Del folclor mexicano y un franco sabor a leyenda jarocha, La Maizada cuenta la historia del nacimiento y aventuras del Santo Niño del Maíz, una figura mitológica que trajo alimento a estas tierras cuando más lo necesitaban, a través de máscaras, música y la inclusión de personajes tan simpáticos como llamativos que hacen de esta obra para toda la familia un verdadero viaje a un tiempo místico y a una era de brujos y dioses.
Los griegos pueden hablar de su Odiseo, su Hércules, sus Argonautas; los cristianos tienen la historia de Moisés huyendo de Egipto; en China se habla de Sun Wukong, el Rey Mono, todos sobre los cuales se han hecho libros, películas, series de televisión, un mundo de ficción basado en esas leyendas antiquísimas de cada región. En México esos relatos nos sobran, y sin embargo nuestro trabajo de ficción no pareciera reflejar la rica y extensa cantidad de mitos y leyendas que conforman el folclor mítico mexicano y prehispánico.

De ahí que ya de entrada da gusto que La Maizada sea una obra de teatro basada en relatos orales de la comunidad zoque-popoluca, habitantes de la zona sur de Veracruz, que siendo ellos mismos agricultores explican cómo llegó el maíz a estas tierras, desde la absoluta fantasía, y la creación de una especia de demi-dios que no sólo proveé de alimento a un México que hace del maíz su centro, pero también va dotando de características esenciales a los animales de la región, que en tiempos primordiales -cuenta la leyenda- se veían muy diferentes.
La Maizada nos recibe con un árbol al centro. Una imagen sumamente universal que pareciera evocar al árbol de la vida, pero también a la vegetación selvática de una región muy verde. A la izquierda, un trío toca música con un excelente Kaleb Oseguera en la batuta, pequeña orquesta que conforme va pasando la obra va haciendo mayor mancuerna con el montaje hasta formar por completo parte del cuadro, pero que en un primer momento pareciera acompañamiento en forma de overtura.

En el espacio de ficción los actores muestran las caras cuando forman parte del ensamble que invoca las distintas imágenes de este mundo que ya no nos tocó conocer, y se arman con una variedad de máscaras en cuanto se transforman para dar vida a los distintos personajes que conforman la leyenda. Y vaya que se transforman porque todos y cada uno de ellos consigue a partir de una caracterización sencilla y artesanal construir personajes muy completos, desde la voz y hasta el movimiento, llenos de carisma, y con una clara historia detrás.

En una tierra hambrienta una madre da luz a un bebé para el que los dioses tienen planes magníficos. Pero primero tiene que machacarlo para convertirlo en grano y finalmente hacerlo huevo. Un huevo que es otorgado a un gigante bobo para que lo tenga cuidado. Pero dado que el cascarón esconde poder y un regalo divino, dos brujos de malas intenciones engañan al gigante para robarlo y empollar ellos mismos al que pretenden sea su propio hijo. Pero el Niño del Maíz nace con otras intenciones. Él tiene claro que su deber es alimentar al mundo, y no pretende darle ningún tipo de sumisión a sus raptores.

De modo que con ingenio y engaños logra escapar de las garras de sus persecutores para comenzar una odisea que lo lleva a conocer a todo tipo de seres cuyos encuentros van formando el mundo que conocemos, desde la lengua bífida de la lagartija y el caparazón del armadillo, y hasta la forma del trueno, lo abrasador del fuego y la piel granosa del sapo. Una aventura digna de héroe mitológico que responde a pequeños y grandes enigmas de nuestra tierra desde la capacidad mágica y el mito que da emoción pensar que pudiera ser verdadero.

Más allá de un relato que bien podría ser contado al calor de una fogata y desde ahí sería entretenido, adaptado y modernizado por David Olguín que incluso responde a la pregunta, ¿cómo nacen los políticos? de una manera muy graciosa; La Maizada se vuelve una fiesta de colores gracias al trabajo de sus directores, Sheyla Carolina y Lucio Giménez Cacho, que toman la estructura del viaje del héroe y hacen con ella teatralidad pura. No sólo a partir del juego de máscaras que le permite a los actores divertirse como francos camaleones, pero usando músicos y ensamble para crear atmósfera e ilusiones desde un lugar que viene del juego y de la capacidad del teatro para hacer mundo sin necesitar más que de cuerpos.

Se respira un aire colaborativo y no dejan de ser Santiago Alfaro, Felipe Alfaza, Inés Buxadé, Diego Guitrón, David Juan Olguín Almela y Abril Ramos los que prestándole corporalidad y catacterización a los seres de esta tierra llenan cada escena de algo entrañable. Una bruja que camina dando saltitos, un gigante que muere de cosquillas, una vetusta iguana que apenas si puede arrastrarse de fatiga, cada uno de ellos memorable, pero es el Santo Niño el que finalmente nos lleva a sus espaldas, iniciando como berrinchuda y ciertamente sádica criatura y transformándose lentamente en un maduro sacrificio. Una figura de blancos y negros que da gusto seguir en una travesía que no puede sino ser tumultuosa.

Aún cuando Sheyla y Lucio muestran cierta inspiración y referencias a otras culturas, hay algo de griego en el uso de su coro, y de japonés en las máscaras de los brujos, su vestuario, sus pasitos, La Maizada es en realidad un trabajo que transpira mexicanismos. Pasajes de la historia están contados en conjunto con sones jarochos que revientan en Teatro el Milagro para llenarlo de aire alegre, y hay incluso un momento en el que el Niño del Maíz se enfrasca en una batalla de coplas. Se puede viajar a esta Veracruz que no es la que conocemos, pero sí delínea lo que pudo haber sido en un pasado remoto, y voltear al cielo para ver aves tropicales del paraíso volando como bailando como enviados de los dioses a esta región de fauna y flora brillante.

Cierto, porque no podemos negarlo, que para una obra en matiné dirigida a un público de todas las edades, incluyendo niños, la duración de la puesta pudiera no ser la más óptima para los más pequeños, porque cortita no es; pero es fácil ver por qué esta compañía ya consiguió premios en el FITU (Festival Internacional de Teatro Universitario) de la UNAM. No deja de ser un trabajo al que se le nota la propuesta y la intención de contar algo épico desde la escala contenida, pero bella, creativa y vibrante. Una leyenda que podemos apropiarnos como nuestra, de acá, que se pone a la altura de los mitos populares para decir esto somos y de aquí venimos, que hace festivo homaneja a nuestro suelo y nos crea la ilusión de un Olimpo propio de seres magnánimos que no necesitan pasaporte de otros lados.
La Maizada se presenta sábados y domingos a la 1:00pm en Teatro el Milagro.