Una pieza de melodrama emocional, dos amigas batallan con la depresión, la comparación y el sentimiento de insuficiencia que las hace sentir como peces fuera del agua, haciendo lo posible por respirar. Pez, Cuasimonólogo A Voces excede en el dramatismo si bien es cierto que tiene momentos donde toca fibras sensibles muy reales cuando consigue alejarse de lugares comunes y permitir a sus dos protagonistas una interacción más natural entre ellas y con el peso de una edad que rara vez te permite encontrar tu propia voz, camino y respiración sin antes caer en la desesperación.
Paloma Delos (directora y dramaturga) tiene muy clara la sensación de frustración y fracaso auto-impuesta que viene con un síndrome de insuficiencia, especialmente intenso en la adolescencia. La emoción que pretende imprimir en Pez nace de un lugar innegablemente verdadero no infrecuentemente explorado en los coming of age. Pero en su texto se lee inmaduro que suelta la pluma al regodeo en el drama más absoluto, impidiendo que lo honesto de la propuesta trascienda lo desdichado de su narrar. Empezando porque las dos amigas al frente de su historia se llaman Rencor y Dolor.

En una escuela a la hora del recreo, dos jóvenes se encuentran para refugiarse en el salón en vez de salir a jugar con los demás. Aunque tal vez refugiarse no es forzosamente la palabra, aún cuando ellas puedan percibirlo así al inicio. Tal vez la palabra es aprisionarse. Una de ellas tiene una condición médica que la ha hecho sentir aislada y distinta a los demás toda su vida. «Especial», como le han hecho saber aún si para ella esa palabra es un golpe en el estómago. Pero ciertamente frágil. A diferencia de otras personas ella no puede aguantar la respiración el tiempo que muchos. Ella sólo puede lograrlo un minuto y aún eso le provoca monumental esfuerzo. «No te mueras» son las únicas palabras disfrazadas de palabras de aliento que ha escuchado de sus padres.

Y no pretende hacerlo. De hecho más motivada que nunca ella entrena y se esfuerza por incrementar el tiempo que puede permanecer sin aire. Mientras la otra, la niña que no ha sido etiquetada como especial y que técnicamente sí podría estar fuera jugando con los demás, simplemente no quiere. Vacía y derrotada batalla con una depresión provocada por expectativas que tal vez vienen de una eterna comparación con una madre en apariencia perfecta, pero de pésimo carácter. Los médicos no pueden ubicar que tenga algo mal, pero ella sabe que está ahí adentro y que la orilla a tener pensamientos suicidas. Ambas se perciben como peces a los que se les ha pedido funcionar en tierra. Ambas sienten que dan bocanadas pero les falta el aire.

Aún bajo un concepto cargado de melodrama, Paloma logra durante la primera mitad de Pez que las dos amigas se encuentren desde el reconocimiento y la amistad. Y ambas actrices, Gina Granados y Camila Calderón (alternando con Sofía Malagón y Fernanda Moscosa) hacen un excelente trabajo de convivir en naturalidad para encontrarse en el medio. Muchos de los momentos más triunfales de la obra suceden en estos instantes en los que a dos niñas se les permite ser niñas, y a dos actrices se les permite sacudirse el peso de lo sobrescrito.

Gina Granados suelta un potente monólogo sobre la frustración que acompaña el ser medida como algo que no eres, y nunca podrás ser, y Camila Calderón tiene una escena bellísima de baile, en la que corta con el cemento que carga bajo los pies para danzar con una tele etérea y vaporosa que se convierte en agua en sus manos. Un instante realmente conmovedor. Es el texto el que las lleva por picos y valles, algunos demasiado profundos y pantanosos y a momentos les suelta la mano hacia lo artificioso. Ellas no fallan, si bien es cierto que cuando les toca interpretar la voz de sus personajes adultos no logran dotarlos de lo vívido de sus niñas adolescentes.

Paloma Delos no suelta la metáfora del pez sin agua y la lleva a sus últimas consecuencias aferrada a la sobrexposición. El discurso de la presión que te obliga a dejar de respirar aún cuando sí puedes meter aire a tu cuerpo tiene momentos de verdadero impacto, pero redunda. La obra repite y parafrasea su propia moraleja hasta sobremasticarla lo que impide que la progresión dramática tenga cabida en lo que de otra manera bien podría ser un relato muy completo, con personajes de arcos terminados que puedan ser emocionales sin buscarlo de manera desesperada.

Y no sólo sucede en el diálogar, Pez toca un colmo cuando una de ellas se pone una sudadera con manchas como marcas de sangre en el cuerpo, mientras se atiborra de agua en la garganta y va tirando vasos por doquier. Un claro ejemplo del menos es más que ayudaría a no caricaturizar o, peor aún, romantizar aflicciones como la desolación que se convierten en el detonante de la autolesión.

Para el final, la dramaturgia agrega un epílogo que resulta de lo más ilustrativo, quizá incluso más que los nombres de Rencor y Dolor, que da el último martillazo a un clavo que no hace sino enterrar la historia en lo excesivo. Un volantazo que no esquiva lo demasiado obvio y hace uso de una tercera actriz, que aparece tal vez por uno o dos minutos para un final que a pesar de sus símbolos y metáforas bien colocadas no logra zafarse de lo cursi de su premisa.

Resulta curioso que el subtítulo de la obra sea «·Cuasimonólogo A Voces» porque en realidad no lo es ni de cerca. Pareciera querernos decir que Paloma quería escribir a una sola mujer representada por varias, o una sola emoción que fuera unitalla (pretensión que se repite como guiño en el vestuario), pero sus personajes logran crecer con dimensión propia y apartarse la una de la otra. Aún cuando el sentimiento en ambas es similar, no se traduce igual. Tanto así que sus finales son abismalmente diferentes y sus racionales particulares, ni hablar de sus trasfondos. De algún modo la escritora que pensó en el título no es la misma cuya pluma acabó logrando no generalizar en una vivencia que no puede sino vivirse desde el yo. Y aunque eso da gusto, del subtítulo sí le falta una cosa al resto de la obra, y eso es el sentido del humor. La capacidad de no tomarse tan serio a sí mismo que en esta puesta que cuando baja se enloda en el subsuelo le hubiera permitido, en efecto, salir a respirar.
Pez, Cuasimonólogo A Voces se presenta los martes a las 8:00 pm en El Hormiguero.