Una fábula sobre romper esquemas en la que una pequeña coneja y un zorrito se cuestionan por qué no podrían ser amigos, ¿sólo porque así está dicho antes? Lu y Solito es un tierno montaje de coloridos puppets perfecto para los espectadores más pequeños que va desde el río y hasta las estrellas.
Aún cuando está dirigida a un público infantil, de hecho, Lu y Solito es de estas obras que resulta ideal hasta para los más chiquitos y niños pre-escolares, la obra escrita por Benjamín Calleros y dirigida por Paula Campos (ambos también actores en el elenco) utiliza esta temprana edad para zafarse de preceptos que uno se va comprando conforme va volviéndose parte de una sociedad con reglas. ¿Reglas que quién impuso? Nadie sabe, pero curiosamente nadie suele cuestionarlas tampoco.Lu y Solito reflexiona sobre este punto para poner en la balanza aquellas reglas que tienen razón de ser y nos ofrecen seguridad y amparo, y las que nacen del prejuicio, muchas veces anacrónicas, que han permanecido sólo porque así está dicho.

Lu es una conejita amante del fútbol que no tiene realmente con quién jugar. Su madre no la deja salir y ausentarse y ella pasa los días siguiéndola, pero deseando poder tener amigos. Solito es un zorro afanoso de poder salir a vivir aventuras, pero su papá aún no se lo permite, y como bien lo describe su nombre, no es precisamente un animalito con muchos amigos. Lu y Solito se conocen de manera fortuita en el bosque e inmediatamente se vuelve compañeros de juego, pero en cuanto sus respectivos padres se enteran de que un conejo está conviviendo con un zorro y visceversa, cosa que enfrenta la convivencia como hasta ahora la tienen entendida, les prohiben seguirse viendo.
Y mientras las criaturas del bosque son acechadas por un par de lobos hambrientos, el verano se convierte en invierno, y Lu y Solito encuentran la manera de volverse a encontrar, esta vez enfrentándose no sólo a la negativa de sus padres, pero a predadores que están en búsqueda de víctimas chiquitas y vulnerables como ellos. ¿Pero son realmente chiquitos y vulnerables estando juntos, y acompañados por otros animales del bosque que han ido sumando de su lado?

La fábula es una sin muchos ruedos, dos seres opuestos encuentran entre ellos una amistad improbable y ponen de cabeza su pequeña burbuja que habrá entonces de reconsiderar el status quo. Y, sin embargo, aunque la moraleja anti-prejuicios es linda, su amistad no es del todo puesta a prueba durante la obra, y el estereotipo nocivo no es en realidad vencido desde la evidencia. Pienso en un relato inevitablemente similar, «El zorro y el sabueso», que conocemos bien. Un perro cazador y un zorro se vuelven amigos de cachorros, pero es hasta que son adultos y su instinto social los enfrenta como enemigos que el cariño resulta victorioso por encima de la naturaleza. El zorro y el sabueso llegan a un momento en el que es la decisión que toman la que cuestiona el debe ser, y no tanto la casualidad.

En Lu y Solito la moraleja es mucho más accidental. Los lobos, aunque enormemente divertidos, porque son quizá el aspecto más entretenido del montaje, son en realidad un factor externo, y no están ahí para cuestionar si una amistad entre un conejo y un zorro puede ser posible, para ellos ambos son comida. Y su eventual enfrentamiento y victoria tampoco sucede en torno a la capacidad de Lu y Solito de hacer equipo como no hubiran logrado en caso de estar acompañados por animales más similares a ellos, de hecho, no tanto triunfan en su enfrentamiento contra los lobos, como son literalmente llevados por una corriente de agua lejos de ese peligro. Lo que implica para ellos no haber tenido que tomar una decisión.

Cierto, una vez mojados y con frío es el cariño que ambos se tienen el que los mantiene abrazados y vivos, pero nuevamente es una acción retratada desde el amor que no enfrenta a dos especies lejos de su instinto, dado que cualquier animal busca primeramente el calor y la superviviencia, sólo los enlaza en una amistad que si bien resulta visualmente poco convencional, narrativamente jamás termina por realmente demostrar que dos seres en apariencia ajenos pudieran realmente hacer la mejor combinación posible cuando de romper paradigmas se trata.

