La nueva caricatura de Matt Groening para Netflix, Disenchantment, tiene todo el valor bingeable y una historia intrigante que no veías venir.

Me confieso seguidor poco asiduo del trabajo de Matt Groening. He visto los Simpson en repetidas ocasiones, me divierten, pero no me puedo considerar un fan; y a Futurama le di como dos oportunidades antes de dejarla por la paz, pero Disenchantment (Desencanto) es otra historia. O al menos es una historia atractiva precisamente para los espectadores como yo.

Disenchantment es una comedia para adultos, como las bien conocidas de Matt Groening, pero ahí donde sus otros proyectos son casi una sitcom sin secuencia o consecuencia entre capítulos, los 10 primeros episodios de la temporada que ya está disponible en Netflix de Disenchantment siguen perfectamente el mismo arco dramático y se van poniendo más intensos conforme avanza la temporada, para culminar en un final de intriga, misterio y hasta muerte (sin spoilear).

Habiendo visitado el presente con los Simpson, y el futuro con Futurama, Matt Groening se lanza de lleno a una era medieval de fantasía: Dreamland, un reino con toda la decadencia de la Europa de la peste, pero en el que además se pueden encontrar criaturas fantásticas como hadas, duendes, la bruja de Hansel y Gretel e hipogrifos.

En esta colorida Dreamland vive Bean, una princesa con actitudes poco dignas de la realeza, adicta a la bebida y con un especial talento para tomar decisiones equivocadas. Es fácil entender por qué es así. Su padre es un Rey megalómano obsesionado con encontrar la fórmula del elixir de la vida, su madre, muerta desde que ella era chiquita, su madrastra, una especie de vampiro-molusco-alien con un fuerte acento eslovaco. Para acabarla de amolar, Bean ha sido maldecida por un par de villanos cuyas identidades no han sido reveladas, y un demonio de nombre Luci la sigue a todos lados aconsejándola para mal.

Completando este dueto se encuentra Elfo, un elfo que ha huído de sus tierras y su especie, a la cual no podía soportar porque eran demasiado felices, y ahora se enfrenta a un mundo que es demasiado grande para él, en tamaño y colmillo. Elfo es el corazón ingenuo de la serie, pero además también, uno de los grandes motivos de su trama, pues de acuerdo a la leyenda es su sangre la que puede hacer funcionar el elixir de la vida que tanto desea el rey Zog.

La temporada 1 cuenta las desventuras de este trío mientras intentan funcionar en un reino que no tiene espacio para ellos y su falta de madurez, y la lucha constante de Bean contra su padre en un eterno reto de a ver quién puede más. A eso se le van sumando entretenidos personajes que permanecen más cerca de la historia de lo que uno podría imaginar. El humor se repite como una parodia a la sociedad actual en temas de religión, feminismo, abuso de poder y ambición con ese glaseado de irreverencia que puede tener a un personaje, atravezado del cráneo por una espada, muriendo durante varios episodios sin realmente morir.

A diferencia de otras series de Matt Groening, sin embargo, en Disenchantment no es su protagonista la carta fuerte. Bean no es una mala heroína y tiene sus momentos de puntada, pero a comparación de Elfo, Luci, el Rey Zog, el Heraldo, el príncipe convertido en cerdo, el exorcizador y tantos otros que la rodean, ella acaba quedando segundona en cuanto a carisma y nivel llamativo.

Al final, Disenchantment no se ve como se ve los Simpson, de manera unitaria y dislocada en donde no importa qué capítulo de qué temporada se sintonice se puede disfrutar por separado; sino como un todo, donde los personajes van creciendo conforme mejor los vamos conociendo y la historia va enriqueciéndose con nueva información capítulo a capítulo. Entretenida, divertida, sin ser de risa insesante ni repleta de diálogos citables, Disenchantment es perfecta para el binge watching, y para pasar un buen rato. Ahora necesitamos el spin off de Elfo que ya desde ahorita es nuestro personaje favorito de 2018.