Fuimos a ver & Juliet a Londres y aunque al principio no le teníamos mucha fe, nos demostró ser un musical con mucho pop y corazón.

Voy a ser el primero en aceptarlo: yo no le tenía fe a & Juliet.

De entrada considero que los musicales de rocola son un peligro. Normalmente las canciones están forzadas dentro de la historia, o peor aún, la historia forzada para ajustarse a las canciones. Creo que son pocos los musicales de rocola, no biográficos, que se salvan de realmente sonar orgánicos y tener algo honesto que relatar.

Por otro lado, West End Live de 2019 no me ayudó nada. En el concierto en Trafalgar Square el elenco de & Juliet interpretó Everybody (ésa que hizo famosa a los Backstreet Boys) y el número me pareció terrible. Habiendo visto la obra, ahora entiendo que es parte del punto, es un momento de comedia que no tiene por qué sonar bonito; pero así sin contexto lo que me provocó fue rechazo.

Sabía poco de la trama, meramente que era una especie de continuación de Romeo y Julieta de Shakespeare, y aunque la música de Max Martin me gusta, porque crecí en los 90, tampoco creo que sea la más profunda y narrativa como para funcionar en un musical.

Oh, estaba equivocado.

Nominada a nueve premios Olivier, incluyendo a Mejor Musical en 2019, & Juliet es una ficción dentro de una ficción. Detalle que cambia muchas cosas. Desde antes de comenzar con la puesta per se, el escenario del Shaftesbury Theatre se empieza a llenar poco a poco con el ensamble de la obra, que desde ese momento ya están bailando de manera increíble, aún sin música.

En escena hay un enorme letrero que lee & Juliet y distintos objetos que nos transportan a una especie de estudio renacentista. Entendemos después que es el espacio del mismísimo William Shakespeare, quien retado por su esposa, Anne Hathaway (sí, hay varios chistes sobre eso), que de algún modo se apropia de la ficción de Romeo y Julieta, decide cambiar el final de los Amantes de Verona para darle una segunda vida a Julieta, en vez de matarla, como acostumbra con sus personajes femeninos.

De modo que olviden todo lo que creen saber de los Montesco y los Capuleto, porque la historia original se lanza por una ventana, y Julieta recibe una yassificación modernizada, dos nueves amigues, une de elles trans, su nana, un nuevo interés romántico pansexual y físicamente poco hegemónico (cosa que se agradece), una distinta batalla que librar con sus padres, y una historia más de cuento de fantasía que de tragedia shaespeareana que toma lugar en París. Todo cortesía de Anne Hathaway, que le pone a William Shakespeare los pelos de punta con sus cambios al libreto.

Dado que la historia es una absoluta locura queerificada que meramente toma el nombre de Julieta porque ella es el gran ejemplo de la mujer que se sacrificó por un hombre que apenas conocía, pero no pretende ninguna coherencia con Romeo y Julieta, & Juliet se disfruta como cuento de hadas medieval, que busca liberar a este personaje de la visión masculina y en el proceso recordarle a la audiencia que el amor es libre, no reconoce géneros, y no es absolutamente necesario tampoco, porque estar solo y aprender a amarse a uno mismo, es igual de valioso.

Lo que resulta bellísimo del manejo de la música de Max Martin, que, para los que no lo ubiquen, es el compositor sueco que ha creado muchos de los grandes éxitos poperos, desde los de Britney Spears y Céline Dion, hasta más recientemente de Katy Perry y The Weeknd, es que se manejan como diálogos entre personajes. De modo que rara vez es un sólo actor el o la que canta el número entero, pero lo pelotean entre varios de modo que las líneas de las canciones se ajustan a lo que dirían desde su lugar en la historia.

De modo, por poner un ejemplo, que cuando Anne Hathaway y William Shakespeare se cantan ‘I Want It That Way’, él pregunta, «Tell me why?» y deja que ella responda, «Ain’t nothing but a heartache». Cosa que tiene mucho más sentido a si sólo uno de ellos lo cantara todo completo. Bajo esos términos le dieron la vuelta al aburrido concepto de rocola con frescura y además comedia que, en efecto, vuelven perfecta la música de Max Martin para esta historia ligerita.

Números como «I’m not a girl, not yet a woman», cantado por May, el personaje trans, adquiere un significado completamente nuevo, distinto y glorioso; ‘Stronger’ en voz de Julieta, casi al final de su camino, se vuelve enormemente empoderante y ‘That’s the way it is’ le permite a Miriam Teak-Lee (Juliet) y a Cassidy Janson (Anne) aventarse un numerazo que te hace olvidar por completo a Céline Dion y que en mi función provocó que alguien desde mezzanine gritara a todo pulmón, «Sing it, girl!». Así de emocionante.

Entonces & Juliet me ganó. Me enamoré de los personajes. Disfruté de estas canciones poperas con las cuales crecí en versiones musicalizadas a la West End, viví la fantasía de un mundo renacentista pasado por filtros de Instagram, lleno de glitter y acroíris, de lo más maximalista y me llevé un lindo mensaje, ni denso ni panfletario, de la posición de la mujer en una era de hombres, no sólo en el siglo XVI, pero que se viene arrastrando hasta el día de hoy y en muchos sentidos no hemos aprendido a darle la vuelta a la página cuando de retratar personajes femeninos se trata, canté, bailé, y salté de mi asiento para darle una merecida ovación a la compañía en el curtain call.

De modo que si van a estar de paso por Londres, o viven por allá y tienen ganas de ir a pasársela bien al teatro sin ningún tipo de pretenciones, & Juliet es su musical.

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