Un grupo de detectives amateur, un joven desaparecido, cholos, policías, fiestas de quince y muchas, muchas cucarachas dan como resultado una comedia divertida y más importante, enormemente regiomontana en La Historia Del Chico Que Quiso Volar Con Alas De Insecto, un trabajo que nos llega desde Nuevo León, con cuatro actores que se entregan de lleno a la creación de múltiples personajes sin mayor pretención que pasar un buen rato en el teatro.

La Historia Del Chico Que Quiso Volar Con Alas De Insecto es de esas obras donde uno puede notar a la compañía pasándosela bien en el escenario. Es irreverente, es surrealista, y es ligera, pero más interesante aún, es profundamente regia. Una obra que nos transporta a una Monterrey repleta de coloridos personajes, y un léxico no tan clasificación A muy norteño, donde un roto encuentra a su descocido en una historia donde las cucarachas no son la plaga que tantas veces tenemos en la cabeza, sino símbolo de resistencia, supervivencia y hasta amor.

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Samuel, un tipo sinceramente patético que pareciera llamar de manera constante el infortunio desaparece sin dejar mucho rastro. Cuatro de sus… conocidos, porque amigos no son, deciden que van a tomar el caso como detectives principiantes para averiguar exactamente qué fue lo que le pasó. Lo que los lleva a una travesía en la que van descubriendo que Samuel se metió en todo tipo de desgracias para conseguir ir a la fiesta de quince de su enamorada, una que ni le había visto la cara antes, pero lo conocía por los susurros de una cucaracha, y que su desaparición pareciera estar relacionada con una serie de personajes inciertos con los que chocó en sus últimos días previos a su ausencia.

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Daniel Gutiérrez (director y dramaturgo) aprovecha lo histriónico de su compañía, compuesta por los actores Alex Estrada, Andrea Cortés, Diego de Lira y Jennifer Peña Ramírez para llenar su montaje de farsa y caricatura al momento de crear a los múltiples personajes que dan humor, color y vida a esta historia. Y ahí encuentra la fortaleza de la obra. Aún cuando el texto cae en inconsistencias y huecos que de pronto complican el que una secuencia se ligue con la que sigue, la creación de personajes de todos los actores es simplemente tan divertida que uno no puede esperar por ver qué más van a sacar del sombrero.

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Un par de hermanos bullies y la madre histérica que no para de regañarlos, un cholo violento pero con corazón de nombre «Chicle» -porque es chicle… y pega-, un sabio ranchero con una piedra mágica, policías muy dispuestos a cacheatear a sus sospechosos, y hasta porras de equipos de fubtol en una guerra de hooligans hacen de La Historia Del Chico Que Quiso Volar Con Alas De Insecto un mundo redondito y completo, y un Monterrey cómicamente distópico. En una historia que Gutiérrez llena de mágica realidad al hacer primordial la participación de cucarachas sumamente humanizadas que, lejos del bicho de un Kafka quizá, terminan por ser más representativas de lo insectos que nos podemos llegar a sentir como personas, acorazados, pequeños y rastreros, en una tierra llena de otros tantos como nosotros.

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Bajo ese concepto, Diego de Lira como el agorzomado Samuel se acaba convirtiendo en un merecido foco en la historia, otorgando al personaje una cualidad en efecto cucaráchica. Encorvado, chueco y reservado pareciera también buscar el escondrijo por encima de la luz. Y aunque es difícil poder obtener nobleza de una cucaracha, definitivamente se abandera con un instinto de supervivencia incanzable que lo lleva a continuar de pie a pesar de que todo a su alrededor pareciera empeñado en aplastarlo.

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Ahora, no sé en qué cualidad llegó a Ciudad de México de su natal Nuevo León, y si originalmente se pensó a cuatro frentes, como está presentada en Teatro El Galeón, pero la coreografía en el cuadrilatero no termina realmente de funcionar para un público que la percibe de cuatro ángulos. Poco estilizada y de pronto caótica, sin un enfoque preciso, el movimiento escénico resulta errático y montonero, y a momentos complica la capacidad del público de poder percibir todo lo que hacen los actores. Con demasiados momentos de espaldas o perfiles que canibalizan el trabajo actoral. Sumado a una iluminación incandescente, mayoritariamente ultra amarilla y descuidada en su capacidad de pintar a detalle, visualmente el montaje pareciera más una solución que una intención creada en toda su capacidad.

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Y ahí es donde la solidez de La Historia Del Chico Que Quiso Volar Con Alas De Insecto regresa a la compañía y la manera en la que mantienen la atención y generan distracción de otros detalles que podrían ser más pulidos. Finalmente lo que Daniel Gutiérrez consigue con su obra es volverla una especie de fábula urbana. Un relato norteño y citadino, atravesado por la cualidad de un cuento de fantasía que se permite doblegar las reglas de la realidad. Repito, con un texto cuya debilidad es la transición orgánica y la capacidad de terminar de cerrar puntos y justificar acciones, pero finalmente una comedia que funciona en escena porque esta farsa regiomantana no deja de regodearse en un gracioso absurdo.

La Historia Del Chico Que Quiso Volar Con Alas De Insecto se presenta jueves, viernes, sábados y domingos en Teatro El Galeón del CCB.