Un drama sobre las identidades no binarias que interrumpe Nochebuena con la llegada de un apagón y el abuelo conservador de la familia que pareciera imposible de convencer de abrirse a nuevas maneras de entender el género y la sexualidad. Se Fue La Luz En El Pueblo toca en ese lugar donde antes salir del clóset como persona gay era toda una conversación familiar y que en 2025 resulta igualmente pertinente, si bien muy visto, para la comunidad en el espectro trans.

El teatro siempre ha sido un espejo de nuestra sociedad. Ese lugar donde volteamos a vernos para entendernos, para expresarnos, para levantar la voz donde hace falta levantarla, y sin embargo son mínimas las obras que en pleno 2025 están hablando de identidades no binarias en un presente donde cada vez es más común cuestionar el constructo del género. Personajes existen, y de pronto son cada vez más comunes, pero la historia no se suele centrar en elles y su búsqueda por nombrar un género que les sienta más propio.

Se Fue La Luz En El Pueblo

Se Fue La Luz En El Pueblo lo hace, pero de algún modo se regresa al básico más básico. Y lo entiendo, ahí comenzó también la conversación sobre la homosexualidad, con la salida del clóset y el choque con los llamados valores familiares, pero no deja de ser una anécdota más vieja que el humo, de modo que este texto de Mauricio Popoca tiene una sensación de nuevo y al mismo tiempo un arraigo de antaño que mantiene a sus personajes muy al inicio de la conversación.

Se Fue La Luz En El Pueblo

En un pueblo -presuntamente norteño por el acento- Mar está desesperade con su mamá que insiste en usar su nombre muerto para referirse a elle, y aunque ya ha tenido la conversación con ella sobre el respeto a su identidad de género, su mamá, que además se acaba de convertir en madre soltera, ha decidido ignorar por completo la petición. Llegada la Nochebuena, en la casa esperan la llegada del resto de la familia a cenar, una tía que es todo un caso, y el abuelo, patriarca de una familia conservadora y normada, al que la mamá pareciera temerle por su personalidad amurallada.

Se Fue La Luz En El Pueblo

La tía no se aparece, pero el abuelo llega en su silla de ruedas, y Mar se debate entre comentarle sobre su género o no, sabiendo que las posibilidades de que el abuelo lo entienda y acepte son bajas. Pero llegado un apagón que los deja iluminándose con luces de velas, y habiendo el abuelo pedido que lo saquen a tomar el aire, Mar toma el coraje para ir abriendo el tema conforme se empieza a sentir comode con las anécdotas y recuerdos de su abuelo, de un hermano que no sabía que tenía, y la respuesta le termina por sorprender por completo.

Se Fue La Luz En El Pueblo

Lo que tiene Se Fue La Luz En El Pueblo es que es enormemente anecdótica. Un texto que no logra rebasar su propia premisa, donde continuamente da la impresión de que el mensaje era prioritario por encima de la historia. De modo que el interés llano y principal es hablar del género no binario y las identidades queer, y alrededor de eso se construye un mínimo de relato que pueda abrazar la moraleja del drama, sin que realmente haya intención de una narración con urgencia y conflicto.

Se Fue La Luz En El Pueblo

No me malentiendan, me parece importante y sumamente relevante que el tema del género se ponga sobre la mesa. Y más en un contexto familiar, que al final del día es la burbuja donde se empieza todo, y en ese estricto sentido, Se Fue La Luz En El Pueblo está poniendo un granito de arena que es poco común ver en teatro mexicano. Y lo celebro. Pero si hablamos de la dramaturgia más allá de la pertinencia del tópico, el cuentito se vuelve endeble y delgadito. Una historia que pasa del punto A al punto B en línea recta y sin mayor vuelta, donde el único interés pareciera ser dejarle claro a los padres de familia que acompañar a su hijx trans empieza con respetar su nombre y pronombres, que no cuesta nada, y no tanto así relatarnos una historia con principio, medio y final, y una trama completa. Los personajes no binaries, al final del día, también se merecen sus propias historias complejas más allá de la ya demasiado vista salida del clóset. Como hemos ido aprendido en general con las ficciones LGBTQ.

