El reboot de la serie de los 70’s, Fantasy Island, ahora en forma de película, es una compilación de aburridos clichés, una convulsión de tonos y género sin sentido, y al final un terrible homenaje para una serie que, hey, sí era kitsch, pero que Jeff Wadlow (director) ha llevado a nivel de insultante para la inteligencia de cualquier espectador.

En una isla apartada del mundo (interpretada magníficamente por Fiji, tenemos que decir) un grupo de ganadores de un concurso llega para encontrar la manera de hacer todas sus fantasías realidad. No importa lo imposibles o apartadas de la realidad, Mr. Roarke (Michael Peña, como lo mejorcito de la película) les promete que la magia en la isla es capaz de darles lo que su corazón realmente desea. Pero también les advierte: no todo es miel sobre hojuelas cuando se cumplen las fantasías, y cada uno de ellos tiene que ver la suya hasta el final, nada de salirse antes del juego porque ya no les gustó.

Los huéspedes no muy entienden el concepto y deciden entrarle de lleno al poder de la isla. Melanie (Lucy Hale) que comienza como un personaje seguro y repleto de sexualidad, rápidamente se olvida de su personalidad para regresar al que tantas veces le hemos visto en decenas de proyectos: Aria de Pretty Little Liars (que parece no poderse quitar de encima) lo único que quiere es vengarse de su bully de primaria; Brax y JD (Jimmy O. Yang y Ryan Hansen) lo quieren tener «todo», cosa que parece que básicamente quieren vivir en une eterna fiesta a la Proyect X con modelos hombres y mujeres en cortos trajes de baño por doquier; Patrick (Austin Stowell) quiere vivir su fantasía de ser soldado (sip, para algunos eso es una fantasía digna de deseo) y Gwen (Maggie Q) no sabe realmente lo que quiere, sólo entiende que está deprimida y quiere borrar ciertos errores en su vida.

Todos ellos reciben la oportunidad de ver sus fantasías realizadas, pero como Rourke anunció desde un principio, cada fantasía se va convirtiendo en…¿pesadilla? cuando los deseos se empiezan a corroer para dejar salir su lado más oscuro. Y pongo «pesadilla» entre signos de interrogación porque para algunos de ellos, especialmente para Brax y JD la transformación terrorífica francamente parece chiste.

Los momentos terroríficos no tienen en realidad nada de aterrorizantes y los clichés no tardan en ser expuestos uno tras otro. Lo que pudo haberse convertido en un bien logrado capítulo de dos horas de The Twilight Zone se acaba volviendo un aburrido bostezo del que no han pasado ni 15 minutos cuando ya quieres tomar el avión de regreso a casa.

Y lo peor son los twists, unos básicos y algunos incongruentes; de hecho, el gran twist al final de la película, no hace falta que le pienses mucho para darte cuenta de la inconsistencia en la trama. Aaaalguien tuvo que haber tenido la capacidad de ver en el pasado para descubrir las caras de sus víctimas, y pues eso, es francamente imposible, lo que vuelve la entera premisa de Fantasy Island un manjar de huecos sin sentido en los que el director Jeff Wadlow se regodea sin necesidad de explicarlos, como ya había hecho antes en la terrible Truth or Dare, y sus actores (la mayoría de ellos, caras bonitas de la televisión) se vuelven tan apáticos en sus interpretaciones rutinarias, como los mismos guionistas de la cinta cuando decidieron hacer un homenaje a un clásico de los 70 con las menores sorpresas posibles.

Acartonada y enteramente aburrida, definitivamente el deseo más grande de nuestros corazones es olvidar por completo que alguna vez vimos Fantasy Island. ¿Será que nos cumples la fantasía, Mr. Roarke?