La mayor virtud de Los Monstruos es que es inesperada. Un musical hecho y derecho con sólo dos actores en escena, y una pequeña orquesta de cuatro escondida tras bambalinas que te engaña desde lo subestimable, haciéndote creer que vas a ver una comedia ligera, sin duda divertida, pero tal vez no más que eso, y cuando menos te das cuenta te estás agarrando el estómago preguntándote en qué momento te metieron golpes tan viscerales.

Escrito y dirigido por Emiliano Dionisi, con música y letras de Martín Rodríguez, Los Monstruos es originalmente una obra argentina que la misma Anahí Allué, quien la protagoniza, se ensañó con traer a México y posteriormente trabajó en la adaptación para nuestro país junto con Alan Uribe y Juan Carlos Franco.

Los Monstruos en Foro Lucerna

Muy al estilo de otro musical con sólo dos actores en escena, The Last Five Years, gran parte de la obra, Sandra (Anahí Allué) y Claudio (Alex de la Madrid) comparten espacio físico escénico sin realmente convivir dentro de la ficción. Son contados los momentos en los que ambos se encuentran realmente dentro de las historia, y mucho ojo a ésos porque son los que verdaderamente cimentan la evolución de su eventual crisis, y el resto del montaje se dirigen a «sus hijos», construyéndolos en el aire, experimentando la paternidad desde esquinas diferentes.

¿Qué es Los Monstruos? Inicialmente uno pensaría que una comedia. Sandra y Claudio abren el musical convenciendo a la directora de una escuela sobre el porqué tendría que aceptar a sus hijos, Lola y Pato, a mitad de semestre escolar, como si tuvieran que defender, de una manera casi inconsciente, las personalidades de sus niños, tratadas desde el segundo uno del montaje como potencialmente «no del todo normales», siendo que en realidad, Lola y Pato se comportan como tantos niños allá afuera.

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Una es calladita e introvertida, él otro es hiperactivo y explosivo, pero los papás sienten esta necesidad casi culpista de justificar que sus hijos sean niños no modelo. ¿Que quiénes sí lo son, honestamente?

A partir de ahí, Los Monstruos se maneja a partir de viñetas, pequeños vistazos a la vida en familia de cada papá-hijo, que va transitando por las etapas más clichés posible, desde el clásico «nadie te enseña a ser papá», hasta el «te compro un helado, un juguete, lo que quieras, pero obedéceme» de una manera que es inevitable ver reflejado a padres que conocemos, que somos o que sabemos que seremos, de modo que las carcajadas no paran de sonar durante, fácil, la primera media hora de la obra.

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Pero luego la cosa va cambiando. Lola y Pato desde actitudes que a simple vista pudieran ser parte de la irreverencia infantil, comienzan a comportarse cada vez de forma más problemática. Y cuando los escuchamos hablar por primera vez, en dos soliloquios en los que Alex de la Madrid y Anahí Allué hacen un sencillo pero poderoso trabajo corporal y vocal para regresar a la niñez, queda claro que hay más oscuridad en estos niños de la que dábamos crédito inicial.

Y entonces el musical ya no es una comedia. La trasición es rápida y casi intangible. Claudio acusa a Lola de haber agredido a su hijo lastimándole los testículos, y luego de perder el caso frente a una manipuladora Sandra, desquita su coraje contra Pato y decide que es momento de que su niño «gordo» haga algo importante de su vida, tome clases exracurriculares de todo, y la voz que hasta ese momento se había mantenido en balada pop para El Equipo Ganador por primera vez enrronquece para dejar salir coraje en un número musicalmente mucho más agresivo.

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Mientras Sandra pierde los estribos incapaz de bajar a su hija de un árbol, y canta la que es probablemente la mejor canción del montaje, «¿Por qué a mamá?», en la que casi en staccato y de manera colérica e intensa comienza a amenazar a Lola de estar próxima a recibir el peor castigo jamás imaginado; y en el que deja claro que mucha de su preocupación no es tanto el que su niña de pueda caer de la altura, que sí, pero que los otros papás en la cercanía la están mirando, la están juzgando. La están pensando como una pésima madre. Y eso le duele a cualquiera, no pretendamos lo contario. Te hace sentir un monstruo.

