Una ficción surrealista del viaje que George Méliès hizo a la Luna a través de un proyector de película, y la forma en la que su alquimia… su arte cambió el rumbo del cine. Del Conejo A La Tierra no tiene nada de histórico, la historia es inspiración, y el resultado es el tierno relato de tres personajes que deciden romper con la barrera de lo que es posible. Como, de algún modo, todo aquél que viaja a la Luna hace.

Hay algo inherentemente mágico en tomar a un personaje de la historia, sacarlo de contexto, y darle un nuevo relato que llamar propio. Itzel Lara (dramaturga) hace justo eso con George Méliès, famoso por la película Le Voyage Dans Le Lune, inspirada a su vez en la novela de Julio Verne, From The Earth To The Moon, al que rodea de un mundo que es el que conocemos, y no, donde hay autómatas y homúnculos, y todo es un poquito irreal, tal como en los cortos del cineasta.

Del Conejo a La Tierra
Fotos: Luis Quiroz

Como el Méliès real, el de Lara es primeramente un mago en busca de transportar a su mujer a la Luna con el poder de la alquimia; pero luego de conocer el proyector de película que un científico se niega a venderle, se obsesiona con él y la idea -no de transportar a alguien a la Luna-, pero de poder capturar la Luna misma… aunque sea sólo con luz. Acompañado por su esposa y un homúnculo de su propia creación encuentra la manera de crear su propio proyector y empezar a hacer magia en edición para presentar ante impactadas audiencias… al menos por el tiempo que la integridad a su alquimia le permite permanecer de moda.

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Por llamativo y peculiar que pueda resultar el relato, cuestiono si la poca información que ofrece Del Conejo A La Tierra sobre el mismo George Méliès pudiera opacar la experiencia. Lara asume que la audiencia sabe quién es él y por tanto entiende la enorme cantidad de referencias a sus creaciones en la obra, pero nunca realmente se molesta en explicarlo. Dado que la obra no tiene intenciones biográficas, el público no se entera que se está hablando del padre de los efectos visuales en el cine, el mago de la aparición y desaparición, que en efecto impactaba audiencias gracias a su técnica de ponchar el negativo (palabra que se sigue usando hoy en día cuando se usa el famoso green screen) con la cual editaba gente y objetos dentro y fuera de las películas. Y más importante aún, que su obra más importante es precisamente un viaje a la Luna, que tal vez muchos ubicamos por la imagen de un cohete estrellado en el ojo del satélite, pero cuyo creador no es forzosamente del dominio más popular.

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David Olguión (director) utiliza imágenes de las películas reales de Méliès para ilustrar la obra, y en otros momentos imita el estilo del cineasta para crear sus propios cortos, pero comete el mismo error al permitir que el entendimiento de qué es lo que estamos viendo sea sólo captado por quien conoce bien a Méliès, dejando fuera de la jugada, al menos en su entereza panorámica, a quién no.

Fuera de ese detalle que, me parece, indudablemente cambia el disfrute de la obra, el elenco participa ávidamente de este realismo mágico y lo que puede significar en términos de absurdo y comedia. Antonio Vega es un Méliès intenso, un perro con un hueso, un protagonista de peso que dirige perfectamente la mirilla para que no olvidemos el objetivo; pero son Gabriela Guraieb como su esposa, y Pablo Marín como un sinfin de personajes, entre ellos el maravilloso Homúnculo, los que hacen de Del Conejo A La Tierra una experiencia lúdica, divertida y nostálgica. Con ellos ríes y es por ellos que quieres ver la aventura culminar en triunfo.

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Olguín opta peligrosamente por un ritmo pausado, que deja pasar transiciones demasiado largas y escenas de pronto parsimoniosas, fácilmente recortables o acelerables; pero nivela la balanza con proyecciones que crean visuales francamente espaciales, y la recuerrente interpretación de Fly Me To The Moon de Sinatra, de pronto en voz de la autómata, Sandra Cecilia, u otras canciones como We Can Work It Out de The Beatles que le otorgan al montaje una personalidad muy especial y definida. Quizá no la más animada en todo momento, pero siempre coherente.

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Y el vestuario, en todo momento, es una belleza que admirar. Juguetón y accesible, es quizá el elemento de diseño que más abraza el habitar el universo fantástico de Méliès, que permanece siempre meramente en el rabillo del ojo donde se desdibuja la realidad y hacia la ciencia ficción, pero sigue aterrizado. Travieso, propositivo y en colores que recuerdan a un planetario, Julia Reyes Retana definitivamente hizo la tarea.

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Aún cuando Méliès no es el personaje más adorable del mundo, porque no lo es, es neurótico y obsesivo, resulta imposible no admirar su respeto por su propia alquimia, un onírico eufemismo para nombrar su arte. Lara crea a un hombre con una intención muy particular, que no es fama, no es riqueza, no es popularidad, es su propia capacidad de creación. Su Luna no es la que vemos a lo lejos, brillante pero imposible de alcanzar, la suya habita en el reino de las posibilidades, y es su determinación la que no puede estar en venta. Y eso lo hace héroe de su propia historia.

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Lara, sin embargo, decide jugar con tiempos y nos transporta cada cierto tiempo a un futuro donde él es un vendedor de juguetes y objetos, en comunicación con un Neil Armstrong a quien pasa la estafeta, no dejando la Luna, como astro, en sus manos, pero sí la Luna del proyector. La de la ciencia, la alquimia, el arte y la maquinaria. Y a pesar de ser un lindo epílogo, le sucede lo mismo que a la dirección de pronto pesada de Olguín, y corta con la dinámica de un montaje que más alisado no pararía de emocionar, en vez de frenar para pasar las llantas una a una por un tope.

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Del Conejo A La Tierra no es perfecta y tiene sus lugares sin duda de mejora, pero eso no le quita que sea una experiencia encantadora, hablando específicamente de «encanto» y esa capacidad para truquear nuestra imaginación. Un texto y una puesta, además, que para todo amante del cine y su historia es definitivamente un bello guiño a un personaje que merece ser reconocido como lo que fue: el mago que dotó de ilusión a las películas y nos llevó a viajar a la Luna.

Del Conejo A La Tierra se presenta viernes, sábados y domingos en el Teatro Helénico.