente para sobrevivir en el difícil mundo de las fugaces relaciones gay.

Pero estos flashbacks no se sienten del todo sólidos. Parecieran de pronto distorsionarse. Las luces parpadean, Julio mira a su alrededor confundido, Carlos no parece notarlo, el lunes en la tina regresa a la escena, se repite… pero no tal cual, la inseguridad es cada vez más presente, la ansiedad se vuelve recuerrente y es notorio que algo está pasando. Algo no está del todo bien.

Destello, obra de teatro

Michael Batten toma algo que es muy real y pocas veces tratado sobre el hombre gay: la obsesión con el cuerpo perfecto, la juventud, lo exhibible. La impuesta sobrevaloración de una estética hegemónica que pide de la persona un cierto modo para funcionar dentro de su comunidad. Socialmente hablando, románticamente hablando, que si analizamos en su entereza pudiera tener sus bases en el mismo lugar que la misoginia, pero esa es otra téssis completita. Una comunidad hiper-sexual y en gran medida voyeurista, que devora primero con la mirada y asume juicios en base a lo que ve, priorizando estética por encima de sensibilidad, y que claro, en muchos hombres, de todas las edades, y de varios contextos, ha provocado dismorfia que lleva a distintos tipos de desórdenes alimenticios y traumas de guerra.

Destello, obra de teatro

Julio no se cree merecedor de ser amado y así se lo han hecho saber antes, y es representativo de mucha gente queer allá afuera, que también por temas de homofobia interiorizada no termina por encontrar el valor propio y la seguridad en ellos mismos que los puedan llevar a toparse con un amor honesto, un amor bonito, un querer por encima del sexo. Carlos ofrece eso, y siendo él mismo una estatua griega, no puede del todo empatizar con la ansiedad tal vez auto-inflingida de Julio, pero tampoco le suelta la mano. Pero Carlos también es representativo de otras muchas personas lgbtq, que entendiendo la monogamia como parte de una dinámica heteropatriarcal, se niega a regirse por preceptos que no lo representan y es perfectamente capaz de separar el amor del sexo. Cosa que no todo mundo puede, pero él pide.

Destello, obra de teatro

De modo que es cierto que las personas lgbtq no sólo cargan con un histórico problemático, de pronto violento, que viene de afuera. Pero a eso le han sumado nuevos dilemas que cascadean hacia el interior y que se vuelven una pelea diaria y constante. Destello toma ambas burbujas, la de adentro y la de afuera, y las hace chocar para recordarnos que como personas lgbt aún tenemos un largo camino que recorrer antes de poder sabernos a salvo y seguros en su propia piel. Y que así como hay mucho en el exterior de nuestra burbuja aún representativo del odio que no ha dejado de ser tema en 2025, también hay bastante que resolver de cómo nos percibimos a nosotros mismos para poder construir relaciones sanas y amorosas, y psiques libres de cargas.

Destello, obra de teatro

Sebastián Sánchez Amunátegui, director, toma el texto y presenta una escena que nos confronta desde lugares inteligentes. Lo primero que hace es cuidar esa estética, la limpia y le presenta tal como la idea aludida del hombre gay, cuidadísima. En un tono gris, como una piedra que ha ido perdiendo su color, cosa que para el final de la obra hace total sentido con lo que vemos, y la ilumina junto al diseñador Isaías Martínez desde estos neones y colores brillantes y chillones que asociamos con la fiesta. Con el antro, el lugar de encuentros, el exceso, el cruising, la falta de límites, y ante todo la burbuja. Ahí donde nos sentimos libres y seguros porque los problemas se quedan afuera. Y hace de Destello no sólo preciosa y emocionante de ver, cuadro tras cuadro, pero además un perfecto símbolo del consistente ignorar del hombre gay los problemas que prefiere dejar afuera y lejos de su vista.

Destello, obra de teatro

Más allá de contexto y significado, el diseño de iluminación en Destello es definitivamente el elemento que da vida y fuerza al montaje en muchos sentidos. Es bonito, sí, pero también es preciso, y hace mancuerna con el sonido para ir creando momentos, ofreciendo pistas, desmoronando aquello que tiene que desmoronar, y oscureciendo lo que ya no tendría por qué permanecer en luz. Isaías Martínez consigue hacer de la iluminación el más elocuente cuadro de lo que el texto tiene para plantear, que jamás descuida un escaparate que se mantiene siempre bello.

