Elena, Teatro Milán 1985, una obra inmersiva creada para tiempos de pandemia con todos los elementos para mantenerte cautivado: suspenso, comedia, presente, pasado, realidad, ficción y un eterno recordatorio de que un teatro es un elemento vivo con recuerdos y fantasmas como cualquier otro ser que respira.

Elena te recibe con los brazos abiertos pero en un grupo de diez personas. Marcado en el piso está el lugar en donde tienes que pararte en el grupo y durante el recorrido igualmente se encuentran marcados los distintos lugares donde te vas a detener o sentar, todo con sana distancia entre la audiencia y también con los actores. Elena no es una obra tradicional. A pesar de que el aforo se permite al 30% en la nueva normalidad, la obra te lleva con tus nueve compañeros en un recorrido backstage del Teatro Milán y el Foro Lucerna para contarte una historia que… pudo haber sido real.

Elena, Teatro Milán 1985

En el Teatro Milán el día del terremoto de 1985 falleció una actriz: Elena. Ella junto con su compañía estaba por montar La Ley de Creonte (obra de teatro que en efecto se estaba montando en ese año en el venio); 35 años después y luego de 6 meses de mantenernos alejados de los teatros por la pandemia, Pablo Perroni, Mariana Garza y María Perroni regresan a al Milán/Lucerna para descubrir que eventos inexplicables están sucediendo en su segundo hogar: un maniquí ha comenzado a aparecer todas las mañanas sobre el escenario del Milán y una extraña melodía a sonar entre los pasillos.

Elena, Teatro Milán 1985

Mientras Pablo Perroni contrata a un detective privado para hacerse cargo del caso, Mariana Garza toma la ruta esotérica trayendo una médium para contactarse con los fantasmas del Milán; mientras la médium se contacta con la compañía que iba a montar La Ley de Creonte, nosotros somos aventados a un torbellino de recuerdos y memorias que se confunden con la realidad y nos cuentan la historia de Elena y de un teatro que en los meros cimientos de su ser ha cargado con las vidas de todos los actores que han pasado por ahí.

Aunque la historia se presta a lo tétrico y taciturno, Joserra Zúñiga (dramaturgo) y Miguel Septién (director) la infunden con un toque de comedia que hace que personajes como el de Ignacio Riva Palacio (alternando con Héctor Berzunza), Salvador Petrola y Anahí Allué brillen en lo que mejor saben hacer: entretener.

Elena, Teatro Milán 1985

Pero al final la obra queda en manos de Aitza Terán (alternando con Gloria Toba) quien se roba las escenas en las que aparece como la fallecida Elena, no sólo como una actriz que no ha conseguido el respeto que se merece sólo porque no tiene la fama de otras que también han hecho televisión, pero cantando una melodía a cargo de Dano Coutiño que la lleva a llenar cada espacio vacío del Milán como si de un recital a teatro lleno se tratara. Y está en ella llenarnos la piel con carne de gallina y dejarnos con un hueco conmovedor en el pecho.

Elena, Teatro Milán 1985

Los espacios del Milán/Lucerna, que usualmente no son visitados por el público, y de hecho para la mayoría, van a resultar completamente desconocidos, y sí con un toque de espeluznante, cobran vida con un diseño de sonido a cargo de Fernando Sisniega, que convierte cada espacio, de un mero cuarto de almacenaje, en una habitación viva dode historias se vivieron y relatos se contaron.

No puedo evitar, sin embargo, pensar que las siete estaciones por las que Elena nos lleva en su recorrido se quedan cortitas al momento de contar una historia que daba para mucho más. Especialmente se siente la ausencia de una última que pueda bajarnos del clímax y cerrar el anecdotario con broche de oro regresándonos a la realidad; pero Joserra decide terminar su historia en el lejano pasado, uno sale de 1985 de regreso a las calles de 2020 de la Juárez y se queda con la sensación de no haber concluido el relato.

Elena, Teatro Milán 1985

En fin, Elena, Teatro Milán 1985, es un encantador recuerdatorio de que el teatro está saliendo del intermedio y regresando a su inevitable segundo acto; de que cuando se tienen ganas de contar historias lo que más sobra es la creatividad (en este caso de Pepe Valdés al que se le ocurrió el concepto); de que, en efecto, el teatro está tan vivo como nosotros y cada pasillo, cada foro, cada butaca, es una vena… una arteria; de que vamos a volver, y ya podemos hacerlo, con toda la seguridad y toda la tranquilidad, y recibir en manos tan necesitadas de entretenimiento presencial una historia que en cualquier otro contexto jamás hubiera sido contada. Elena es una buena obra, pero más que eso, es un regalo para todos nosotros los teatreros que ya anhelabamos con el alma volver a respirar historias que el formato digital simplemente no ha sabido reemplazar, y en ese sentido, es lo mejor que me ha dado el 2020.

Elena se presenta de jueves a domingo en el Teatro Milán, a partir de las 19:00pm funciones cada diez minutos.

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