Una casa en el mar reúne a cuatro mujeres con historias muy distintas, pero de algún modo conectadas desde la figura de la madre y el espacio que se convierte en símbolo del lugar de dónde venimos o al que vamos a refugiarnos. Por El Mar conmueve con una historia linda, pero apantalla desde el diseño de producción, especialmente el trabajo de proyecciones que en esta obra insospechada en el CCB termina por ser uno de los visuales más impactantes del año.

Es curioso entrar a Por El Mar en Teatro el Granero sin saber lo que esta obra tiene planeado para uno. Una llamativa escenografía se para en medio de un escenario a tres frentes, sin duda interesante pero hasta ese momento inerte, pero no es sino hasta que se apagan las luces que la verdadera magia del teatro inicia, en Por El Mar de una forma muy literal. Teté Espinoza entra hacia el centro del aparato escenográfico y somos inmediatamente lanzados al fondo del mar con ella, a través de un franco espectáculo audiovisual que pareciera literalmente mecerse con olas y brillar en un azul intenso que no puede sino ser agua… agua en movimiento.

Por El Mar en Teatro el Granero

Y la genialidad se encuentra en el concepto. Porque nada en este texto pide abstractos o magnificencia, pero la directora Rebeca Trejo y su equipo creativo (el de todas y cada una de las áreas) lo abordan desde la creación de una burbuja completita, que por un lado y para ciertos elementos se encuentra lejos de la literalidad, y en otros predispone el valor estético sin nunca perder de vista que nosotros, público, podamos ver y sentir el agua. No sólo el mar. Pero el agua en todos sus sentidos y todas sus interpretaciones. La fluidez, la capacidad de lavar y llevarse cosas, y la mística de un elemento al que le hemos dado significados de fertilidad y renovación.

Por El Mar en Teatro el Granero

En la Francia de la escritora de la obra, Anaïs Allais Benbouali, una joven (Astrid Mariel) cuya madre falleció apenas un año atrás y ella no ha dejado de sentir el dolor de su partida, se dispone a vender la casa de playa que pereneció a su mamá, tal vez a manera de dejar ir un recuerdo que ahora le resulta doloroso. Una casa que no está en las mejores condiciones, y ella lo sabe, pero que a pesar del deterioro mantiene un carácter único y pintoresco que atrae a otra mujer (Mahalat Sánchez) que ve en este espacio lejos del mundo la posibilidad de un nuevo comienzo, luego de una rocosa relación con su hija que no es ni para contestarle el teléfono.

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El cuadro lo completan la visión de la madre fallecida (Teté Espinoza) que pareciera regresar a ésta que fue su casa para reconfortar a una hija que no ha terminado de despedirse, y Asia, una inmigrante árabe en busca de asilo (también interpretada por Teté), que se aparece en la casa una noche de tormenta porque escuchó que la dueña, también en algún momento del pasado migrante, pudiera ayudarla a comenzar una nueva vida lejos del país en el que arriesga su seguridad quedándose. Esa dueña ya no existe, pero Asia encuentra en las otras dos que se han quedado en el lugar para protegerse de una tormenta afuera a otras dos almas también perdidas, también buscando su lugar en el mundo.

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Por El Mar se ancla en un lugar de mucha mística, no forzosamente realismo mágico, pero sí le otorga a esta casa, cuyos muros las mujeres insisten en tocar, la capacidad de contener un espíritu propio, y un aura de sanación. Todo conectado con su dueña original, la mamá, que pareciera haber guiado a Asia hasta la puerta de ese hogar para asegurarse de que se encontrara con su hija para no dejarla sola. Es una obra que no requiere escribir tal cual a los espíritus en movimiento para que podamos sentirlos. Saber que los que se han ido, no se han ido del todo. Y que la gente que llega a nuestras vidas no lo hace por mera casualidad. Como las olas que tocan la arena, todo está conectado con aguas mucho más grandes y profundas.

