Los asesinos de William Shakespeare se reúnen en Tierra Baldía bajo un concepto que nos lleva hasta el infierno para verlos retorcerse con sus decisiones, en un foro de una personalidad siniestra muy única que permite a la puesta una ilusión realmente dantesca y al público una experiencia shakespearana nada similar a otras que se hayan vivido antes.
La cortina del Foro Contigo América se abre para revelarnos la sala de butacas tradicional y a la italiana que conocemos. Por un momento pareciera que Tierra Baldía va a tener un carácter más típico, montada en el teatro como muchas otras. Pero Yorick, el bufón cuyo cráneo Hamlet toma entre sus manos para reflexionar sobre la vida y la muerte, tiene otros planes. Nos pide seguirlo por un pasillo oscuro y hacia unas escaleras de caracol, mientras nos guía por el espacio con un quinqué para iluminar su camino.

Arriba hay otro teatrito. Uno engullido por vegetación que se mete de la calle y cae como cascadas por las paredes. El espacio perfecto para asumirse como el séptimo círculo del infierno de Dante, aquél que contiene a los asesinos. Ahí, Yorick, una figura de calavera como el personaje sin carne y sangre que nos presentó Shakespeare, se reencuentra con Hamlet, que sin tener muy claro dónde ha ido a parar ha entrado en una crisis de duda y lamento.

En un intento por abrirle los ojos, Yorick le permite ser testigo de las historias de Macbeth, Ricardo III y Othello, que parecieran rondar ese purgatorio recreando los momentos que los llevaron a cometer crímenes de sangre, para luego hundirse en la clarividencia de sus propias decisiones como castigo griego, enfrentando el abismo, la desolación y la locura. Para Macbeth, por supuesto, es el asesinato del Rey Duncan mientras duerme como invitado en su casa; Para Ricardo el de su hermano Clarence y la confesión de haber sido ejecutor del padre y el marido de Lady Anne para conseguir su mano en matrimonio; para Othello el de Desdemona, que llevado al colmo de los celos por un plan maquiavélico de Iago pierde toda razón y queda ciego ante la inexistente traición de su esposa.

Tierra Baldía es el resultado de un laboratorio y la adaptación de estos distintos textos de William Shakespeare por David Olguín y Consuelo Garrido, y da la sensación, en efecto, de nacer del juego y la experimentación. No es un montaje prolijo, pero lo que carece en limpieza lo compensa con ideas para salirse de la caja. Desde hacernos transitar hasta la panza del infierno, con Yorick como nuestro guía itinerante, que además jamás pierde complicidad con su público de una manera un tanto cínica, muy shakespeariana; y hasta la noción de iluminación de Leticia Olvera que usa candelabros en el suelo y un proyector de imágenes, que hace las veces de texturizador y al mismo tiempo delineador de luz que jamás permite a este espacio estar completamente iluminado, como seguramente no lo estaría el infierno, pero pinta recuadros muy específicos, que aún si no consigue nunca ser preciso, por la naturaleza del concepto, lo que otorga es densidad y personalidad a la puesta.

El visual es decadente, ayudado nuevamente por las ramas que caen del techo que más que diseño de escenografía son una suerte de la locación. Y el vestuario de Brisa Alonso, repleto de telas corrugadas como vendas cayendo sobre los cuerpos, junto con guiños a la idea de cintos y cadenas y elementos de guerra, dan coherencia a este purgatorio inescapable. El velo de Lady Anne entrando por atrás del auditorio seguida de tela negra infinita es uno de los visuales más preciosos y lúgubres de todo el montaje. Un absoluto acierto memorable.

El director (también actor), Guillermo Navarro, asume un tono fársico y ominoso, llevando a estos criminales de Shakespeare a la villanía ultra caricaturizada. En Tierra Baldía no hay sutilezas, Lady Macbeth y Iago son francamente eufóricos en su planear destrucción, con miradas desencajadas y una vileza maldita que destilan en cada palabra que sale de su boca, mientras Ricardo III disfruta con total crueldad de su propia falta de escrúpulos, como si de una travesura se tratara, haciendo del engaño placer. No son forzosamente aquellos de la dramaturgia de Shakespeare que si bien es cierto que de peritas en dulce no tienen nada, encuentran máscaras para no presentarse obvios, no, en Tierra Baldía quieren que sepamos que son malignos y amargos. Un concepto tan fastuoso como el maquillaje que los cubre que, como el que se usaría en teatros enormes para delinear cada contorno, y que en el pequeño espacio del foro más bien alude a la pantomima.

Tierra Baldía es como la ola de un mar desatado, cargada de energía, impulso violento, arena y espuma, un trabajo poco interesado en armonía donde puede expolotar para demostrar singularidad. Finalmente llamativa e intrigante, y un recordatorio de que William Shakespeare siempre escribió sobre los instintos más básicos, los amorosos y los detestables, y que usando su pluma como inspiración, siglos después, para el que así lo busca, lo juega y lo pretende, podemos seguir encontrando recovecos en estos personajes que representan lo humano, incluso en los espejos donde preferimos no mirar.
Tierra Baldía se presenta los martes a las 8pm en el Foro Contigo América.