Un autor deprimido a cargo de un personaje deprimido, con inmensas ganas de contar una historia feliz. Con elementos audiovisuales, marionetas y un diseño sonoro precioso, Django Con La Soga Al Cuello consigue desde un sencillo relato retratar lo fangoso de la depresión, y más importante aún, llevar un projecto de pandemia pensado para las pantallas al teatro en vivo, haciendo de su origen un valor único de producción cuya esencia empapa un nuevo teatro multidisciplinario.

Django Con La Soga Al Cuello es esa obra que no te esperas. Llegas al enorme auditorio del Teatro Juan Ruiz de Alarcón donde lo que está puesto en escena no parece una creación teatral, más como un conjunto de maquetas que tal vez habrían de exponerse en algún lado. Un tripié con varios celulares permanece al centro de proscenio, y en primera fila, una computadora hace las veces de consola… de switcher como de programa de televisión en vivo.

Django Con La Soga Al Cuello
Fotos: José Jorge Carreón

Lo que procede después de la terca llamada es mágico. Pantallas bajan para cubrir la parte superior del teatro y Antonio Vega, autor y director del proyecto, narrador también de la historia, entra para ofrecer una contextual acotación. Django nació con él batallando un episodio de depresión en pandemia. Su idea era concebir a un dramaturgo ficcionalizado también deprimido con toda intención de contar una historia feliz, pero se topó con otro problema, su personaje… también estaba deprimido, y no sólo eso, tenía toda la intención de suicidarse. ¿Entonces cómo hacer para meter felicidad en medio de toda esa pesadumbre?

Django Con La Soga Al Cuello

Antonio se sienta frente a una computadora, ahora en la piel del dramaturgo detrás del dramaturgo, y el resto de los actores de la compañía comienzan a trabajar con una serie de puppets y maquetas que son el verdadero universo de Django Con La Soga Al Cuello, junto con un excelente e impresionante trabajo de sonido de María Kemp, que como en cine, se dedica a hacer foleys (sonidos incidentales) de todo lo que va pasando en escena desde su estación a un costado del escenario donde podemos ver todos los objetos con los que va trabajando para ambientar de manera imaginativa y bella la historia.

Django Con La Soga Al Cuello

Como buen hombre afectado por una crisis de oscuridad, el dramaturgo está plagado de ansiedades y pensamientos auto saboteadores, síndrome del impostor, que se le presentan en forma de un cuervo muy al pendiente de lo que está escribiendo, y en sus manos, Django se convierte en un hombre con una soga literalmente amarrada al cuello, listo para colgarse de un árbol y dejar este mundo atrás.

La escena abre con él trepado en una silla a segundos de patearla para quitarse la vida, pero el dramaturgo le ofrece un destello de segunda oportunidad. En su escena de despedida de este mundo se aparece un perro. Un perro que no conoce y nunca ha visto, que va y orina justo en la silla que Django está usando de verdugo, frustrando sus planes porque, claro que ahora que no puede suicidarse con los pantalones oliendo a pipí.

Django Con La Soga Al Cuello

Así sucede varia vez. Cada que Django se prepara y está listo para dejar este mundo, el perro entorpece su solemne acto de despedida al punto en el que el hombre de la soga al cuello comienza a crear una franca amistad con él que sólo se fortalece después de que ambos sean atacados por un lobo, y el perrito, ahora llamado Tripi pierda una de sus patitas y necesite cuidados del que ahora bien que mal podría ser su amo.

Me encantaría decirles que la fábula de ahí vuela hacia el relato feliz que el dramaturgo, y el dramaturgo del dramaturgo se propusieron escribir, pero Django Con La Soga Al Cuello es más madura que eso. Porque, como en la vida, la depresión no se cura con una sonrisa eventual, un buen día, un acompañamiento agradable. Es un monstruo que te abraza por atrás para paralizarte y recordarte que al final del día sigues en sus brazos, de donde pareciera no haber escapatoria.