Y aún cuando no hay desnudos completos, sí son varios los momentos en ropa interior de ambos actores que parecieran jugar con algún tipo de erotismo, pero que en esa desnudez se enfrentan constantemente con el fantasma de la inseguridad, la vulnerabilidad de bajar el escudo que representa la ropa. El discurso que corta la pasión para preguntarse si en verdad todo está bien. Y en hacerlo pareciera retarnos a inhibir la obejtificación. Nos pide a nosotros, público, no observar la escena desde el claro atractivo visual, sino a enfrentarnos con la capa que viene debajo y que es todo menos sexy. Es oscura y dolorosa.

Destello, obra de teatro

Y hace lo mismo con Julio. Porque ahí donde sería fácil para él ocultarse, que sabemos que prefiere hacerlo porque en la única escena que tiene una chamarra pachona, ahí donde se presenta con Carlos por primera vez queriendo mostrar lo menos de él posible, no para de querer taparse más y más con ella, lo obliga a estar encuerado y sin defensa, también una especie de infierno personal, que en este lunes que sigue regresando, pareciera castigo griego. Y es entonces sinónomo de la confianza y amor que siente por Carlos, el que con él pueda estar libre de ese peso representado por la ropa, y al mismo tiempo, constante enfrentamiento, que Destello, como obra, pareciera no querer soltarlo ni un segundo hasta dejarlo devastado.

Destello, obra de teatro

Pablo Perroni presenta un trabajo a leguas comprometido con Julio. Y termina por ser él mismo como actor uno más de estos símbolos de Sánchez Amunátegui a la obra. Porque finalmente a Pablo se le conoce por su seguridad, se le conoce como un hombre a gusto con su cuerpo y sin necesidad de ocultarlo, y que sea él, al que ahora se nos pida ver bajo una luz opuesta cuando se quita la ropa, tiene ya de entrada algo ingeniosamente confrontativo. Y ya dentro del personaje, Pablo Perroni termina esa misma transformación, y nos regala un trabajo vulnerable y emocional tan distinto a lo que le conocemos, dentro y fuera de escena, sumamente lleno de detalle y de brazos abiertos. Pablo no se guarda nada y es absolutamente la médula ósea de Destello.

Que además, quizá de forma fortuita o inconsciente, al ser emparejado con el altísimo Alejandro Oliva consigue un visual perfecto y preciso, al hacer de Julio un ser pequeño y tragable, aún cuando sabemos racionalmente que no lo es, que en presencia de Carlos pareciera hacerse chiquitito para dejar que él lo abrace y lo proteja de todo mal. Pero no al revés. Y en esa unilateralidad hay algo agudo para cuando termina la obra. Y, repito, tal vez el visual no fue inicialmente intencional, pero con este cast es sencillamente ideal.

Destello, obra de teatro

Oliva, por otra parte, se sostiene mucho más en un carisma natural, pero no termina de indagar en lugares más profundos. Y es cierto que desde el texto, Carlos es un personaje con menos capas, cuyos pensamientos e intrusiones no conocemos de la forma en la que conocemos los de Julio, pero Alejandro lo entiende mucho más como un hombre tierno, simpático y romántico, que dibuja sólo desde esos lugares donde alcanzamos a ver perfectamente por qué Julio se enamoró de él, pero nunca nos permite acercarnos lo suficiente para realmente saber quién es. Y esa distancia pone un bache de por medio donde Carlos sólo existe a partir de Julio (que en muchos sentidos tiene toda lógica), pero así como las pinturas que el personaje retrata terminan por ser pinceladas en un lienzo más plano.

Destello, obra de teatro

Destello no es el sensual y caluroso montaje gay que tal vez pudiéramos creer que es cuando vemos el poster sin mayor entendimiento. Y que bueno que no lo es. Porque puestas queer sin mayor argumento que terminan por ser pretexto para ver actores con poca ropa, tenemos más que suficientes. Destello es un drama anclado a un suspenso constante que prepondera el regresarnos los pies a la tierra, ahí donde tantito afuera de la burbuja, la gente lgbtq, que a veces nos convencemos de vivir en un mundo más evolucionado listo para abrazarnos, hemos avanzado pies donde ilusionamos haberlo hecho kilómetros, y el mundo sigue teniendo muchas maneras de rompernos el corazón de forma cruel e injusta. Destello nos recuerda que aquí hay amor, hay comprensión y lugares seguros, y conviven al ladito de aquello que es capaz de despedazarnos.

Destello se presenta jueves, viernes, sábados y domingos en Foro Lucerna.