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Entendiendo este espacio como uno cargado de significado, Jesús Hernández, diseñador de escenografía e iluminación se aleja de lo obvio, y en vez de hacer de la casa paredes muy literales, convierte su aparato escénico en un cuerpo con órbitas. Como un planeta, una tarima giratoria que va mostrando varios lados, acompañada de un marco que también rota de manera independiente para hacer varias figuras a partir de la misma estructura que, además, iluminada por luces led en las orillas se convierte en una orbe que pareciera tener su propia fuerza de gravedad. Ese aparato por sí sólo ya es un acento, pero no se detiene ahí.

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Rebeca y Jesús tapizan pared y piso de un material metálico y corrugado pintado en un azul destellante, que al fondo pudiera sólo parecer el mar al que tanto se alude en el texto de Anaïs, pero que en el momento en que iluminación y proyecciones hacen lo suyo convierten el espacio en el Granero en un franco planetario. No quizá desde lo astral, pero sí desde lo cósmico, logrando ilustrar de manera hermosa e impactante sí el agua del océano, pero también la lluvia, las ventanas mojadas, incluso el cielo nocturno estrellado. La imagen que Karla Sánchez y Miriam Romero proporcionan con su trabajo de proyecciones es una que roba el aliento, y que una y otra vez conforme regresa a escena vuelve a clavarse en los ojos con un suspiro de sorpresa.

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Un trabajo en equipo que se siente tan cohesionado que pareciera que una sola persona trabajó en él, cuando sabemos que en realidad no, hay todo un equipo detrás de la construcción de esta burbuja, que incluye el preciso y detallado diseño de sonido de Carlos Gómez Matus (otra de los elementos preciosos de Por El Mar, sin duda) que Rebeca Trejo supo sintonizar en un unísono como el pocas veces se percibe en teatro. Uno donde todos y cada uno de los elementos parecieran darse la mano entre ellos sin que ninguno pueda soltarse. Una verdadera amalgama que además pareciera fluir en efecto como agua, de pronto en varias direcciones pero siempre regresando a la misma matriz.

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Y no quisiera dejar a un lado al elenco. Una obra con tres mujeres encerradas de la lluvia en una casa requiere de actrices muy capaces. Por El Mar no es rebuscada, no busca el lucimiento, Anaïs Allais escribió un texto humano y lleno de recovecos para que las actrices los puedan encontrar. Y lo hacen. Astrid Mariel lleva la batuta como una mujer cuyo duelo ya tiene un poco de polvo. No es una pérdida reciente la suya, sólo es un ciclo que no ha terminado de cerrarse. Astrid va llenando su vasito con dolor, pero también con un poco de sanación, con algo de pretender ya estar en otro lado, con ganas de volver a ser la de antes, y crea un personaje muy completo y muy entrañable.

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Mientras Mahalat Sánchez, cuyo personaje pudiera parecer árido y protegido, es en realidad una mujer desesperada por iniciar una nueva vida en un espacio que pareciera querer retarla a darse por vencida, o a batallar hasta las últimas consecuencias. Su papel es más seco, pero resguardado, y ahí se encuentra el que Mahalat pueda darle vida más allá de lo osco. Y Teté Espinoza se atiborra de momentos de comedia con una Asia que de pronto no tiene filtros y su candidez pudiera ser tomada como una curiosidad incómoda, pero al mismo tiempo resulta enormemente maternal, cálida, y llegado el momento de escribir la carta para pedir asilo cae en sus momentos el gran monólogo de la obra con el que Teté se desgarra para rápidamente componerse, como seguramente Asia ha tenido que hacer toda su vida, en una cultura que la hubiera castigado simplemente por ser quién es si ella se hubiera dejado.

Por El Mar en Teatro el Granero

Por El Mar transita por el concepto de una madre y lo entiende como un lugar seguro. Son los brazos de una mamá tanto como lo es la tierra que nos vio nacer, y ambos guardan en ellos la seguridad de darnos pertenencia, identidad y tranquilidad. Una obra de aristas filosófica, otras tantas espirituales, y sí, también algunas políticas que vienen con una historia de desplazamiento y migración. Un relato que enternece, y un montaje que se queda clavado en tus pupilas. Como las cenizas que se esparcen por el agua de las olas, Por El Mar pareciera querer regresarnos a un todo. A un lugar donde somos uno, a un núcleo donde no estamos solos.

Por El Mar se presenta jueves, viernes, sábados y domingos en el Teatro el Granero del CCB.