Se Fue La Luz En El Pueblo

Mar Torrentera, sin embargo, carga con esta obra con sensibilidad absoluta y una presencia escénica enorme. Se Fue La Luz En El Pueblo orbita por completo alrededor de ella como actriz y lo muy matizado que tiene a su personaje. Torrentera está consciente de las muchas emociones que girarían en la cabeza de une adolescente enfrentádose con este conocerse a sí misme, que no todas son de euforia de género, pero hay muchas de dolor, de enojo, de confusión, de miedo, y va creando a partir de todo esto a una Mar voluble y volátil, que no cae nunca en la cansada victimización, pero se adueña de su propia historia para darle motivo y coraje.

Se Fue La Luz En El Pueblo

Y aún cuando aplaudo que una obra que viene a debatir la pertinencia del género binario donde en términos reales, ¿qué importa?, la decisión del director del monaje Luis Ceceña, de tener a Cyntia Tenorio haciendo el papel del abuelo termina por jugarle en contra al montaje. No tanto por el género, pero sí por la interpretación. Ahí donde tendríamos que ver severidad e intrasigencia, un abuelo temible de formas arraigadas, clásico macho mexicano que a cualquier persona queer nos daría miedo enfrentar, Cyntia Tenorio entrega muy desde el principio suavidad, y más la idea de un abuelo terco que realmente soberbio en su capacidad patriarcal. Incluso cuando se niega a decir «por favor» y «gracias» pareciera hacerlo más por chiste y de forma juguetona que realmente una arrogancia que le provoca sentirse el amo y dueño de la casa.

Se Fue La Luz En El Pueblo

Se Fue La Luz En El Pueblo no termina por tomar la vuelta de tuerca en su título para hacer algo con ello. El apagón nunca termina por ser causa, detonante u obstáculo de nada. La conversación entre Mar y el abuelo, que es finalmente el único clímax del que podríamos hablar en la historia, sucede más porque cansado de oír cómo se pelean mamá e hije, el abuelo pide salir a tomar aire. Pero eso mismo pudiera haber sucedido con o sin luz en la casa. Y la misma mamá admite en algún momento de la obra que el horno funciona con gas y por tanto la cena pueda ser igualmente cocinada haya o no haya apagón. Mauricio Popoca deja que se le escape de las manos la creación de tensión previa al apagón en este familia de tres, para que en el momento en el que se quedan a oscuras algo reviente que a la luz de los focos no hubiera podido. Y eso quizá hubiera aliviado el status meramente anecdótico del montaje.

Se Fue La Luz En El Pueblo

Entonces, vuelvo a lo mismo, entiendo por qué cuando hablamos de la integración queer al esquema familiar comenzamos tan atrás, y a una historia finalmente contada una y otra vez sin tanta variación. Entiendo que es un cimiento y entiendo la forma en la que una mamá, un abuelo dejan marca en las personas LGBTQ para bien o para mal, quizá el resto de sus vidas. Se Fue La Luz En El Pueblo no está fuera del camino. Pero tiene en sus manos una gran actriz y la capacidad de hablar del género no binario prácticamente abierta en una cancha sola que han pisado pocos, las posibilidades son enormes, y si este pueblo sin luz nos enseña algo, es que aún falta mucho por alumbrar del tema desde la capacidad de empezar de cero y armar historias y personajes redondos no limitados meramente por su salida del clóset, porque no es sino hasta que estos personajes se sientan de carne y hueso que realmente empiezan a salir de la oscuridad del apagón.

Se Fue La Luz En El Pueblo cierra temporada este viernes 25 de julio a las 8:00pm en Teatro la Capilla.