Hay algo sensible y filosófico en Creadores de Mundos, un texto que podría pasar por bizarra comedia romántica, pero que, cuando de dejar ir lo que nos hace únicos y especiales con tal de encajar en sociedad se trata, Johnna Adams tiene mucho que decirnos sobre abrazar y aferrarnos a nuestra capacidad creadora y encontrar maneras de convivir y amar los mundos ajenos.

Un hombre y una mujer que viven en sus propios mundos imaginarios, retraídos del mundo tangible allá afuera, participan en un experimento farmacológico para curarlos de su crisis esquizoide y borrar esas fantasías que los alejan de poder ser personas funcionales en sociedad. Pero conforme se conocen y vocalizan lo que han creado como universos paralelos inconcebibles, dos seres que jamás habían tenido conexión con otros, comienzan a enamorarse, quizá desde sentimientos también inducidos por el tratamiento, mientras ven sus mundos desaparecer para cuestionarse si vale la pena matar aquello tan especial que les pertenece sólo a ellos en nombre de vivir como personas «normales».

Creadores De Mundos

Creadores de Mundos navega desde lo humano y hasta lo peculiarmente extraordinario, manteniendo un allure de realidad donde estas dos personas viven en este presente que conocemos, pero por otro lado un tono sci-fi donde la acción pudiera estar sucediendo en otro lugar, otro tiempo, quizá otro mundo. Es una obra que transita un espacio donde todo es posible, pero al mismo tiempo duda desde la incredulidad que nos rige como sociedad cuya regla primordial es que todo aquello que se salga de lo normativo debiera ser erradicado.

Sus personajes se han sumergido en creaciones imaginarias que les impiden aterrizarse en la realidad. Para ella es una distopia futurista con miles de seres extraterrestres cuyas historias conoce como si pertenecieran a una serie de novelas de aventura que ella misma escribió, excepto que nada está en papel, pero vive dentro de ella; para él es un hoyo, un bunker de cuatro paredes donde cada cierto tiempo una distinta persona es encerrada para luego morir y ser reemplazada por la siguiente, un cuadro que podría pertenecer a una película de crimen y misterio, en la que él se siente responsable de acompañar a los secuestrados en sus últimos momentos antes del final.

La descrita como esquizofrenia les pinta panoramas extremos donde ambos se disocian para volverse ojos omnisicentes de estos mundos de los que son autores, quizá como dios lo sería para los creyentes en un ser superior, un ser creador; pero Johnna Adams levanta la pregunta, ¿no somos en realidad todos creadores de mundos extraordinarios? Nuestros dos protagonistas parecen estar encadenados a sus creaciones y bajo esos términos la trama se ve necesitada de rescatarlos, pero aquí afuera, todo creativo, todo niño, todo aquél que imagina, tiene sus propios mundos armados, sus lugares fantásticos a los que se transporta cuando la realidad es demasiado.

Creadores De Mundos

Y ya entrando al terreno de lo filosófico, tal vez teológico, ¿no somos nosotros parte del mundo creado por alguien más? Y si ése fuera el caso, si el tratamiento resultara exitoso y estas dos personas consiguieran borrar lo que han construido y a la vez protegen y velan, ¿no estarían dejando vulnerables y en soledad a los seres que de algún modo tienen vida propia dentro de estos mundos que parecieran sólo estar sucediendo en un espacio abstracto particular? Creadores de Mundos es una puerta enorme para reflexionar y discutir conceptos que pudieran salir de las manos de lo tangible, pero no por eso resultan menos potenciales.

Y pone sobre la mesa otro tema igualmente pertinente: el amor. El amor desde diversas variantes. Aquél provocado por una inyección de dopamina, que no deja de ser una sustancia ajena al romance y con fecha de caducidad, tanto como lo sería un medicamente cuyo efecto secundario podrían ser los sentimientos; el amor como la capacidad de dos personas de juntar dos mundos completamente distintos para hacerlos uno. En la obra ella le dice a él «tu mundo podría vivir dentro del mío», y acepta además que no lo va a tratar de modificar o cuestionar, sólo lo va a dejar ser, como perfecto descriptivo metafórico del amor hacia otra persona. Dame aquello que eres para que yo lo cuide aquí dentro tal y como es. Y finalmente el amor no romántico, el de otras muchas personas que nos quieren o eso presumen, cuyo recibimiento de nuestro mundo no siempre viene sin condiciones.

