Un recorrido interactivo por todo aquello nocivo que ha dejado a su paso la palabra «normal», un adjetivo que nos hemos encargado de volver juez al punto de segregar a todo aquél que se salga de sus estrictas líneas dibujadas sólo en la imaginación del colectivo social. ¿nOrMaL? es una experiencia teatral emocionante para abrazar tu anormalidad y recordarle a lxs niñxs que se baila más bonito cuando cada quién lo hace a su manera.
Cuánto daño nos ha hecho la palabra «normal». Que en realidad es un descriptivo tan abstracto, tan subjetivo, tan… insultante cuando así lo deseamos. Un término pensado para hablar de lo habitual, sólo en términos de estadística en realidad, que hemos convertido en rigor de vida. Una lista de reglas y estatutos del presunto estado natural de las personas que acaba siendo usado a manera de cajita donde el que termina por no acomodarse o caber, no pasa a la siguiente categoría, que quizá tendría que ser «atípico» o «minoritario», pero salta directo a «bicho raro», y es entonces motivo de burlas, violencia y aislamiento.

¿nOrMaL?, de entrada una experiencia teatrera muy completa dividida en varios segmentos, ilumina sobre el ridículo de pretender hegemonizar a las personas en ambitos como lo estético, lo intelectual, lo social y hasta lo normativo al género. Y lo hace a partir de un tour interactivo por el 77 Centro Cultural Autogestivo, personajes sumamente entrañables y una música que te transporta como en túnel hacia un lugar donde lo normal es lo diferente, y lo diferente… sigue siendo diferente y motivo de desacreditación, pero hay una esperanza. Una vivencia de ésas que te mantienen esperando lo que sigue, pataleando de impaciencia ante lo que la compañía tiene preparado en esta colección de escaparates que te dejan celebrando las diferencias que te hacen único.

Llegando al teatro el público es dividido en tres grupos: el rosa, el azul y el blanco, cosa que eventualmente cobra razón de ser, pero en un inicio todo mundo pasa al auditorio para comenzar con la historia de una escuela llena de criaturas poco ordinarias para nuestro entendimiento humano. Piensen en personajes de un universo Nickelodeon, con muchos ojos, varias cabezas, piernas y brazos para regalar, y gustos que en el puritito estilo de los Locos Addams se recargan en lo tétrico y perverso para hacer de ellos su divertida rutina. Aman comer gusanos, por ejemplo, y la música sobre mocos. Son distintos a nosotros, pero «normales» entre ellos.

Hasta que la escuela recibe a una nueva alumna, y es una persona con dos ojos, una nariz, una boca, dos brazos, dos piernas, un cerebro escondido en un cráneo, vaya, una persona como cualquiera acá afuera, que no allá adentro, interpretada por un actor con Síndrome de Down. Y los alumnos inmediatamente le dan la espalda. No la entienden. Pero antes de que podamos descubrir cómo hará esta personita para congraciarse con su mundo hostil, tres mujeres en pelucas rosa, azul y blanco le piden salir a los grupitos, ahora sí separados, y comienzan un recorrido por la casa, entrando a distintos cuartos donde se nos presenta una escenita, que ya nada tiene que ver con la escuela, pero sí con este tema roñoso de la normalidad.

Un cuarto está dedicado a sanar el significado de las palabras que han sido usadas como armas en nuestra contra. Entramos a una lavandería, con cubetas de agua y trapos colgados en tendederos. El hombre que nos recibe ha sido estigmatizado con la palabra «tonto», hasta un punto en que se lo ha comprado todo, y ya no se cree capaz de hacer las cosas, porque como le han dicho, es tonto y no puede. Pero la solución está en sus manos. Escribir la palabra en tela y luego lavarla en agua hasta que se desvanezca. Quitarle el poder a la palabra inútil que alguien más impuso. Y permitirnos a nosotros hacer lo mismo.

El segundo cuarto es una locura, dos cirujanos nos reciben para contarnos la historia de los conceptos de estética a través del tiempo, y los distintos tratamientos de terror que se han seguido en algunas épocas y culturas para poder ser apreciados desde la belleza facial y corporal. Y recordarnos de una forma muy simpática y didáctica que los cánones de belleza no son algo per se «normal», siempre han sido dictados desde lo social y lo colectivamente aceptado, que además va evolucionando de acuerdo a lo mediático. No hay nada de instintivo en ellos.