Los golpes de realidad sobre la paternidad y al mismo tiempo la vivencia infantil comienzan a llegar ligeros y a la cabeza, para irse intensificando, dejando todo rastro de comedia atrás, y empezar a sentirse dolorosos directamente en la tripa. La historia que comienza con unos papás y unos hijos que, como muchos, aún desde lo amoroso llegan a sacarse de quicio, por la mera falta de control de Lola y Pato, que nace únicamente de la madurez y no hay manera de apresurarlo, eventualmente se torna oscura para ambas familias hasta culminar en un lugar donde es difícil respirar, donde se puede hablar de monstruosidad, y donde Sandra dice uno de los diálogos más intensos de la obra: «Tengo miedo de ella y tengo miedo de mí».

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Los Monstruos no es un musical genérico. No es ése que crees que te va a hacer pasar bien hora y media de tu tiempo y vas a olvidar en tres días. Los Monstruos se clava con uñas y dientes en el que lo está viendo, y su mayor don es que está disfrazado de ingenuidad y ternura, que es poderosamente insospechado.

Ahora, es cierto que los números musicales no todos son cien por ciento contundentes. Algunos se siente meramente accesorios que ponen pausa a la historia, y otros, como Viva por dios, que habla de amor incondicional caen en lo demasiado rosa (que además para el final de la historia queda claro que el mensaje se va distorsionar y por tanto resulta de lo más innecesario).

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El primero que se canta, Tú No Eres Igual, deja clara la visión de Sandra y Claudio de lo especiales que son sus retoños y lo lejos que van a llegar en la vida, pese a que están lejos de ser perfectos, y es ideal en términos de que desde el segundo uno retrata la paternidad desde la candidez sin tapujos y no la romantiza. Pero eso no se termina de mantener toda la obra.

A momentos cínica, como toda la escena en la que Claudio y Sandra se conocen por primera vez en la fiesta de Camila, compañerita de Lola, y que es toda una secuencia de risas imparables y gran construcción de personaje para ambos. El momento en el que descubrimos que Claudio pudiera tener un problema con alcohol, y responde desde la sexualización de sus emociones; mientras que Sandra saca su lado más pasivo agresivo y la vemos dudar de sus propias convicciones. Una gran viñeta del montaje. A momentos tenebrosa como cuando entramos a la cabeza de los niños, sólo por una vez, sólo por un instante con números como el de El Juez Ateo. Pero sí, a momentos estereotípicamente cursi.

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Sus mejores instantes son los brutalmente honestos hasta las lágrimas de risa, aquellos en los que los personajes reaccionan lejos de lo esperado por la normatividad; o los francamente macabros.

Y a pesar de que el texto refleja la luz y la sombra de la paternidad, es más potente, divertido o bello cuando dialogado, que los instantes cantados. No se alcanza a percibir una mancuerna al cien entre la dramaturgia de Dionisi y las letras de Martín Rodríguez que parecieran venir de lugares ajenos, y estilos abisamelmente dispares. Y aunque ambos puedan resultar disfrutables o poderosos desde sus repisas, no se puede evitar notar que Claudio y Sandra son muy distintos cuando hablan que sus alter egos vocalistas.

Que de ninguna manera demerita el trabajo de Anahí Allué y Alex de la Madrid que es impresionante. Una absoluta master class en química sobre el escenario, y en rango actoral. Ambos graciosos cuando les toca serlo, y destructivos sin miedo a la emoción punzante cuando se van al otro extremo, pero quizá lo más bello de todo es verlos interpretar cada canción bajo el sentimiento debido (que en Los Monstruos la gama es amploia), y de pronto con la cualidad de hacerlo desde una voz adulta o una infantil, con poquita, sólo poquita modulación. Nunca caricaturizando o ridiculizando a su versión joven. Nunca esperando brillar como belteadores de teatro musical, pero rascando desde el cómo cantarían Sandra, Claudio, Lola o Pato este preciso momento de sus vidas aunque pueda salirse de lo clásicamente melódico.

Los Monstruos en Foro Lucerna

Los Monstruos es una sorpresa grata. Un juego de niños que es pesadilla para el adulto. Un triángulo íntimo y chiquito que demuestra que los mejores musicales no tienen que tener a cincuenta bailarines en escena, sólo algo importante que decir, y gente capaz de decirlo con contundencia. Gracioso, incómodo, doloroso y honesto, se agradece que esta vez hayamos volteado hacia el sur para importar una pieza de calidad, donde a veces sólo creemos que ésas vienen de países angloparlantes. No se pierdan de su brutalidad. No recomendada para mujeres embarazadas llenas de sueños e ideales (bromi).

Los Monstruos se presenta los martes a las 8:30pm en el Foro Lucerna.