Marcelo Treviño usa la frustración, el coraje, la impotencia que se vivió con el inicio de la epidemia de SIDA en Después de Peter, un texto que transita el duelo de un hombre que acaba de perder a su pareja, en una sociedad cuyo rechazo ha sido alimentado por el miedo y repulsión hacia una enfermedad, en los 80’s percibida como un cáncer exclusivo de la comunidad gay, y el pretexto ideal para la segregación.
Después de Peter encuentra la manera de viajarnos a una Nueva York y una década ochentera sin mayor necesidad de mucho disfraz. No es en realidad una caricatura de un Mahattan ajeno y pop, sólo un guiño a un pasado que, en muchos sentidos se sigue sintiendo muy actual, y en otros, ha cambiado muchísimo. El texto de Marcelo Treviño fue ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo Trejo en 2024, y a pesar de estar situado en gran parte en pleno inicio de la epidemia de SIDA consigue hacerse de una historia personal con el relato de David y Peter, una pareja que nunca vio venir el golpe.

La historia empieza una vez que Peter ha muerto. David busca no tanto consuelo, pero quizá distracción en la cama de otro hombre, nada más que un one night stand con el cual no pretende tener mayor conexión de ningún tipo. De Peter sólo le ha quedado la cámara de fotos, una con la que, vamos aprendiendo, Peter solía retratar lo mundano, incluso lo grotesco, en un intento por rescatarles valor.
El texto va saltando temporalmente entre pasado y presente, a inicios de los 80 cuando David y Peter primero se conocen, antes de que el VIH se desatara entre la comunidad gay, y otro vistazo momentáneo más a un pasado aún más distante que los lleva a enfrentarse con su yo niño, con el que siguen cargando. Dos artistas, cada uno con su propio bagaje. Para Peter es su madre, una figura corrosiva y amarga en ese momento hospitalizada que él intenta evitar ver a toda costa; y para David la poca fe en su propio trabajo como artista. Ambos encuentran en el otro el apoyo que necesitan para enfrentar sus demonios y levantarse, mientras David en presente funciona como un narrador que va batallando con el duelo de haber perdido a la única persona que pareciera haber estado en su cancha.

Después de Peter mantiene una sensación de coraje, porque no es tanto melancólica como lo es frustrada. Las escenas en el pasado se arman desde la complicidad. No buscan la cursilería o el romance de novela rosa, sino ese guiño entre dos personas que se entienden de manera inmediata y se reconocen. Mientras el presente esta abatido por una sensación de auto-destrucción en un momento en el que tendría que imperar el instinto de supervivencia. Una sociedad newyorkina reaccionando al hombre queer como una peste, al tiempo que la constante amenaza del SIDA va obligando a la gente a despedirse de sus amigos, y a enfrentarse con la posibilidad de ser el siguiente.

Marcelo Treviño vuelve todo muy personal y se mantiene alejado del amarillismo. Esta no es la historia de toda una comunidad y todas sus pérdidas. Es la de David y Peter. Y mucho más específicamente la de David en un difícil momento de realización ante la pérdida que se vuelve un recordar a este hombre que pudo haber sido perfecto, pero su relato quedó trunco demasiado pronto. José Uriel García Solis, director, viste esta perspectiva de manera magnífica, porque si algo tiene Después De Peter es que es enormemente atractiva.

Cuadro tras cuadro, García Solís nos pinta desde un lugar de mucha estética y mucho estilo la pérdida como algo que se va desbaratando hasta dejar vacíos. Ayudado por el diseño de escenografía e iluminación de Natalia Sedano nos da la bienvenida a un especie de estudio, un espacio que podemos reconocer como el taller de alguien que se dedica a la fotografía, quizá al arte de algún tipo. Luces con softboxes dispuestas como parte de la escena con las que los actores van interactuando, cicloramas y telones montados en tripiés Century, neones, y en general la vibra de un loft de ésos en los que uno vive, come y trabaja porque no hay dinero para mucho más.

El director encuentra formas de armar visuales que en efecto estarían en la cabeza de David o Peter, preciosamente editoriales y pensados para que esa cámara que David abraza entre sus manos porque es el último recuerdo de su Peter haga sentido y se conjunte con el resto de los recuerdos que estamos viendo suceder. Y eso es una de las cosas más magníficas y disfrutables de la obra. Junto con la capacidad de la escenografía de pasar de atmósfera a símbolo conforme la obra se va acercando a su fin y José Uriel García Solís nos va dejando solos con un David al que lo engulle la negrura de una resolución que, como muchas en ese tiempo, no podía sino pintarse oscura.

Antonio Saavedra y Gerardo Gallardo hacen buena mancuerna en sus momentos juntos, aún si la dirección los mantiene de algún modo fríos. Después de Peter no es un romance, de modo que Antonio y Gerardo convencen como cómplices conectados, si bien es cierto que el amor no es forzosamente un elemento de su química ni de la puesta en general. La perspectiva del montaje pareciera querer alejarse de lo meloso que entendemos como amor intenso para reconocer que esas pérdidas de amigos, parejas, compañeros, familias de un tiempo indolente arrebataron relaciones preciosas que no tenían por qué ser de cuento mágico para ser importantes. Aquí, David y Peter son personas antes que ser enamorados.

Lo que inevitablemente hace de la interpretación de Antonio Saavedra, con el que pasamos el mayor tiempo de la obra, algo un poco menos roto y más configurado. A momentos permite que le pasen cosas, especialmente en sus instantes de mayor coraje, pero en otros, la narraturgia toma protagonismo más desde el relato que desde la emoción y la escena toma tintes de anécdota. Después de Peter pareciera habitar en un tiempo y una época que «ya sanó». Y sí, es importante entender que en pleno 2025 el SIDA no se vive ni remotamente similar a cuando los hombres caían muertos por centenas. Hoy no es una sentencia de muerte. Pero la homofobia que a finales de los 80 permitió que tanta gente perdiera la vida en un franco despliegue de falta de interés y rechazo, ésa no ha cambiado tanto en 40 años. Esta es una obra que nos recuerda lo que implica perderlo todo porque a tu mundo no le movió que lo conservaras. Y es ahí donde ha quedado grabada esa fotografía que Después de Peter nos revela con tanta claridad.
Después de Peter se presenta miércoles y jueves a las 8pm en Foro la Gruta del Helénico.