El nombre de la obra que nos recuerda al de la famosa telenovela, Los Ricos También Lloran, no es casualidad. Andréz Zuno hace parodia de los dramas ochenteros de Televisa para regresarnos a 1985, año en el que murió su padre, para develar uno de los episodios que más marcó su vida, convirtiéndose en narrador y personaje de un pasaje tomado de las páginas de su propia historia.

Cuando un actor como Andrés Zuno (Señora Acero) revela que va a hacer uso de uno de los momentos más trágicos de su propia vida para convertirlo en teatro y compartirlo con el público, te pasan muchas cosas por la cabeza. Lo primero que piensas es «qué valiente», y te preguntas si vas a poder soportar la crudeza de lo que se te vaya a mostrar. Después de todo no es de todos los días que una figura pública abre su intimidad de forma transparente, y mucho menos cuando de la muerte de un padre se trata.

Andy perdió a su papá en 1985, seis meses antes del devastador terremoto en México, cuando apenas tenía cinco años de edad. Las circunstancias son confusas e incluso ahora no puede decir con certeza cómo fue que falleció. Sus papás estaban separados y él vivía con su mamá. Su papá se subió a una moto, saliendo de una cantina y murió en la carretera, tal vez por un accidente, tal vez por una bala equivocada, tal vez por un disparo atinado.

Los Hijos También Lloran

Los Hijos También Lloran en el Teatro Milán.

Esta es la historia que Andy Zuno, rodeado de un elenco de primera como Ludwika Paleta (quién interpreta a su mamá joven), Pablo Perroni, Hamlet Ramírez y Montserrat Marañón, cuenta en Los Hijos También Lloran; y aunque pareciera un drama de aquellos en los que Angélica Aragón aparecía en tiempos ochenteros, Lorena Maza y Álvaro Cerviño, a cargo de la dirección, se lo llevan completamente en otra dirección.

Los Hijos También Lloran es una farsa descarada que en ningún momento oculta el recurso telenovelero del que está haciendo uso. De hecho, la obra empieza con un opening en video tal como el de una novela como, digamos, Cuna de Lobos (de 1986). Los actores sobreactúan las recreaciones de conversaciones y pasajes del pasado de Andy, acompañados por música que podría pertenecer a La Madrastra; e incluso la escenografía, gloriosamente diseñada por Sergio Villegas, resulta una mezcla entre set de televisión y casita de muñecas. A momentos, los actores salen de personaje para hablar directamente con Andy y cuestionarlo sobre los momentos que están recreando y en otras ocasiones la obra se convierte en un pequeño musical en el que Ludwika vive su momento Mentiras con el marido que no le da su lugar.

Y es aquí donde la obra pierde su paso. En un intento por crear entretenimiento de la farsa, el montaje convierte las emociones reales en sentimientos de plástico. Se vuelve ruidosa y colorida donde la historia requería de sencillez e intimidad, y al final el caos no te permite sentir la empatía por Andy Zuno que el actor estaba buscando encontrar en el público. Ríes y recuerdas con nostalgia (y en ese sentido la obra resulta bastante atinada), pero al final te quedas esperando la vulnerabilidad que se te prometió en el programa de mano en el que se te advierte que estás por ver un desnudo como el que ningún otro actor ha intentado jamás.

Los Hijos También Lloran se presenta Viernes, Sábado y Domingo en el Teatro Milán del 2 de febrero al 29 de abril.

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