Las Meninas se topan con la complicada tarea de llevar los 700 años de la Ciudad de México a una obra de teatro de dos horas, iniciando desde 1325 y hasta el presente, y consiguen salir airosas repletas de datos curiosos y chismes antiquísimos, en un nuevo episodio en Teatro Milán que se siente como un merecido regreso al formato más basico de Meninas, en el que la tertulia y el conocimiento histórico eran primeramente el hilo conductor de la comedia, y ya luego venía todo lo demás.
La nueva temporada de Las Meninas dedicada a la celebración por los 700 años de la Ciudad de México es un definitivo back to basics para ese trío de aristócratas novohispanas. A un tiempo, incluso previo a su llegada al Teatro Milán, donde su servidumbre era mínima y la producción acotada, y por tanto su montaje estaba cimentado ante todo en la plática, la mera y refrescante charla como de tías tomando un tecito en la sala, en la que salía a relucir de manera cautivante el basto conocimiento histórico de su creador y actor, Luis Huitrón.

Y es que no podía ser de otra forma. ¿De qué otra manera hubieran podido resumir 700 años de historia verdadera, compleja, diversa y apabullante sino saltando de anécodta en anécdota en una noche total de chismecito histórico que más allá de las intervenciones crestomeninescas pudiera tener a las tres Meninas titulares, Bárbara, Cecilia y Alma María al centro de la narración en convivencia coloquial con su público? Que es finalmente el ombligo del cuerpo que hoy conocemos como los jueves en Palacio de Ibarguenguer.

Y no me malentiendan, claro que se juega con sketches y números musicales, aunque también de manera refrescante y emocionante, ahora las canciones parodiadas no provienen de musicales, sino del cancionero popular y artistas como Juan Gabriel y Yuri (el número de «El Apagón» dedicado a la inundación que devastó México en 1629 es una absoluta joya), y recuerdan nuevamente a tiempos en los que Las Meninas no se enclaustraban en melodías de ultra nicho, sino buscaban lo inmediatamente reconocible para un público muy universal. E incluso celebro que para las escenas de recreación en esta ocasión se le haya dado mayor foco a la Vesubia de Norma López, que no siempre tiene tanta oportunidad de demostrar lo hilarante de su humor seco.

En un momento dado del primer acto, Las Meninas se dan oportunidad también de innovar con la aparición de un gigantesco elemento escenográfico nunca antes visto en Palacio. Un carruaje (jalado por Apenino y Herculano, por supuesto) que las lleva a pasear por las calles de una Ciudad de México que hace centenares de años dejó de existir, pero que ellas reconocen por sus recuerdos, cada edificio, cada esquina, y cada familia de abolengo (incluso las que consideran sus rivales), con las que acaban pintando un bello cuadro de un país que ya no nos tocó conocer. De pronto ni en foto. Y es bello poder escuchar de él.

El gran enemigo de la Tía Cecilia, Benito Juárez está de vuelta para atormentarla y darle oportunidad de crear una nueva lista de fantásticos insultos para su némesis ateo, que nuevamente consigue su propio número musical en voz de Pompeyo, y que no hubiera podido faltar en este recorrido de 700 años que finalmente también le da oportunidad a Las Meninas de sacar del baúl de episodios pasados a los fan favorites para una vuelta más en el ruedo.
Anécdotas desde la Tenochtitlan de los Aztecas eregida sobre chinampas y hasta los terremotos de septiembre, el de 1985 y el de 2017, que demostraron la unión de un México solidario, pasando por la creación de colonias como la Condesa, la Roma, y Polanco, y hasta monumentos como los de Paseo de la Reforma, este episodio de Meninas que nunca suelta la comedia, no deja de ser un homenaje inspiracional y muy completo a una CDMX que podrá tener sus asegunes, pero no deja de ser única, legendaria e imponente. E ir a recordarlo de la voz de estas tres criaturas históricas resulta tan emotivo como simpático.

Un capítulo en el libro de Las Meninas que de algún modo logra evocar nuevos relatos, aún cuando transita por lugares que nos resultan conocidos a los que llevamos siguiendo a este trío desde hace más de 10 años. No se repite, no redunda, lo que tiene para contar es enteramente novedoso, y como siempre sorprendente bajo esta capacidad muy única de este serial teatrero de escarbar entre los secretos mejor escondidos, olvidados, o simplemente poco relatados de la historia para desenterrar curiosidades que nunca dejarán de hacerte sentir, como mexicano, que te falta tantísimo por terminar de conocer a tu país. Y qué ganas de seguirlo haciendo.