Una farsa entre lo isabelino y el camp queer que busca hacer ácida referencia al sistema político, el abuso de poder, el abuso sexual, el capitalismo y la ambición desde la Corte Real de un Rey que es un franco niño testarudo e imbécil, y dos lacayos con razones muy distintas para desear asumir una posición de poder como la mano derecha de su gobernante.

En un Reino sin nombre ni lugar, el Rey Arturo (no ese Rey Arturo) está buscando a su mano derecha en vez de concentrarse en la guerra por petróleo que aparentemente tiene sumido a su territorio en la desgracia y la pobreza. Dos lacayos buscan conseguir su gracia, uno para obtener el poder económico que pueda darle sustento a su familia, y el otro para recuperar su status aristócrata perdido por su padre.

Ambos se enfrentan en una batalla de ambiciones que los hace pasar por momentos indignos y absurdos y que inevitablemente recuerdan a The Favourite de Yorgos Lanthimos, pero que no logran conseguir la simpatía y potencia de la película que le diera un Oscar a Olivia Colman en 2019.

El texto de Alan Blasco (quien también actúa como uno de los lacayos) sufre de ingenuidad. Ahí donde sus dos protagonistas debieran pelear desde el ingenio y la inteligencia, ambos combatientes batallan desde lo burdo y lo fortuito, utilizando la poca perspicacia de su Rey para salirse con la suya de maneras simples y con pocos giros de tuerca.

Las referencias son increíbles y El Predilecto impacta desde el primer momento con su estética queer y su sentido del humor negro. Claro que las tragedias de Shakespeare, como Titus, parecen influir en el texto (y el diseño escénico) de Blasco, que busca dar una lección a sus tres antiheróicos protagonistas, pero se queda corto al momento de cimentar los momentos que van a dar cabida a su final como una estocada.

La idea del afeminamiento de sus tres protagonistas tiene una lógica histórica que recuerda a la delicadeza de los aristócratas en tiempos de pelucas blancas y chapas rojas, y el absolutismo exagerado hasta el ridículo del Rey Arturo sin duda hace referencia a Luis XIV y su famosa ley de vida: «Yo soy el Estado», pero más allá de una mera estética o alusión, Alan Blasco toma la decisión de hacer de su Rey una franca figura gay, más concentrado en querer besar a sus dos posibles futuros empleados que en realmente poner a prueba sus habilidades. Y aunque funciona como herramienta para señalar la mancuerna entre el abuso de poder y el abuso sexual, termina por debilitar el concepto queer que funciona tan bien como parodia al político de hoy en día, heredero de la monarquía de antaño, berrinchudo, infantil, inmaduro, indeciso e incoherente que manda a «comer pastel» al pueblo, y termina por parecer un poco gratuito.

Más allá de eso, las risas no faltan. Javier Ibarreche domina el escenario como el Rey Arturo y desde sus bases en comedia de stand up crea a un personaje absolutamente encantador, que ilumina cada escena en la que aparece y se roba momento tras momento, desde que pone a sus lacayos a cuidar a su pez Floppy y hasta que pretende desmayarse para recibir respiración de boca a boca. Cada diálogo lo suelta con absoluta simpatía y desempacho, y notoriamente disfruta de su momento sobre las tablas. Tanto así que incluso se extraña su presencia cuando sale de escena y se vuelve una necesidad para la audiencia.

El diseño escénico, vestuario e iluminación son los otros ladrones de miradas. Pese a que vienen de un lugar sencillo y no tan opulento como quizá al mismo Rey Arturo le hubiera gustado, el encencido rosa que ilumina desde atrás el escenario, la corona fosforescente de Ibarreche, el maquillaje cabaretero de Blasco y los looks andróginos y sexys de todos vuelven a El Predilecto un festín visual digno de un baudeville entre lo contemporáneo y lo burgués al que no le sobra ni le falta jotería.

El Predilecto definitivamente tiene algo que decir, y lo hace desde sus colores y su comedia en farsa, y aunque el texto pudiera ser más preciso, la crítica se asoma por los rincones y termina por funcionar como un proyecto entretenido, arriesgado y simpático para pasar un buen domingo recordando que la caricatura política no requiere tiempo ni espacio porque tristemente en todos lados se cuecen habas.

El Predilecto se presenta hasta el 17 de Octubre en el Teatro La Capilla, los Domingos a las 18:00 horas.