De acuerdo a la mitología griega el Tártaro es el submundo del Hades, un lugar en lo más profundo de la Tierra donde los pecadores son castigados por toda la eternidad después de la muerte. Tal vez es por eso que el sicario protagonista de este monólogo está tan obsesionado con el sol, porque el lugar que lo espera luego de ser asesinado en una redada es el más oscuro de todos.

Tártaro obra de teatro

De visuales increíbles y una actuación por parte de Bernardo Gamboa digna de ovación, Tártaro se va a lugares oscuros, de forma dantesca, impulsados a manera de pesadilla por una coreografía corporal bella y retorcida, proyecciones ominosas y un diseño de sonido reverberante que te envuelve en lo que no puede sino ser el séptimo círculo del infierno para contar la historia de un sicario del narco y su paso por una corta vida de violencia.

Tártaro obra de teatro

Colgado de pies y vendado del cuerpo como mártir, el hombre comienza por describir su muerte. Una que no ha sido pacífica y le quema el cuerpo. Proyecciones detrás de él se pintan con llamas anaranjadas, que se oscurecen una vez que él baja de su tortura para entrar en un nuevo momento doloroso: su nacimiento. El gran primer trauma de todo ser humano, dejar la seguridad de la placenta para ver la luz del mundo real por primera vez. Y éste marca el primero de muchos azotes que la vida le tiene preparados.

Tártaro obra de teatro

La muerte de su madre, el abuso y muerte de su hermana, son sólo las primeras acciones de violencia con las que se enfrenta, pero luego de ser recultado de niño mientras juega futbol con su mejor amigo por una sombra de voz penetrante y perturbadora, mejor conocido como Joaquín, con la promesa de un billete de cien que en su vida ha tenido en sus manos, parece que su suerte va a cambiar.

La sombra, sin embargo, no puede sino sumergirlo en la penumbra. Sus promesas de una vida mejor a su lado vienen acompañadas de sangre y sacrificios. Conforme el dinero empieza a caer, las mujeres a rodearlo, y el alcohol y el perico a bañarlo, también se empieza a ver enfrentado contra la obligación de matar a uno de los suyos para probarse leal, de soportar golpizas para demostrar su hombría, y de ser enviado a casas para castigar a deudores y proteger al capo mientras duerme.

Tártaro obra de teatro

Él sabe que tarde o temprano la muerte lo va a alcanzar, pero no por ahora, la sombra aún quiere jugar con él.

De manera brillante por parte de David Psalmon (director), el hombre se envuelve en iconografía religiosa y coros eclesiásticos desde su nacimiento. Como dije, una especie de mártir en su propio género, y al mismo tiempo devoto como lo son los narcos en este país, fieles seguidores de la Santa Muerte, la Virgencita y Malverde. Comienza desnudo, como el Jesús que bajaron del cruz, para poco a poco irse vistiendo con las prendas barrocas, las botas y las hebillas del narco norteño, y terminar, no en traficante, pero con la cara pintada de blanco y ornamentos dorados en su sombrero transformado en una figura de franco arte bizantino que regresa al cielo, ahora sí en una cruz, para terminar sacrificado por sus pecados. Sacramento de penitencia.

Tártaro obra de teatro

Psalmon y Sergio López Vigueras (dramaturgo) no se recargan en lo grotesco y gráfico para retratar la violencia a la que este hombre es sometido, y a su vez somete, desde que llega al mundo. En su lugar buscan la poesía. Psalmon trabaja con el excepcional Gamboa desde la corporalidad, contando mucho de su historia en una coreografía que roza la danza y al mismo tiempo la convulsión, y a la que Bernardo se entrega en cuerpo y alma, soltando energía brutal en el escenario con gran manejo de su cuerpo y sin miedo a la fatiga.

Bernardo Gamboa nunca se está quieto, pero las figuras y sombras que crea con su cuerpo son las necesarias -no lo sobrevende- encima acompañadas de forma ultra puntual y precisa por mapping en el suelo y fondo, que complementa lo que él está contando o el infierno al que acude con algunos de sus recuerdos y visuales.

Tártaro obra de teatro

Tal vez el momento más impactante de Tártaro es aquél en el que recibe su primera golpiza, y mientras Gamboa se azota contra el muro escenográfico, la pared se pinta con derrames de sangre. Hermoso de una manera perturbadora. Lo que no significa que todo sea agresivo o duro de roer. Psalmon y López Viguera le dan oportunidad a su personaje de divertirse con su propia historia. Toda la transición de su infancia a la adolescencia la relata cantando un narcocorrido, y lo canta bien, y hace uso de otros momentos musicales paródicos para meter en el dedo a la herida de la historia de este país, incluso convirtiéndose en un director de orquesta, que le pide a la audiencia cantar con él la letra más aberrante y una melodía cacofónica acompañada de imágenes religiosas de ésas poco armoniosas, en el estilo de la Noche en el Monte Pelado de Mussorgsky en la película Fantasía.

Tártaro obra de teatro

Y sólo para demostrar que en México tenemos tan normalizada la cultura del narco, que ya ni siquiera nos provoca comezón, en un sólo momento de la obra rompe la cuarta pared para que el público lo ayude a complementar un glosario de palabras comunes de significados terribles que se usan en el crimen organizado como efuemismo de sumergir un cuerpo en ácido, por ejemplo, o sea, pozolear.

Tártaro obra de teatro

Sin duda una de las obras mejor conceptualizadas de la cartelera de hoy, Tártaro no puede ser descrita sino como brutal. Bella donde hasta duele que lo sea, inteligente, actuada de manera magistral, y con todos los elementos que la conforman y la vuelven una experiencia teatral imperdible, funcionando en su más alta capacidad. Que no los asuste bajar al inframundo con este mártir de una sociedad retorcida, por esta ocasión vale la pena abandonar toda esperanza para entrar con él al abismo.

Tártaro se presenta jueves, viernes, sábados y domingos en el Teatro Julio Castillo del CCB.