La nueva película en la franquicia Jurassic World entrega las emociones esperadas, pero nos deja deseando más en una historia que parece salirse por las vías incorrectas y usar recursos que se sienten como patadas de ahogado.

¿Se puede seguir exprimiento la saga Jurassic Park con la misma cantidad de emoción, novedad, sorpresa, miedo, hipnósis que lo hizo aquella primera de Steven Spielberg de 1993? Ya cuando ni siquiera J.A. Bayona (El Orfanato, A Monster Calls) puede lograrlo, parece que está un poco fuera de las manos de Hollywood.

En esta nueva Jurassic World Fallen Kingdom, los dinosaurios de la Isla Nublar están nuevamente en peligro de extinción debido a la activación de un volcan que puede hacer erupción en cualquier instante. La posibilidad de ver morir a los únicos dinosaurios actualmente vivos del mundo, levanta un debate sobre si deben o no ser rescatados y qué tanto la humanidad está jugando a ser dios manteniéndolos vivos.

Pese a la discusión, Claire (Bryce Dallas Howard) es recultada bajo falsas promesas de «¡Libertad para los dinosaurios!» para viajar nuevamente a la isla e intentar salvar a unas cuantas especies de la muerte, entre ellas a los raptors, cuya única sobreviviente, Blue, es demasiado inteligente para ser capturada por militares. Entra Owen (Chris Pratt) a escena para ayudar con la misión, que eventualmente se derrumba cuando la verdad sale a la luz y los dinosaurios son llevados a la ciudad para ser vendidos en una subasta maligna (digna de villano de Batman); y peor aún, cuando Dr. Wu regresa con un nuevo híbrido llamado el Indoraptor (mil veces más peligroso, inteligente, astuto y mortífero que todos los dinosaurios jamás conocidos por el hombre) que al escaparse convierte la mansión del millonario Lockwood en una carnicería épica.

Y he aquí el problema. Hay episodios de los Dinosaucers (¿si se acuerdan de esa caricatura, verdad?) con tramas más creíbles y menos forzadas que ésta.

El primer acto de Fallen Kingdom es enteramente disfrutable. Secuencias enteras de acción, escape y aventura mientras Claire, Owen y su nuevo grupo de amigos (y futuros enemigos) se enfrentan a una Isla Nublar en ruinas, con el constante peligro de ser consumidos por lava o una mordida bien dada de cualquiera de los múltiples dinosaurios carnívoros que se encuentran en el territorio. La media hora de acción que entrega Bayona que culmina con una espectacular escena de estámpida y una caída por un risco al mar, es lo mejor de toda la cinta. Si bien no logra capturar el suspenso de un vaso de agua agitándose con la llegada del T-Rex, sí nos llena de imágenes atrevidas que mantienen al filo del asiento, y una toma sobre el muelle de un herbívoro siendo consumido por humo negro que te hiela la sangre.

Pero, para cuando los dinosaurios llegan a la ciudad, y la historia se traslada a una mansión casi encantada en la que vive un ¿clon? y villanos Bond (retorciendo sus bigotes con sus risas malvadas) se convierten en seres en saco y corbata mucho más peligrosos que cualquier T-Rex, y el Indoraptor se escapa de su jaula como una especie de alien capaz de perseguir a nuestros protagonistas hasta el confin del universo con sus garras tamaño niño pequeño, y Blue se alía con los héroes olvidando por completo sus instintos dinosauriles, para mejor entrarle a las luchas UFC con el indopraptor, todo parece perder sentido y la emoción se queda en el recuerdo de las últimas escenas verdaderamente jurásicas que nos presentó la película.

Peor aún, la cinta, que programa el inicio de una tercera en la saga de Jurassic World, no deja a su sucesora sino un camino que ya no puede ser manejado con la magia de Spielberg, pero más bien con la falta de sutileza de una Rampage (con Dwayne Johnson), quitándole a Jurassic World III la posibilidad de corregir el camino y regresar a sus orígenes con una historia que no requiere de híbridos, alteraciones genéticas ni escenarios nuevos, pero de creatividad y un manejo del suspenso que nos vuelva a hacer sentir lo que ver a una niña con una cuchara de gelatina temblándole en las manos nos hacía sentir.

Menos es más, Hollywood, menos es más.