Cuatro hombres logran escapar del tiroteo y toman refugio en un sótano abandonado en Nomás Que Salgamos, una puesta situada en pleno 2 de octubre que entre intriga y política busca hablar sobre las convicciones de los estudiantes que levantaron la huelga, pero más que un ojo crítico, pareciera terminar villanizando a las víctimas en una provocación por crear tensión entre personajes.

La idea de estudiantes refugiados de las balas en un espacio cerrado que no se siente del todo a salvo durante la matanza del 2 de octubre de 1968 nos transporta directamente a una película de 1990 de Luis Fons: Rojo Amanecer. La forma en la que dentro de un departamento se conjugan miedo y convicciones para crear una escena dolorosa para el recuerdo de un México, en ese instante, terrorífico pareciera querer replicarse en Nomás Que Salgamos, un texto de Gabriela Ynclán, que busca jugar con motivos y personalidades para crear una atmósfera volátil, pero a falta de mayor antagonismo, acaba cuestionando los motivos de los estudiantes desde una visión trunca y un lenguaje que termina por re-victimizar a muchos de ellos.

Nomás Que Salgamos

Dos jóvenes llegan aterrorizados a un sótano cercano a la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Uno de ellos viene herido, el otro simplemente no puede sacudirse el pánico. El hombre herido forma parte del comité de estudiantes detrás del movimiento y muy desde el principio pareciera estancarse en una personalidad oscura, reacciones agresivas al mínimo de provocación, y en general una actitud osca, incluso con la persona que en ese momento tendría que ser su mayor aliado y red de seguridad, su amigo.

Nomás Que Salgamos

Al poco tiempo otros dos hombres caen en el mismo sótano. Otro estudiante, de actitud más liviana, a veces rayando en lo vanal y torpe, y un profesor al que Ynclán no logra darle mucha razón para formar parte del relato. La confrontación, en realidad, se centra en los tres jóvenes que quedan ahí atrapados escuchando las balas afuera durante toda la madrugada.

Mientras los cuatro relatan los sucesos que los llevaron ahí, la tensión no pareciera bajar nunca mientras el líder de los estudiantes insiste en buscar confrontación sin jamás perder el enojo, que va redirigiendo hacia su amigo, con el que habla de mujeres como si fueran enteramente descartables y al que acusa de ser homosexual y trata con total repulsión. Y el joven que llegó con el profesor, en un intento por disminuir calores propone una serie de lemas y manifiestos que lo hacen parecer bobo y en muchos otros momentos, ignorante.

Nomás Que Salgamos

Las escenas entrecortan con distintas miradas hacia el futuro. Una especie de qué fue de ellos, que pudiera o no ser aquello que los esperaba, o meramente una ventana hacia posibilidades. En esos futuros, el líder estudiantil ha perdido toda convicción liberal para transformarse en un político (o alguien cercano a la política, nunca es del todo claro) corrupto, cínico y engañoso; el hombre gay permanece luchando por causas justas, ahora, pareciera, desde una posición más burocrática, y el último estudiante sin mayores ideales fijados transita entre uno y otro solamente como visita, aliado al pensamiento del hombre al que está acompañando en el momento, con un tanto de tibieza.

Nomás Que Salgamos

Quizá Gabriela Ynclán pretendía hablar de lo frágiles que son las convicciones cuando las vendemos al mejor postor, o cuando desde un inicio las motivicaciones están descolocadas, pero a Nomás Que Salgamos le falla el ojo crítico y lo que recibimos es duda por parte de la autora a los quiénes y los porqués del movimiento. La obra se llena de momentos francamente misóginos y homofóbicos que, nuevamente, Ynclan no se molesta en juzgar desde la capacidad de la obra para ser crítica a partir de su narrativa, pero los deja suceder hacia lo normalizado. «¡Estás histérico!», le grita el líder a su amigo. A lo que él contesta: «No soy una mujer». Mientras en un pequeño monólogo habla de lo mucho que sufre internamente por ser homosexual, básicamente etiquetándose a sí mismo como enfermo. Y cierto, en 1968 muchos de estos conceptos que hoy entendemos enteramente aberrantes estaban normalizados, y quizá la autora sólo pretendía retratar a partir de la mirada de una época distinta. Pero repito, el ojo crítico faltante le impide tomar postura, y en variados temas Nomás Que Salgamos pareciera querer decirnos: estoy bien con esto.

Nomás Que Salgamos

El montaje de Manuel Durán se recarga en tres actores muy capaces. Federico Lázaro, Darío Campos y Samuel Chávez como los tres estudiantes, que a pesar de tener entre las manos un texto que los pinta como una sola cosa de forma reiterativa: el afectado, el enojado, y el irónico, consiguen crear muchísimos momentos de verdad y armar una escena francamente disfrutable. Cada uno desde un lugar memorable que hacen de estas escenas conversacionales, cuya tensión nunca crece o decrece, sólo permanece, llamativas en su capacidad de sólo ser retrato de un momento específico de la historia, sin mucho más arco dramático del cual podamos hablar. Lázaro, en especial, se entrega a una total vulnerabilidad y carga con el corazón de la puesta.

Nomás Que Salgamos

Donde más flaquea la propuesta de Durán, además de una iluminación monocromáticamente azul que roba de mucha textura la imagen, es en sus cortes secos. El ritmo que el elenco se ha dedicado a sostener se desploma definitivamente durante las muchas larguísimas transiciones entre escena y escenas, varias de ellas meras elipsis temporales. Aún cuando Manuel Durán busca dejarnos con música que pueda entretener algo de nuestros sentidos mientras todo se acomoda para lo que sigue, no encuentra la manera de seguirle el ritmo a la puesta y pierde muchísima de la atención y foco en oscuros que -en toda realidad- no son necesarios.

Nomás Que Salgamos

Nomás Que Salgamos inicia fuerte. Videos reales de la matanza del 68 se proyectan sobre la escena poniéndote la piel chinita y la sensación de peligro constante es una que recordamos con lamento. Cuando decimos que el 2 de octubre no se olvida es porque seguimos recordando, seguimos creando, seguimos manifestando, y obras como Nomás Que Salgamos son parte de ese no olvidar. Con intenciones más claras y el foco en los mensajes correctos, obras como ésta nos mantienen pendientes de no permitirnos repetirlo. Y eso siempre será valioso. Ahora, la creación de una trama a partir de lo sucedido que pueda convertirse en un conflicto completo y le permita a los personajes moverse argumentalmente, aún si en realidad no tienen más que hacer sino esperar en un sólo espacio físico, eso ya es harina de otro costal…

Nomás Que Salgamos se presenta en variadas fechas, algunos jueves y martes a las 8pm en Teatro Enrique Lizalde.