Una pieza ultra vulnerable y personal, con Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón Amanecer Aldama nos invita a un momento oscuro y difícil de superar de su propia historia, con una prosa sumamente bella y una actuación sensible que definitivamente toca fibras, la obra es más un encuentro con su autora en un proceso de sanación que un relato para el público. Estamos ahí para acompañar. Y resulta lindo solamente estar.

Se dice de pronto que el teatro tiene la capacidad de ser terapia, y probablemente sea cierto para muchos, público y creadores, y en el caso de Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón de Amanecer Aldama no podría sentirse más certero. La dramaturga, también directora y actriz de la puesta desahoga su corazón roto en una pieza que se siente como si nos hubiéramos metido a un cajón en su habitación a leer furtivamente sus cartas más íntimas a otra persona. A una ex-novia para ser precisos. No hay realmente un argumento que librar, pero en su capacidad de describir uno de los dolores más universales, el de la ausencia, la obra conecta con corazones rotos, apachurrados y en busca de cicatrizar de manera empática.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón

Lo primero que intenta Amanecer es ocultarse en la ficción, de modo que se presenta con otro nombre: Clara. Y no es por vergüenza, por miedo a lo que va a suceder, a que está por abrirnos las puertas a lo más profundo de su ser, a sus recovecos oscuros y aún dolientes, sino porque lo que tiene que asumir no está lista para hacerlo con ella misma. No realmente. De modo que se nos presenta a Clara, aún cuando sabemos que de clara no tiene nada. Lo tendrá.

Clara nos acepta que la han «hecho mierda» y procede a contarnos sobre Luisa, su primer enamoramiento lésbico, una mujer de muros y confusiones, auto-confesada «rota» que viene saliendo de una relación de ocho años que no ha superado ni tantito y por tanto no puede evitar atropellar una y otra vez los sentimientos de una Clara que está dispuesta a cambiar su vida entera por ella. A entregarse por completo, sí, quizá en este proceso de iniciar una nueva etapa de vida que nunca se sabe del todo qué tan estable puede ser, pero resuelta.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón

Lo que procede es un franco exorcismo. Habiendo invocado a una especie de presencia de la misma Luisa, que tiene mucho que decir sobre cómo ella vivió la relación de ese otro lado para nivelar la autocomplaciencia de Clara, Amanecer busca entre memorias y emociones no procesadas las respuestas a qué fue lo que implotó en una relación que a todas leguas estaba llena de banderitas rojas, para finalmente poder despedirse y dejar ir. Son muchas las veces que implora «no te vayas» y regresa al famoso «pero yo te amaba» intentando de manera frenética analizar por qué ese amor no bastó, simplemente no fue suficiente.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón

En este proceso notoriamente personal, Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón tiene sus momentos de poco avance. Amanecer Aldama redunda mucho en los mismos puntos y el texto sufre de decaídas en el proceso, de baches que a ella misma le cuesta trabajo atravesar. Repito, esta obra se siente como acompañar a su autora hasta verla salir del abismo, y por tanto no siempre es mucho lo que se considera a la audiencia. La progresión dramática no es algo que realmente Amanecer tenga como interés, porque ir adelante es algo que Clara… que ella, en realidad no sabe hacer. Se toma su tiempo para aprender.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón

Lo cierto de este texto que se arrastra por el fango y a momentos nos deja con ganas de mayor movilidad, es que cada palabra, cada diálogo, cada confrontación y reflexión están escritas de manera preciosa. Una franca poesía que no necesita regodearse en palabras complicadas y sobrecargarse de verbalizaciones, es coloquial y amigable, pero al mismo tiempo permite brillar la pluma de Amanecer. Sus descripciones son precisas y universales pero están dichas de manera única. Presenciar a Clara reencontrarse con los pedazos rotos de ella tirados en el suelo desde estas palabras es una experiencia cálida para el oído y espejeable para el alma despechada. Un verdadero abrazo porque es obvio que está escrito con muchísimo amor. Igual de importante, con muchísimo detalle.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón

El corazón de esta obra donde se ha de tatuar un cocodrilo termina por ser la misma Amanecer, que nos toma de la mano para llevarnos en un viaje donde se vulnera de manera absoluta y se dedica a vivirlo en presente. Y resulta imposible no simpatizar con ella, aún cuando entendemos que en una relación hay dos, porque en sus momentos bajos se sabe despedazada y tal vez inconsistente, incluso si hay momentos donde intenta ocultarse, ella misma se descubre haciendo trampa y a través de Luisa se obliga a enfrentarse de formas más honestas. Pero en otros muchos, cuando se recuerda ilusionada y enamorada, es también enormemente adorable.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón

Sin quitarle su parte a Clau Menchaca, que hace simbiótica mancuerna con ella como la Luisa que no es Luisa pero sí la parte que Clara ha decidido presentarnos de ella. O presentarse a sí misma. Clau irrumpe en la escena como una criatura tatuada y misteriosa, bailando oculta por su propia espalda, una sirena llamativa pero peligrosa, y poco a poco conforme Clara le permite tomar una forma más confrontativa, se va llenando ella misma de vulnerabilidad, comprendiendo que Luisa es a su vez tan compleja como nuestra narradora, y que sus partes, las rotas y las incomprensibles, también tienen espacio en una historia de dos.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón

La escenificación se ancla a un sillón, que es en realidad lo único que comprende esta ilusión de espacio, y que resulta representativo de ese lugar que en la depresión y la tristeza es imposible soltar. Porque es cómodo y calientito, y es fácil recargarse en él y cerrar los ojos para no tenerse que enfrentarse contra nada más allá afuera. Hacerse bolita entre sus cojines. Una jaula de creación personal disfrazada de mantita de seguridad. De modo que es inteligente que en el pequeño foro del Espacio Urgente del Foro Shakespeare, José Luis Mestizo (escenógrafo) haya dejado eso básicamente como objeto único. Es símbolo y es versátil.

Y no por eso el montaje se torna monótono o pierde su capacidad de figura. Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón cuenta con el diseño de movimiento de María Uriarte, que sin ser forzosamente violento sí provoca regresarnos a esta sensación de tener a un fantasma colgado, terco en abrazarnos cuando lo único que queremos es que ya se vaya, y la iluminación de Fernanda García que hace de esta salita una burbuja mucho más teatral a la que el equipo encuentra forma de crearle momentos para cada segmento evolutivo del soltar de Clara.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón

Un texto para los que le tienen nombre a sus cicatrices y que en los encuentros de Clara y Luisa pueden descubrir instantes de sus propias vidas donde era claro que las cosas iban cuesta abajo, pero la ceguera impedía ver la colina. Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón busca claridad donde al principio hay demasiados vicios para poder ver enteramente detrás de ellos. Y la encuentra. Y aún cuando en el camino hay momentos donde la ruta es más órbita que línea recta, es fácil entender que para llegar a este punto, a esta obra frente a nosotros, Amanecer Aldama dio muchas vueltas y se atrancó seguramente muchísimas veces. Porque desnudar un momento tan íntimo, de culpas, arrepentimientos y descubrimientos, no puede sino ser un proceso al que se le tiene que otorgar generosamente tiempo.

Un Cocodrilo Tatuado En El Corazón terminó temporada en Foro Shakespeare, y aunció ya una segunda vuelta sin develar aún fechas y teatro. Manténganse pendientes.