Diego del Río le entra a la sátira polaca con un montaje que mezcla su característico espacio actoral, su cuadrilátero de ficción, con una noción crítica y voyeurista en Entre Nosotros Todo Va Bien, un ácido texto sobre la Polonia post-guerra de actuaciones barrocas y el retrato de una sociedad embebida y vulgar que para bien o para mal acaba teniendo muchos puntos de comunión con cierta mentalidad mexicana, aún si la puesta está situada a más de diez mil kilómetros de distancia.

Diego del Río se ve lanzado hacia parajes quizá poco explorados antes por él, gracias al intercambio cultural de este año en Dramafest. Uno que le da la oportunidad a un director mexicano de trabajar un texto polaco (y visceversa en la obra Arde Todo Mientras Canta) y que enfrenta a Diego con la realidad de un país migrante europeo, aún cimbrado por el eco de la guerra, desde el humor negro y la hipérbole en una intensa obra cargada de contenido y una farsa que expone los dolores sociales de otro país, que en más de una cosa termina por ser penosamente similar al nuestro.

Entre Nosotros Todo Va Bien

En un pequeñísimo departamento decadente cohabitan de manera rabiosa tres mujeres de distintas generaciones. La abuela marcada por la guerra teme ante todo que vuelva a suceder; la madre pasa el tiempo con su vecina entre carcajadas desgañitadas y recetas repugnantes de cocina, y la hija que continuamente toma su triciclo para dar vueltas prácticamente en círculos en una vivienda diminuta, se aferra al cinismo y el humor agrio para confrontar continuamente a su madre y asustar a la abuela que carga con ella un globo de helio hecho con un condón.

Entre Nosotros Todo Va Bien

Las mujeres que de manera literal se suben unas encima de las otras para caber en el espacio, rodeadas de envases vacios de yoghurt, plástico por doquier como la preocupante imagen de tantos espacios públicos que se han vuelto bote de basura comunal, se vuelven a su vez espectadoras de la faramalla televisiva de la cadena local, conducida por una siniestra reportera, racista y manipuladora, mucho más interesada en el tipo de drama amarillista que da rating y que alimenta a un público hambreado y abotagado, que en cualquier historia de periodismo serio. Que ha invitado a su programa a un actor novel que ve sus sueños de ser admirado con respeto desvanecerse ante un espectáculo que lo que quiere de él es corriente exposición.

Entre Nosotros Todo Va Bien

En contraste, en otro medio como el cine, un pretencioso y agresivo director en busca de crudeza y verdad termina igualmente atropellando el ideal por lo jugoso mientras se debate en usar a una actriz excesivamente volcada hacia su propio arte o una bellísima robot a la que no se le borra nunca la amigable sonrisa de Miss Mundo no importa qué tipo de instrucciones se le pidan. Un precioso recordatorio del pan y circo que es la cultura mediática y del espectáculo en un países donde la distracción se vuelve enajenación, y el público que en sus casas no encuentra más que ocio y realidades sombrías, sólo se ve entretenido con lo excesivo y lo grotesco. Muy apropiado en una era donde -no en Polonia- pero aquí, los realities de confrontaciones violentas y nocivas se consumen casi tanto como la Coca Cola.

Entre Nosotros Todo Va Bien

El texto de Dorota Masłowska para Entre Nosotros Todo Va Bien es intenso e inteligente. Humor ácido y excedido que Diego del Río lleva hasta rayar con el absurdo y recarga su potencia en el elenco para llevar la patraña a un lugar tan grimoso como la rasposa realidad que satiriza con lo agigantado de sus personalidades y sus inconcebibles interacciones. Pilar Flores del Valle como la madre se asume en la total desvergüenza, mientras Aída del Río como la robot se pavonea jamás perdiendo la desesperante perfección, Astrid Mariel encuentra en las vocales la forma de exceder su dote artística, y Gerónimo Espeche se raspa los ojos apenado buscando complacer a quien le ha pedido que imite a la población china, finalmente tomando el kool-aid y aceptando que tal vez ésa ya es su vida.

Entre Nosotros Todo Va Bien

Pero en contraste, Paloma Woolrich, chiquita y frágil, carga por el entero de Entre Nosotros Todo Va Bien con un recuerdo que no vemos sino para el final que hace de su abuela una figura rota desde hace décadas; y es Anahí Allué, con ese poderío presencial y una voz ronca y penetrante la que hace suyos de forma magna los momentos de mayor incredulidad, y las risas más perversas del público, con su reportera de televisión frenética y diabólica, que a pesar de pintar desde lo más deleznable no deja de recordarnos a figuras da la farándula, el periodismo y hasta la política que no están nada lejos de su despreciable necesidad por alimentar con pus a sus espectadores.

Entre Nosotros Todo Va Bien

Entre Nosotros Todo Va Bien no es un trago dulce y ligero, muy por el contrario te pide que te sumes a su locura, y luego la reconozcas a tu alrededor. No deja de ser interesante ver a Diego del Río ensuciarse tanto las manos y alejarse del estilo fino y pulido que lo caracteriza, por enlodarse un ratito en el arrabal. Más con esta oportunidad que le ofrece a él, a su elenco, al público la capacidad de pasearse un ratito por aguas extranjeras, que sin duda a momentos se sienten francamente polacas y ajenas de una manera intrigante -tal vez la obra de Masłowska no hubiera sido montad aquí de no haber sido por la propuesta de Dramafest- y al mismo tiempo, ahí donde uno puede reconocer lo manchado, la mugre se ve igual en todos lados.

Entre Nosotros Todo Va Bien se presenta por última vez este 4 de diciembre como parte de Dramafest en Teatro El Galeón Abraham Oceransky del CCB.