Ralph está de vuelta ahora en un mundo meta de Internet con una amistad que proteger y es momento de decirlo, esta secuela supera por mucho a su original.

Tal vez es porque el Internet es una cosa con que la que convivimos diario, que tenemos más a la mano (la gente en general) que los videojuegos; o tal vez porque el mensaje de lo que realmente significa una amistad, tratado desde un lugar muy poco trillado resulta fresco y novedoso; o tal vez es el hecho de que salen princesas Disney completamente conscientes de su lugar en la historia lo que hace de Ralph Breaks The Internet (Wifi Ralph en español) una mejor película que Wreck It Ralph, su predecesora, pero la realidad es que quien haya dicho que no hay buenas secuelas, con ésta se equivocó gravemente.

Y ojo, no estamos diciendo que Wreck It Ralph haya sido una mala película (aunque sí para muchos no de las más memorables de Disney), porque ya desde aquella se nos presentaba la idea de este mundo consciente de sí mismo -un poco como los juguetes de Toy Story lo están del suyo- de la humanización de una realidad virtual que a través de la magia del arcade se convierte en un universo compartido de todos los personajes con los que crecimos en «las maquinitas».

Y no sólo eso, pero nos presentó al iracundo y envidioso Ralph, y a la intrépida e incansable Vanellope, dos personajes completamente fuera del molde de lo que estamos acostumbrados a llamar «héroe y heroína» que en Ralph Breaks The Intenet consiguen otro nivel de profundidad, y transforman aquello que en algún momento los volvió entrañables en la razón de ser de su nueva tragedia y un impulso incontrolable de ésos que todos hemos tenido y que a más de uno nos ha metido en problemas.

Luego de que Vanellope empiece a sentirse incómoda con la monotonía dentro del Arcade, Ralph decide ayudarla trayendo más emoción a su vida y creando una nueva pista dentro del juego de Sugar Rush (del que Vanellope es princesa, no hay que olvidar), pero lo que comienza como una nueva aventura, rápidamente se transforma en desastre cuando el juego acaba roto y desconectado, y la única manera de salvarlo y evitar que todos los personajes de Sugar Rush se queden desamparados es viajar al universo del Wifi y conseguir en eBay un precioso volante (nada barato por cierto); tarea que acaba en manos de los inseparables Ralph y Vanellope.

Por supuesto que la entrada a este mundo de Internet acaba siendo de lo más divertida, por la enorme cantidad de referencias meta a las que se les hacen guiño, y la tremenda cantidad de cosas con las que uno se identifica y de las que no queda más que reír, pero a diferencia de la fallidísima Emoji Movie, «la broma» no se antepone a la historia ni le roba protagonismo, sólo permanece como un escenario que resulta de lo más entretenido observar y analizar (que además está creado a la perfección).

La película nos presenta a nuevos personajes, entre ellos a Yesss, el algoritmo de una plataforma de video parecida a YouTube, que es una power b*tch en toda la extensión de la palabra, con todo lo cool que un personaje así se puede representar; o a Shank, la Dominic Toretto de un juego online de carreras a la Grand Theft Auto, ridículamente poderosa, talentosa, osada y, sí, también, absurdamente cool; que al lado de Vanellope y las princesas Disney, fuera de su usual romanticisimo, y representadas de la manera más divertida como absolutamente conscientes de su posición de fragilidad histórica, hacen de Ralph Breaks The Internet una película familiar con un mensaje de empoderamiento hacia las mujeres que, como Wonder Woman nos enseñó el año pasado, es importante escuchar (especialmente si eres una niña chiquita con sólo héroes masculinos en televisión).

Pero dentro de todo eso, el corazón de la cinta siguen siendo Ralph, que ha cambiado su ira por necesidad de cariño y compañía -la inseguridad que nace de años de no haber sido querido ni aceptado- y Vanellope que en su ansiedad de triunfar y permanecer en movimiento, el Arcade le empieza a parecer poca cosa, y ahora sueña con volar a un nuevo juego, aunque eso implique dejar a su amigo atrás. Y ahí radica el poderoso y fresco mensaje de la película; porque ahí donde otras cintas que giran en torno a la amistad suelen enfocarse en la solidaridad y permanencia, ésta nos recuerda que aunque a veces el impulso es grande, a un amigo no se le puede tratar con arranques posesivos, y el verdadero cariño se demuestra permitiéndole al otro seguir sus sueños…aunque eso signifique sacrificar la misma amistad (o al menos el tiempo que uno usualmente le dedica).

Y ver a estos dos personajes animados rasgados por la mera idea de perderse, pero sabiendo que no les queda de otra más que separarse es increíblemente tierno y doloroso, pero al final una historia que es importante que se nos recuerde a todos, porque tarde o temprano todo mundo la vive con sus amigos, no todos, pero algunos, y en distintas formas de separación. Y Ralph está ahí no sólo para romper el Internet, pero también ese estigma.

Divertida, meta, espejeable y cercana, lo tenemos que repetir, Ralph Breaks The Internet logra lo que muy pocas secuelas, supera a su película original y se vuelve (a diferencia de su predecesora) una cinta cien por ciento memorable, con un universo del que estaremos hablando y referenciando cada que tengamos oportunidad.

PD: No se vayan a perder la escena post créditos con el cameo de baby Moana.