La puesta que nos lleva al último show de Judy Garland en Londres antes de su muerte es un relato nostálgico y trágico que celebra la personalidad y la voz de una de las más grandes divas del cine.

Cuando Judy Garland se proyectó a la fama en 1939 como Dorothy en The Wizard of Oz, el mundo no tenía idea de que la actriz llevaba desde los 14 años adicta a fármacos como el Benzedrine que tomaba frenéticamente en una obsesión por permanecer delgada (de joven la marcaron haciéndola creer que sufría de sobrepeso y fue algo a lo que jamás pudo sobreponerse).

El Final del Arcoiris

De ahí en adelante, Garland -que acabó convertida en una leyenda del cine y un ícono para la comunidad gay- se enfrascó en una espiral de adicciones, no sólo a los fármacos, pero también al alcohol, intentos de suicidio, peleas con la prensa, divorcios, una competencia absurda con su propia hija Liza Minnelli, y tantas otras eventualidades que la acabaron convirtiendo en una de las figuras más trágicas del cultura pop de los años 40 a 60.

Por supuesto que la vida de Judy resulta demasiado compleja y extensa como para incluirla toda en una puesta en escena, de modo que El Final del Arcoiris -que estrenó en Australia en 2005, para luego moverse a West End y posteriormente a Broadway- se enfoca únicamente en su último show en The Talk of The Town en Londres, semanas antes de su boda con Mickey Deans y tres meses antes de su fallecimiento a los 47 años de edad debido a una sobredosis.

La obra se maneja a partir de una serie de viñetas que transcurren durante seis semanas en las que Judy va pasando de una eufórica e infantil cantante que simplemente quiere recuperar su vida después de años de mala prensa y millones de dólares en deudas, a una mujer incapaz de derrotar sus propios demonios, rendida ante sus adicciones, miedos e inseguridades que termina por convertirse en su propia enemiga y la marioneta de su quinto marido y manager.

El Final del Arcoiris

El texto de Peter Quilter se siente como salido de una página de All About Eve, feroz en su manera de retratar los extremos de una diva y sensible cuando nos toca verla caer; sin embargo es cierto que la traducción para la puesta mexicana llega a tropezar en lo demasiado literal, así como la dirección de Rosa Alicia Delain a enfocarse en formatos anticuados que se sienten atrapados en un teatro que hace décadas no es pertinente.

Más allá de eso y de los descuidos de una producción poco meticulosa (como masking tape en los micrófonos, un tirante de brassiere visible en el vestuario, cuellos de camisa salidos, micrófonos cerrados en medio de diálogos o raspones y marcas en la escenografía) la verdadera valía de El Final del Arcoiris se encuentra en su protagonista, Alejandra Desiderio, que con manierismos, una interpretación verdaderamente emocional y una voz apabullante provoca que te olvides de todo lo que está sucediendo a su alrededor para enfocarte únicamente en ella y el viaje de locura en el que nos lleva que se siente como el lanzamiento de un cohete.

El Final del Arcoiris

Al final, los números musicales, las escenas de arrebato y la misma presencia de Desiderio en el escenario logran hacer de El Final del Arcoiris una puesta valiosa para los amantes del Old Hollywood y un escaparate de la locura nacida de la fama que incluso hoy en día resulta tan constante en personajes del cine, la television o la música que en pleno 2018 siguen atormentados por mismos demonios que las divas de antaño.

El Final del Arcoiris se presenta sólo unos cuántos viernes más en el Teatro Rafael Solana, pero así como ésta no es su primera temporada, tenemos fe en que tendrá posteriores.