La única regla en realidad que Lu y Solito sí rompen por montus propio es desobedecer a sus padres para salir solos hacia donde se les ha advertido que hay peligro. Y eventualmente son recompensados por ello. Entonces, la fábula funciona desde su nivel más básico y eso no lo voy a poner en duda, el mensaje se entiende, y la amistad entre un conejo y un zorro prevalece, y no dudo ni tantito que los niños salgan felices de verla con sus antifaces de zorro o de conejo queriendo jugar futbol, pero el texto pudiera cargar con mucho más poder, y un mensaje que incluso resultaría enternecedor e inspirador para públicos de todas las edades, con la fuerza del conflicto. Un choque entre polos opuestos que termine por evidenciar que todos siempre estuvieron del mismo lado.

Visualmente Lu y Solito tiene conceptos interesantes que logran traducirse simpáticos en escena, e ideas que de pronto funcionan más en papel que en montaje. El ensamble de personajes está compuesto por una mezcla entre puppets y elementos de vestuario antropomórficos que caracterizan a los actores, mitad animal, mitad intérprete. Y en algunos casos la idea funciona de manera bella, que es el caso de una cisne de acento privilegiado que se envuelve en su actriz para hacer de su brazo su cuello y de su cuerpo un vestido blanco como de bailarina. O un par de peces que no son más que guantes quizá pero que escupen burbujas de la boca transformando el ambiente y sumergiéndonos bajo el río durante sus dinámicas apariciones.

Los padres de Lu y Solito, sin embargo, carecen de elementos más lúdicos. Con máscaras grandes que impiden que sus voces se escuchen a la perfección -más en el caso de ella- y un vestuario de cuello a pies que no ofrece ningún tipo de fantasía, hay algo demasiado ordinario en ellos que choca con un universo finalmente mágico. Mismo que se repite con los lobos, que de ojos rojos brillantes, más allá de la máscara que pareciera cargar con todo el peso de los personajes, la caracterización no termina por reconocerse en el estilo del relato.

Pero hay un detalle muy lindo en el diseño de máscaras y personajes, y es el uso de geometría con líneas gráficas prominentes para representar constelaciones, que aunque pareciera fuera de temática, para el final de la obra queda muy claro que las estrellas son en efecto parte esencial de este mismo cuento. Y no sólo terminan por ser un espejo a la cúpula celeste, pero también al caparazón de una tortuga, un animal omnipresente en el relato, que funciona por un lado como narrador, y por otro como símbolo representativo de muchas leyendas y culturas donde la tortuga es sabiduría, inmortalidad y ante todo la conexión entre la tierra y el cielo.

Entonces es precisamente un caparazón el que se vuelve la pieza central de la escenografía, que metafóricamente hace mucho sentido, pero rodeada meramente por un par de mamparas desluce el espacio, no desde el minimalismo, pero desde un vacío tedioso y no tan complicado de rellenar. Porque de algún modo Lu y Solito sí lo hace a momentos, con tela para simular agua y creando profundidad con los lobos de pronto pegados al público en butacas, o a la distancia, pero en otros muchos momentos la sensación de una imagen plana, con personajes continuamente de perfil prevalece y en un montaje de puppets donde las libertades son tantas, pareciera una oportunidad perdida.

Lu y Solito tiene muy lo suyo de simpática, y escuchar al zorrito repetir «Me choca» en sus berrinches de cachorrito, es sin duda tierno, junto con otros tantos detalles similares. Una obra que le habla a los más pequeños para mantenerlos atentos y entretenidos, que en el fondo de su relato podría ser más contundente al momento de cuestionar las reglas de convivencia social que lo son sin mayor razón, con dos puppets que encantan en un mundito de fantasía que pudiera atender más al llamado de la selva, pero finalmente entregan fábula y moraleja al más puro estilo del «érase una vez».
Lu y Solito está por terminar temporada en matinés, sábados y domingos en La Teatrería.