Creadores De Mundos

Vaya, Creadores de Mundos, como texto está lleno de rinconcitos donde uno podría pasar horas debatiendo y analizando todo lo que la obra alumbra desde la comedia y la capacidad de sintentizar y visibilizar con imágnes de ficción futurista. Pero como montaje, la obra dirigida por Paula Zelaya Cervantes tiene momentos de puntualidad donde este universo hace perfecto sentido, y otros de desatino que de pronto impiden que la puesta sea lo contundente que pudiera llegar a ser.

Inicialmente los únicos dos actores, Anna Mansi y Hugo Luna resultan factibles y llamativos, pero no enteramente balanceados. El personaje de Hugo está perfectamente construido, desde la voz y hasta la corporalidad, todo en él te habla de una persona posiblemente neurodivergente que además funciona de manera ideal cuando vira hacia la comedia por lo absolutamente seco de su entrega. Directo y sin regodeos, sus remates son flechas que pegan en la mira una y otra vez, y que cuando llega el momento de conocer su lado vulnerable, lo toma con franqueza y aquel ser que durante la obra hemos conocido como un bicho raro comienza a hacer todo sentido y conmueve profundamente.

Creadores De Mundos

Pero Anna Mansi hace del suyo un torbellino de caos. Que por un lado tiene sentido con la persona que nos está presentando, pero por otro, se le sale constantemente de las manos y hacia lo confuso. Diálogos rápidos que tendría que soltar con un fraseo frenético se convierten en una amalgama de sonidos incomprensibles por una dicción que tropieza constantemente y no permite escuchar lo que ella tiene que decir. Es probable que más de la mitad de lo que comparte ese personaje en particular no llegue realmente a oídos del público; y a pesar de que la energía desbordada que pide el papel está definitivamente presente, el eterno subidón le impide mostrar la sensibilidad de carne y hueso que no nos permite acceder a ella, como sí sucede con él, y finalmente nos suelta sin realmente conocerla del todo. ¿Es chistosa?, sí, pero no está ahí para ser un simple gag, y de pronto es todo lo que presenta.

Creadores De Mundos

Fuertemente basada en diálogo evocativo, la acción se mantiene contenida. Casi todo el montaje ambos permanecen sentados en una banquita sin mucha movilidad, pero en La Teatrería donde la isóptica es complicada a partir de la segunda fila debido a la falta de desniveles, el tener a dos personajes sentados lejos de la visibilidad de la audiencia los vuelve lejanos, y un constante mover de cabeza de los espectadores para tratar de alcanzar a ver lo que está pasando justo en la línea donde ya es difícil observar a cierta altura para abajo.

Detallitos que no hacen menos una increíble escenografía por parte de Javier Ángeles, que de manera ingeniosa recrea la forma de una píldora para dar geometría neón a las habitaciones de este hospital donde sucede el tratamiento, y separa el espacio simétrico para que por un lado los colores y formas mantengan una cierta armonía y control, mientras del otro, de líneas inclinadas y enfrentadas unas con otras reine el desorden, una alegoría visual del choque entre ambos personajes que, aún encontrándose en una misma condición no podrían ser más distintos en su proceder mental. Incluso sus mundos terminan por ser reflejo de ellos mismos. En uno habita el narcisismo, la ansiedad imparable y el más es más, mientras el otro desde el minimalismo pareciera evocar la depresión como ese cuarto del que no se puede salir y termina por consumirte.

Creadores De Mundos

Creadores de Mundos no es una comedia cualquiera. Incluso cuestiono si el término comedia romántica podría aplicar a un texto donde el romance es una consecuencia y no un motor, pero lo que sí hay en definitiva es una búsqueda. Un intento del autor por resolver eso que nos otorga individualidad, tal vez desde la rareza, lo demasiado íntimo y personal, lo que guardamos para nosotros y no compartiríamos aunque se sienta del tamaño de una galaxia por miedo a que del otro lado se tome por locura o simplemente improcesable. Un montaje lindo y sencillo que te permite raspar en el límite entre lo abstracto y lo aceptado como real para ver si en ese umbral intermedio se encuentra lo que realmente somos de adentro para fuera sin estigmas o presiones sociales.

Creadores De Mundos se presentó en La Teatrería, actualmente está fuera de temporada.