De formato minimalista y detalles claroscuros que envuelven al Foro Shakespeare en una atmósfera muy particular, Duda: Una Parabola pretende jugar con la incertidumbre para hacernos dudar de nuestros propios juicios… o quizás, prejuicios, y cuestionarnos en qué estamos dispuestos a creer cuando las pruebas son inconclusas y todo lo que tenemos viene del asumir por encima del conocer.

Ganadora del Premio Pulitzer a su dramaturgia, y el Premio Tony a mejor obra, Duda de John Patrick Shanley tiene una sola meta, aunque pudieran parecer varias: evitar la acusación. Shanley toma un tema doloroso, oscuro, difícil de pasar inadvertido incluso entre los más fríos, y cargado de prejuicios de un histórico que nos complica analizarlo desde lo neutral, y luego se da la complicadísima tarea de crear duda a partir de lo que muchos considerarían una certeza absoluta. Y es ahí donde encuentra su genialidad.

Duda Una Parábola

En una escuela manejada por religiosos, el Padre Brendan Flynn es acusado por la Hermana Aloysius Beauvier de haber abusado -o tenido la intención de abusar- de uno de los estudiantes menores de edad, y único de raza negra, en el colegio. La única «prueba» que tiene la Hermana para disparar toda una guerra en contra del Padre Brendan es que una de sus maestras, la ingenua y fácilmente impresionable, Hermana James le ha dicho que el estudiante en cuestión regresó de ver al Padre en la Rectoría con una actitud rara y posible aliento alcohólico.

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No hay más. A partir de un detalle que pareciera nimio, pero en efecto levantaría cejas, la Hermana Aloysius se convence de que hay algo peligroso sucediendo en su escuela y decide enfrentar al Padre hasta sus últimas consecuencias; mientas el Padre Brendan a su vez tiene maneras de explicar lo sucedido y pareciera honestamente sorprendido, agredido incluso, por las acusaciones en su contra, que vienen además de la monja más agria, dogmática y estricta del lugar, misma persona que también le ha declarado la guerra al azúcar y a los villancicos paganos.

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En medio queda atrapada entre la espada y la pared la Hermana James, cuya presencia es representativa del mismo conflicto moral en la audiencia, que toma el papel de escucha de ambas partes, entendiendo y dejándose llevar por una y por otra conforme interactúa con ambas esquinas incapaz realmente de dilucidar la verdad, la mentira o lo meramente imaginado. Los dos personajes representan verdades opuestas y en un tema de «él dijo, ella dijo» donde es imposible verificar los hechos, no queda más que abrazar la incertidumbre y entender Duda como una obra en espiral que jamás va a llegar a ningún lado, ni lo pretende.

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El reto es grande porque la línea trazada es delgada y para José Sampedro (director) además, Duda llega después de su éxito con Incendios, que forzosamente lo coloca en una mira de anticipación, y que, como con Incendios, pone en sus manos un laudeado texto que le otorga mucho de entrada, el material ya es rico y poderoso por sí solo, pero pide de él mucho de regreso. ¿Qué va a hacer con esta multipremiada dramaturgia, en cine incluso interpretada por Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman? La vara es tan alta como puede llegar a estar una vara.

José Sampedro toma el camino del absoluto minimalismo. Desnuda al Foro Shakespeare de elementos concretos para entregarse al abstracto de la teatralidad acompañado de la música en vivo de un cello que acentúa la escena con repuntes sombríos. Usa cuatro sillas que de acuerdo a su colocación en escena una de ellas puede representar poder o dominancia, algo así como un trono que aserta a señalar la dinámica misógina en la que viven los personajes, y reduce los movimientos al mínimo, incluso borrando la idea de una taza de té o un cuaderno para convertir los objetos en mera alusión.

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De pronto cae en imágenes muy obvias, como la cruz que forma en el piso para acceder al espacio de ficción, pero en otros momentos sus referencias tienen un punto de vista claro y concretan una atmósfera que se percibe como la de un franco interrogatorio. Luz dura colocada sólo en ciertos espacios crea claroscuros constantes que, sumados al vestuario de época, invocan imágenes sobrias y sombrías como la pintura de la Madre de Whistler. Sampedro abraza lo diálogado para cargar el peso dramático entero sobre sus actores, y ahí consigue generar cosas muy valiosas, pero quizá pierde la meta principal de la obra.

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Antón Araiza, Emma Dib, Ana Guzmán y Conchi León tienen mucho que ofrecerle a la obra. Y resulta emocionante verles debatirse en muchísimos instantes uno a uno que los obligan a entrar en dualidad y jugar a rebotar la pelota, con un mínimo de movimiento corporal, usando entonces otros elementos para construir la escena. Elementos como el silencio o la mirada que toman protagonismo y se disfrutan en su capacidad de crear tensión, donde en otros monatajes a veces pasan desaparecibidos.

Pero es justo ese suspenso el que de pronto se nota diluido. En una obra cuyo ingrediente principal es la absoluta incertidumbre y el empuje a dudar, dudar de todo, dudar continuo y salir dudando, el montaje de Sampedro acaba por colocarse de un lado del ring, quizá inconscientemente, y no logra evitar la trampa de juzgar y acusar a uno de los personajes. En Duda en Foro Shakespeare hay una clara culpabilidad, y no porque el texto la señale, no lo hace, pero porque la obra genera una inevitable complicidad con una de las partes que a partir de la dirección actoral acaba arrasando hasta volverse prácticamente certeza. Es complicado salir de ella dudando cuando lo presentado deja una postura que no requiere tantísima imaginación.

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Emma Dib es un perro de pelea, un Rottweiler imposible de encadenar, que otoroga una fuerza imparable a su Hermana Aloyisius; mientras Antón Araiza entra a la arena como Golden Retriever, un cachorrito que rápida y facilmente se pone de panza en señal de sumisión, que trabaja a su Padre Brendan desde la simpatía y la ligereza que lo vuelven muy agradable, pero lo alejan de poder librar una batalla para la que se requieren pies de cemento. La balanza está desequilibrada muy desde el comienzo y conforme se pide de ambos personajes coraje, estoicisimo e inteligencia, sólo uno de ellos crea convencimiento, mientras el otro parece apelar a la compasión.

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Duda no es un texto sencillo. Es bello en sus palabras y en las interacciones que crea entre personajes, que los cuatros actores de la obra abrazan sabiendo que no tienen más que una silla y sus palabras para entrar en un dilema complicado y profundo al que se entregan de forma absoluta; pero cuestiono… dudo, si le queremos llamar así, si la intención final del autor es comprendida y expuesta. Actuaciones poderosas y un estilismo evocativo son sin duda valiosos, pero no por si solos capaces de generar neblina alrededor de la certeza. ¿Y qué es Duda: Una Parábola cuando el espectador llega a su casa sabiendo de qué lado del debate quedó parado? ¿Sólo una puesta interesante? Lo pone a uno a dudar…

Duda se presenta todos los lunes a las 20:30pm en Foro Shakesperare.