Francisco Franco nos entrega una versión creativa, propositiva y precisa, adaptación de la película de La Sociedad de los Poetas Muertos de 1989 a teatro con Poncho Herrera como un magnífico Mr. Keating.

¿Será posible que el teatro sea el formato ideal para lo que siempre vimos como una película?

La Sociedad de los Poetas Muertos llegó a inaugurar el nuevo Teatro Libanés, presentando tal cual la historia que en 1989 tenía a Robin Williams provocando que sus alumnos (entre ellos Ethan Hawke) gritarán ‘Oh Captain, My Captain’ montados sobre sillas. Un entrañable relato sobre un grupo de estudiantes de una escuela ivy league ultra conservadora y estricta, que encuentran un respiro a sus cuadradas vidas con la llegada del Profesor Keating, cuyo lema de vida «carpe diem» los tiene a todos cuestionándose si realmente están aprovechando sus días como si fueran los últimos y haciendo lo que verdaderamente los hace sentir realizados.

La Sociedad de los Poetas Muertos

En teatro, esta escuela, una especie de Yale en preparatoria, se yergue de una manera mágica, imponente y elegantísima gracias a la escenografía de Adrián Martínez Fausto y la iluminación de Xóchitl González que cuadro con cuadro ayudan a Francisco Franco (Director) a pintar escaparates bellísimos que retratan a sus estudiantes dentro de una preparatoria que a momentos es Hogwarts y a momentos la alemania del siglo XIX de Spring Awakening.

Como John Keating, Poncho Herrera logra una cosa que pocos con su nivel de fama consiguen, hacerte olvidar por completo que lo estás viendo a él y amarrarte a un personaje que resulta carismático, tierno y vulnerable y que hasta en su manera encorvada de caminar se siente perfectamente delineado por Poncho y su director.

La Sociedad de los Poetas Muertos

La tropa de estudiantes son ensamble y protagónicos a su vez, y pese a que en estos actores veinteañeros hay un cierto nivel disparejo de entrega actoral y astucia al momento de crear a sus personajes, la realidad es que se disfrutan en conjunto, pero se aplaude enormemente el trabajo que actores como Paco Rueda, Alejandro Puente y Mauro Sánchez Navarro están haciendo para demostrar que una vez que pisan el escenario están comprometidos al cien por ciento y listos para volverse inolvidables como el mismo club de poetas muertos hubiera aplaudido que fueran.

Sin embargo, es la visión del director Francisco Franco la que hace que «La Sociedad» sea una puesta contundente y bellísima de principio a fin. Desde las decisiones que toma para coreografiar las transiciones de escena a escena (increíbles momentos con baile, música, coros o diálogos dislocados), la manera casi cinematográfica en la utiliza los props a su alcance para llenar de vida su escenario, y hasta la presición con la que mantiene a su equipo entero en un montaje que se siente como un relojito de agujas en el que un movimiento fuera de segundo podría resultar catastrófico para la perfección de los visuales.

La Sociedad de los Poetas Muertos

¡Y ese diseño sonoro! Los detalles casi imperceptibles de audio a cargo de Miguel Jiménez son definitivamente la cereza en el pastel que termina de envolverte en este universo que así como te puede tener en la cima de la inspiración, para el final te mantiene sollozando con la piel chinita y cuestionándote el status quo. Esta versión de La Sociedad de los Poetas Muertos que parece haber nacido para estar en teatro es probablemente de las cosas más brillantes que verás en cartelera este año, y Francisco Franco en nuestro libro se lleva un Oh Capitán, Nuestro Capitán.

La Sociedad de los Poetas Muertos se presenta de jueves a domingo en el Nuevo Teatro Libanés.

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