Una aventura de espías, no de la CIA, sino de la ZIA, pero, bueno… casi; un viaje en el tiempo que involucra a la pintora Georgia O’Keeffe; una pareja con un pleito que podría anunciar la cuesta abajo, y un viaje secreto por varios continentes, todo contenido en un sólo unipersonal: Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo, en el que Luis Eduardo Yee nos lleva a vivir una odisea que desafía la física y cuestiona los límites de lo que uno estaría dispuesto a sacrificar, quizá voluntariamente perder, por amor.

El teatro Santa Catarina te recibe con una colección de los objetos más sui generis desperdigados por el escenario de todos colores y tamaños, y con pequeños numeritos que los identifican, de pronto como en una subasta, de pronto como en cuarto de evidencias, y bueno, hasta con algo de una Galerías el Triunfo. Los puntos no se conectan de inmediato y durante una parte de Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo uno se cuestiona si todos ellos van a entrar a juego en algún punto en la obra. No lo hacen. Porque son mementos. Objetos souvenir que como las memorias que entremezclan tiempos, se revuelven para formar un rompecabezas de una vida entera, donde lo que uno va topando es tan variado como azaroso e inesperado. Y no tienen que hacer sentido.

Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo

Luis Eduardo Yee comienza sentado frente a un espejo. Una especie de tocador a partir del cual nos presenta a su personaje, también llamado Luis Eduardo Yee. Un guiño de algún modo a la relatividad, donde un Luis podría existir en aquel mundo, y otro Luis en éste otro, que desafía el concepto de la dimensión y el tiempo como espacios absolutos, misma teoria de la que el texto de José Emilio Hernández hace uso para movilizar a sus personajes en un viaje que bien podria ser de sciencia ficcion, o de novela de detectives, pero que en realidad tiene una intencion mucho más sencilla y humana detrás… que es reflexionar sobre los caminos del amor a partir del tiempo y la distancia.

Luis y María han tenido un pleito, uno bobo como los que tienen las parejas que no es de gran relevancia, pero tampoco te deja dormir. Pero cuando Luis despierta, no la encuentra porque ha sido secuestrada. La culpable es una doble agente de la ZIA, con Z, que tiene un plan para detener el fin del mundo, proyectado a suceder muy próximamente, provocado por los gringos que pretenden apoderarse de todo territorio. Y pide de estas dos personas, una mujer cualquiera como María, y un hombre inconsecuente como Luis la ayuda para cambiar la historia. Otorgando a cada uno una misión diferente.

Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo

De modo que mientras María viaja a Europa, Luis debe ir al mar, pero ambos con la misma meta, conseguir de Georgia O’Keeffe, sí, la pintora, el secreto para viajar en el tiempo, como presuntamente ha hecho ella, para regresar a los 60’s y asegurarse de que la ZIA nunca sea conformada, deteniendo así el avance del fin de los tiempos en el futuro. Luis se pregunta de forma constante, ¿por qué él? ¿Por qué una persona tan poco importante como él? En toda medida, de hecho no el más inteligente, no como María que es mucho más perspicaz. Y durante todo el tiempo que pasan separados completando sus misiones, Luis no deja de extrañar a María, de pensar en que pelearon, de preguntarse cómo y dónde está. Para ella la cosa es similar.

Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo

Una pareja separada no por voluntad, pero por la circunstancia, en un momento de poca certidumbre entre ellos, no drástico o dramático, sólo de senación bizarra, de pronto convocados en un llamado que es mucho más grande que ellos y pareciera incitarlos a entenderse especiales, cuando ellos no están seguros de serlo. Que en el fondo y a pesar de una trama en apariencia rebuscada y gigantesca habla de un sentimiento no poco común en las relaciones. La sensación de tenerse pero no estar del todo asegurados. El amor que se cuestiona porque se sabe que no es infalible. Las acciones que uno toma para mantener viva a la pareja aún cuando a veces se sintiera como ir nadando contracorriente.

Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo

José Emilio Hernández nos lleva a dar una vuelta alrededor del Globo y de 2025, a los 60, a los 90 no porque realmente haya un fin del mundo y un complot que resolver; pero porque para una pareja el fin de su mundo es posible y volver a tener tiempo es quizá la solución para empezar frescos con nuevas posibilidades. Luis Eduardo Yee los interpreta a todos en este unipersonal que no está únicamente narrado por un personaje, Luis, que sería el obvio, pero que también nos presenta a su María, y por otro lado una especie de narración de acotaciones que es más descriptivo de momentos y capaz de tomar distancia.

Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo

Yee lo toma todo con calma. Lo respira. Una historia como la de Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo pudiera prestarse a lo cardiaco e intenso, pero él y su director, David Jiménez reciben la aventura de pronto desde la introspección, dándole prioridad a lo que se está sintiendo, lo que se está pensando, por encima de lo que se está movilizando. De modo que nunca lo transforman en un monólogo de acción, aún cuando es verdad que poner a María a agarrse a golpes con Georgia O’Keeffe resulta en un momentazo impensado. Luis Eduardo consigue hacer a un Luis muy completo, muy tierno y de algún modo muy inadecuado, de la mejor manera posible, porque lo es para su misión; y aún cuando su María no está tan perfectamente delineada, para el último segmento de la historia es su interpretación de ella la que te hiere el corazón.

Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo esconde su mejor truco detrás de la cortina, y no me refiero a uno visual, pero a su capacidad de hacerte sentir parte de una historia que crees tener muy manejada, aún cuando es compleja en sus recoveros, para luego revelar que era completamente otra la que se estaba cocinando detrás, la importante, y que después de todo el recorrido hace todo el sentido aún cuando no la hubieras visto venir de frente. Como una cara detrás del maquillaje.

Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo

Y es verdad, si nos ponemos técnicos, que los pormenores del viaje en el tiempo y las complicaciones que eso implica en términos de coherencia no terminan de cerrar por completo, y si lo piensas demasiado se abren interrogantes llenas de huecos, pero repito, la historia no es una engranada por la ciencia ficción, que en realidad no es sino un pretexto. Porque lo es también para estos personajes. Al final el concepto del tiempo y sus ires y venires no está visto desde lo teórico, sino lo emocional, ¿qué significa para nosotros? ¿Qué haríamos sabiendo que se acaba, qué haríamos si tuviéramos más, qué cambiaríamos si lo pudiéramos manipular? Un relato disfrazado de intriga aventurera que en el fondo no es sino un romance de ésos que pudiera no tener un final feliz… o sí, depende del tiempo de las cosas, porque el amor es igual de relativo, ¿no es eso cierto? Y no se puede entender desde absolutos.

Nosotros Íbamos A Cambiar El Mundo está por el momento fuera de temporada.