El tercer cuarto es quizá el que tiene más encanto y potencia, especialmente porque no requiere palabras, es enormemente visual e inteligente. Dos personas, un hombre y una mujer, batallan con estereotipos impuestos de género en una récamara que es mitad rosa de un lado, mitad azul del otro, y está repleto de esos objetos que uno esperaría ver en un cuarto de niñas y otro de niños, y que se nos ha dicho desde el inicio de los tiempos, que sí, también las cosas, los gestos, los movimientos y las actitudes son propias de uno u otro género y no deben ser transgredidas. Este cuarto nos recuerda que todos somos personas más allá de nuestros genitales, y aquello que nos gusta o nos hace sentir vivos no tiene por qué atenerse a ninguna regla de género cuyas normas no podrían ser más anacrónicas.

El último cuarto es la habitación que le pertenece a Ricardo Selmen, el actor con Síndrome de Down que fuera del personaje de Camila (la nueva alumna de la escuela) nos ofrece una pequeña mirada a su vida, su rutina, su gusto por usar vestidos, su disgusto por las miradas juiciosas o desaprobatorias, su pasión por los videojuegos y el rechazo que le provoca el ruido. Un claro ejemplo de cómo la visibilidad y representación importan en este tipo de proyectos. El permitirle a las personas contar sus propias historias, haciéndolas significativas desde la experiencia y no la mera representación.
Dos veces más regresamos en medio de este tour al auditorio para continuar con la historia de la escuela, donde los alumnos no pueden ocultar su emoción por el toquín de una estrella pop que siguen como si fuera su diosa, y donde finalmente han logrado que Camila cambie todo de ella para parecerse a los demás y ser aceptada, aunque eso implique dolor, incomodidad y más importante aún, haber hecho a un lado todo lo que la hacía ser ella, que era importante, único y honesto.

¿nOrMaL? es una pieza enormemente recursiva. Un pozo sin fondo de creatividad para Micaela Gramajo y Daniela Arroio (dramaturgia y dirección) que resulta cautivadora al punto de lo inspirador. Todo, desde el diseño del vestuario, las máscaras y pelucas de los alumnos de la escuela a cargo de Ana Jacoba Bellido (también autora del cómic que inspira la obra); la composición musical de Pablo Chémor, que recuerda a esa caricatura noventera de Beetlejuice y al mismo tiempo tiene un claro sabor propio a peculiaridad; la personalidad de cada cuarto donde el tema de la obra es puesto sobre bandeja de plata pero una vez colocado se nos permite a nosotros desenmarañarlo, sin ningún tipo de forzamiento o reclamo, y hasta la forma en la que toma la estructura del teatro para deconstruirla y hacer con ella un objeto nuevo cuya configuración es del espectador para descubrir y disfrutar.

Si hablamos de experiencias para infancias que puedan realmente capturar la atención de lxs niñxs, haciéndolos por completo parte lo que están viendo con toda la mente y todo el cuerpo, ¿nOrMaL? está ahí para dar cátedra de pedagogía e ingenio. Es un juego constante que nunca pasa por bobo o vanal. Toma lo ligero de la comedia, lo lúdico de la fantasía, lo intrigante del misterio, lo primordial del reconocernos y aceptarnos, y hace con eso un cocktail vibrante y repleto de cosas por descubrir, que más allá de un viaje como por tobogán en un caleidoscopio colorido y cándido, es un transitar por la frustrante sensación de no pertenecer, para salir del otro lado entendiendo que a este mundo no vinimos a encajar como piezas geométricas de lados lisos, sino a dibujarnos con las formas irregulares y asimétricas que nos hacen únicos y especiales, para complementar un panorama donde nadie realmente es tan lineal como se nos ha dicho, y ahí está lo bello del asunto.
¿nOrMaL? se presenta sábados y domingos a la 1pm y a las 5pm en el 77 Centro Cultural Autogestivo.