Un catártico e intenso montaje, con Vértebra, Felipe Alfaza exorciza los recuerdos de una madre crítica y violenta en un acto performático lleno de humor, valentía, vulnerabilidad y ensoñación del que atraviesa la sensibilidad de un autor e intérprete que mantiene al público colgado de cada palabra, cada movimiento espasmódico, y utiliza la fuerza del escenario como terapia para él… y para quien quiera sumarse.

Vértebra es una colección de objetos, momentos, escenas y recuerdos. Como ver dentro de una cajita que no se ha abierto en mucho tiempo lo que alguien guardó ahí para la posteridad, o tal vez por miedo a volverlo a enfrentar, o quizá porque al inconsciente le gusta mantener lejos lo que duele y estorba. Luis Alcocer, director de la puesta, entiende lo que es asomarse a la cabeza de Felipe Alfaza para hacer con este collage una experiencia, y no un mero unipersonal de caracter terapéutico y anecdótico. Dotarlo de impacto y potencia.

Vértebra, obra de teateo de Felipe Alfaza

Pero sin duda al centro de todo esto, la columna vertebral, si es que la obra necesitara de más metáfora óseas, está Felipe Alfaza, un actor que se había negado a ser actor, perseguido por el recuerdo de una madre déspota y cruel, que nos presenta al títere que su psicóloga le ha recomendado que use para enfrentar aquello que no ha podido con su mamá, para traer a escena el trauma de su infancia y volverlo pieza de teatralidad pura. Un acto de absoluta desnudez (para el final de la obra de pronto literal) que le implica confrontar frente a los ojos de una audiencia el daño de un pasado que queda expuesto como herida abierta, y al mismo tiempo como un sueño bizarro y lúdico.

Vértebra, obra de teateo de Felipe Alfaza

Porque de algún modo la madre que nos presenta en forma de manquí tétrico es Vértebra y no mamá. Una invocación fársica que no puede sino ser un fantasma crecido de una persona real, como una sombra vista en la pared de dimensiones desproporcionadas, pero finalmente proyección de algo que existe y existió. Entonces Vértebra es una caricatura, y el montaje un acto de performance con farsa y exuberancia que a Felipe le sirve como un túnel hacia sus memorias que ya no son ni realidad ni ficción, pero algo intermedio.

Vértebra, obra de teateo de Felipe Alfaza

De hecho, después de un primer momento que se nos presenta más como un acto interpretativo casi danzado, Felipe toma el micrófono para dirigirse al público sin mayor máscara, él siendo él de manera agradable, amigable y simpática, para exponer que Vértebra pertenece a sus sueños. Tal vez a sus pesadillas, y que el unipersonal que nos va a presentar habita en ese mismo universo. Lo que procede es una colección de momentos clave. Aquellos que se quedan clavados como astilla que hay que sacar delicadamente y que pertenecen a variados años de sus tiempos formativos. La puesta es un constante irlo conociendo, y más importante, irlo entendiendo.

Vértebra, obra de teateo de Felipe Alfaza

Este ávatar de su mamá, una ex actriz ensimismada, es el primero en hacerlo sentir insuficiente, en dirigirse hacia él con insultos homofóbicos constantes y utilizar la culpa para manipularlo emocionalmente. Él, un niño que sólo quiere bailar y cantar como Britney Spears e ir al cine a ver Harry Potter, que en un descuido de una madre que está más pendiente del debería ser que del es termina en manos de un productor predador que acaba abusando de él a los 13 años. Felipe Alfaza, tal vez como mecanismo de defensa, tal vez porque así somos las personas, o tal vez en nombre del teatro, involucra mucho de comedia en todo esto que tiene que contarnos. No para diluirlo, pero sí logrando esquivar lo auto re-victimizante y presentando sus daños ahora a modo de esquizofrenia escénica, pero escénica nada más.

Vértebra, obra de teateo de Felipe Alfaza

Luis Alcocer (que colaboró también con Felipe en el texto como dramaturgista) accede a esta colección de instancias desde el frenesí y lo ansioso. Finalmente Felipe Alfaza acepta haberle puesto Vértebra al títere porque es ahí donde le duele su mamá, en las vértebras. Entonces Alcocer lo quiebra. Lo deshuesa, de algún modo, haciendo de Felipe su propia versión exagerada y explosiva, que rebota, se mueve y baila, incapaz de encontrar piso. Excepto cuando hace la voz de su madre y se para detrás del maniquí para, de manera muy estóica, y usando solamente las manos confrontar el lado contrario que es inamovible.

Vértebra, obra de teateo de Felipe Alfaza

En una escena, también a cargo de Alejandra Vega en escenografía, que nos regresa a ese sueño recurrente del que habla Felipe. Un tablero de ajedrez, que aprendió a jugar muy joven con la mentoría de un hombre alcohólico, y del que él en efecto pareciera ser el caballo que no se mueve de forma líneal hacia atrás o adelante, pero salta con su propia ley, y con un vestuario de Sergio Mirón que retoma aquello queer de lo que Vértebra tanto hacía burla para hacer de Felipe una figura andrógina que nunca en realidad terminó de dejarse abatir por su madre, pero abrazó su homosexualidad muy a su pesar.

Vértebra, obra de teateo de Felipe Alfaza

Felipe termina desnudo, sudado, bañado en un aceite de color sangre y leche (quizá el líquido más cercano a la idea de mamá) como habiendo cruzado por una batalla sin más armadura que su capacidad de reírse de él mismo y entenderse como un ser en proceso de sanación. Y dejándonos a nosotros público con la sensación de haber compartido con él algo íntimo, personal y vulnerable que ahora nos toca guardar para él como si nos hubiera contado un secreto susurrado al óido. Aún cuando en realidad lo gritó, sí, pero ante unos cuantos privilegiados. Y lo bailó, y lo escupió y, con suerte, lo barrió. O lo terminará de barrer.

Vértebra, obra de teateo de Felipe Alfaza

Vértebra es un acto precioso de teatro no convencional. Uno que nos permite acercarnos a su autor y entenderlo desde muchos lugares. Abrazar y apreciar. Conscientes de que para él es una lucha contra el miedo para poder agradecer que se nos ha hecho parte de algo tan frágil. Finalmente una no ficción en un cuadro ficcionado que nunca para de ser álgida, intensa, disruptiva y provocativa, al tiempo que se acurruca en la imagen estética y la palabra con sentido del humor para permitirnos vivir algo que jamás se siente engimático o lejano, pero logra transitar hacia lo personal y humano. Como una plática sin filtros con un amigo extrovertido que ha tomado buena terapia y demasiada cafeína.

Vertebra se presenta los miércoles a las 8:00 pm en Teatro el Galeón del CCB.