Django Con La Soga Al Cuello

Hay mucho de brillante en este montaje, pero uno de los detalles esenciales de ingenio y capacidad de síntesis es la manera en la que Antonio Vega toma la depresión, que pudiera ser tan abstracta y de algún modo tan desgastada como concepto, y la lleva a su base, a su cimiento más simple, y desde ahí retrata con exactitud pero en un lenguaje sencillísimo de entender y de traducir lo que implica haber dejado de creer que puedes salir del pantano. Hace de esa resignación obligada un personaje omnipresente de la historia al mismo tiempo que la usa como material para finalmente construir algo bello que termina por abrazar el corazón.

Django Con La Soga Al Cuello

Otro tanto de lo increíble de la obra le pertenece al resto del equipo. A toda la gente que logra la difícil tarea de hacer teatro al mismo tiempo que están haciendo una pequeña animación de cine en vivo, donde como público, podemos disfrutar de una puesta en escena, sí, cuando bajamos la mirada, pero concentrados en la pantalla se nos está regalando un producto audiovisual tierno y artesanal que se está sonorizando y editando frente a nuestros ojos. Un trabajo complejísimo que la compañía hace ver sencillo.

Django Con La Soga Al Cuello

Sin dejar pasar por alto, por supuesto, que entre todos estos elementos que parecieran pertenecer a distintos artes y disciplinas, Django Con La Soga Al Cuello termina con una personalidad muy única, peculiar de la mejor manera posible, y adorable. Las marionetas creadas originalmente en tiempos de pandemia con objetos reciclados que Antonio Vega encontró en su casa, los objetos de todos tamaños, desde Djangos chiquititos, hasta árboles grandes que permiten a las cámaras trabajar con una multitud de maquetas hechas a la medida para las tomas, tal como se haría en el cine stop motion. Y una música increíblemente juguetona y lúdica por parte de Cristobal MarYan, que usa incluso la fonética casi infantil de un ladrido o un maullido en voz humana para crear coros con los que es inevitable sonreír. Todo se conjuga para armar un universo de cuentito.

Django Con La Soga Al Cuello

Lo más asombroso es que Django consigue algo que muy pocas han podido o siquiera intentado. Pasar de un producto que se escribió con toda la inención de vivir en Zoom, como tantos de esa época, a un escenario vivo y presencial sin perder lo que la hizo especial de inicio, pero conjuntándose con otros elementos escénicos para celebrar el lugar donde nació la obra, pero darle la oportunidad de evolucionar y convertirse en otra cosa más magnífica. Casi una alegoría de todos nosotros ahí en el teatro. Los que sobrevivimos 2020 y hoy en 2024 somos otros a partir de esa era que nos cambió irremediablemente.

Django Con La Soga Al Cuello

Belleza sería la palabra para describir Django Con La Soga Al Cuello. Belleza en lo visual, en el detalle aplicado a todas y cada una de las marionetas y objetos, en el trabajo de cámara que se toma en serio como una filmación 360 y al mismo tiempo se ríe de sí misma; belleza en la manera en la que algo tan encadenante como la depresión pueda inspirar un relato que para cuando sales del teatro te tiene levitando envuelto en sueños; belleza en la capacidad de creación, de hacer teatro donde el teatro pareciera no tener cabida, de inventar sonidos con objetos del día, y canciones con guau guau guau y miau miau miau. Belleza en que el teatro puede ser esto, y si puede ser esto puede ser todo. Django Con La Soga Al Cuello es un faro de esperanza y una obra que nos recuerda que la soga aprieta en la gargante y pesa sobre los hombros, y no es fácil de quitar, pero tampoco imposible, Que allá afuera hay un perrito a punto de orinar nuestro momento culminante para volverlo el inicio de una nueva vida repleta de posibilidades.

Django Con La Soga Al Cuello se presenta jueves, viernes, sábados y domingos en el Teatro Juan Ruiz De Alarcón de la UNAM.