Nominada actualmente al Tony en Broadway y ganadora del Pulitzer en 2018, Costo de Vida llega al Helénico como ópera prima de Samuel Sosa, con un elenco que prioriza la visibilidad y representación de un sector muy olvidado por el teatro, para enfrentarnos con aquello que pagamos en salud física y emocional simplemente por sobrevivir en un mundo que a veces pareciera obstinado en hacernos pedazos.

En el texto original de Martyna Majok, Costo de Vida expone dos relaciones: una entre un hombre con parálisis cerebral y su nueva cuidadora, y otra entre una mujer que ha quedado parapléjica luego de un accidente y su ex esposo camionero, alcohólico en recuperación, para analizar la forma en la que una discapacidad pudiera parecer meramente física, pero para muchos la que se esconde detrás de un aparente cuerpo funcional es emocional y gigantesca, más impedimento para avanzar y vivir que aquella obvia a la vista.

Costo de Vida en el Helénico

En México y para poder incluir a los actores Arly Velásquez y Sandra Jiménez, y sus historias más cercanas, los personajes viven con una discapacidad diferente, pero en resumen la trama es la misma. La cosa con Costo de Vida es que hay dos personajes rotos y entumidos, detenidos por quiebres que les impdiden volverse a armar, buscando ciegamente funcionar, conectar, perdonarse y perdonar. Y otros dos, los que usan silla de ruedas, mucho más indispuestos a la derrota. A veces agrios y sin duda defensivos pero más valerosos que sus contrapartes que han sido pateados por un costo de vida que se ha cobrado en moneda anímica.

Costo de Vida en el Helénico

Sosa con la ayuda de Adrián Martínez Frausto en el diseño de escenografía e Ingirid Sac en el de iluminación hace una cosa muy bella y se sale del realismo para aludir al hecho de que todos somos personajes de nuestras propias vidas. Actores ante un mundo que nos percibe como espectador, jugando a formar parte de escenarios que de viñeta en viñeta forman nuestra historia. De modo que lo que vemos en el Helénico es un franco foro y los sets que conformarían el diseño de producción de una filmación.

Costo de Vida en el Helénico

Martínez Frausto nos invita a percibir la escena como eso… una escena. Con madera que se devela detrás de las paredes falsas; luces, cables, cuerdas que se alcanzan a notar, puertas que por detrás no llevan a nada, y piezas que se mueven como lo harían en un espacio construido para la creación de ficción, este Costo de Vida no pretende sumergirnos en una casa, una cocina, un baño, pero en un mundo de notoria fabricación que además resulta precioso cuando se abre y cierra como casa de muñecas.

Costo de Vida en el Helénico

Sumado a la concepción de una vida que no es más que un montage, Samuel Sosa hace uso de staff que entra, mueve y se coloca en escena, muy a la vista, parte del trazo, nuevamente recordándonos que aquello que nos hunde es tantas veces nuestro propio espacio de creación. Somos nosotros. Nuestros miedos, nuestras incapacidades, nuestros fantasmas, nuestros secretos y aquello que preferimos no contar en voz alta, eso que otros no se pueden dar el lujo de ocultar y tienen que anticipar vivir atentos a la mirada ajena.

Costo de Vida en el Helénico

Este dispositivo y la decisión de casting de traer verdad a una puesta que pide a gritos la visibilidad que para muchos resulta tan fácil falsificar no deja de ser un arma de doble filo. Por un lado la producción entiende que hoy la representación importa, que las historias pertenecen a aquellos que les pueden dar sentido desde la vivencia personal, que la comodidad y el privilegio no se pueden anteponer ante la inclusión, y eso se les tiene que aplaudir enormemente; pero por otro estas complicadas transiciones escénicas y los largos diálogos entre actores que no se tienen más que el uno al otro en parejas, y para dos de ellos, las tablas son algo muy nuevo, disloca el ritmo y crea pausas que golpean la cadencia del montaje y lo vuelven inevitablemente cansado, a momentos, incluso frío.

Costo de Vida en el Helénico

Elena del Río y Humberto Busto cargan con el peso emocional de la trama y verlos trabajar desde un lugar tan carcomido es sin duda agorzomador tanto como cautivante, pero Samuel Sosa -que en esta ocasión se sale de su zona de comfort como productor para entrarla a la dirección- los restringe en movibilidad, y siendo ellos los que tienen que llevar sobre la espalda el trazo, el ritmo y el vigor de la obra, rara vez logran pararse fuera del centro del escenario o mirar de otra forma que no sea de perfil. El montaje, de por sí complejo y denso, queda reducido a pocos metros heliocentristas con un enorme desperdicio de espacio y capacidad de creación de figuras que el Helénico permite con un escenario grande y vistoso. Cosa que se contrapone precisamente con el aparato escénico que es todo menos estático.

Costo de Vida en el Helénico

A pesar de las limitantes el montaje tiene momentos narrativos y visuales potentes y memorables. Toda una escena en la que el personaje de Arly es ayudado a bañarse en tiempo real es inevitablemente pasmosa, mientras el personaje de Sandra tan llena de resentimiento tiene muchísimos desemboques hacia la comedia que llenan de aire una puesta muy cargada de seriedad, con simpatía y timing. Lamento, sin embargo, que un bello momento escenográfico que involucra una máquina de nieve falsa no se aproveche como recuadro cuando otros mucho menos preciosos reciben mayor atención al detalle.

Costo de Vida en el Helénico

El texto, sin embargo, es valiosísimo. Devastador sin necesidad de convertirse en melodrama, Costo de Vida no busca la manipulación emocional a través de ninguna tragedia, por el contrario, se coloca ahí donde la realidad simplemente amarra y lastima y pudiera ser la historia de cualquiera, la de muchos; y jamás se para en un lugar condescendiente con ninguno de sus personajes, a los que les otorga dimensionalidad a partir de derrotas y defectos de caracter, y los hace humanos sin excepciones, permisos o lamentos.

Costo de Vida en el Helénico

Elena y Humberto regalan un trabajo impecable y vulnerable, y en su única escena juntos, son ellos, son esos personajes, los que acaban por desgarrar. Costo de Vida es un trabajo necesario y una obra que da gusto ver desde muchas aristas. Un montaje, además, que propone un espacio para sillas de ruedas en el Helénico, que no se tenía antes, y que viene a cambiar percepciones desde la butaca y hasta la escena. Un proyecto duro y honesto que no está ahí para consentir al espectador, pero para retratar aquello que a veces nos cuesta tanto aceptar ante nosotros mismos y mucho más ante los demás: la vida cuesta y cuánto.

Costo de Vida se presenta lunes, martes y miércoles a las 8:00pm en el Teatro Helénico.