Un aparente caos sin sentido, un rompecabezas que va tomando forma, personajes que orbitan alrededor de una niña que pareciera no saber cosas y al mismo tiempo saber demasiadas para su edad, elementos teatrales y literarios que cobran forma humana para tratar de explicar un espacio y un momento un tanto abstractos. Lun no pretende claridad, sino contstruir desde lo inintelegible para llegado el momento asestar, no desde la lógica, pero sí directito al corazón.

Del ciclo La ENAT En Escena presentado en el CCB, Lun es probablemente uno de los grandes destacables. Un texto de Valeria Fabbri en el que da forma antropomórfica a aquello que sólo conocemos como parte de un texto de teatro, creándole personalidades a estos sustantivos accionables precisas e infinitamente divertidas.

Lun, obra de teatro

De esa manera, Lun, una niña pequeña con muchas dudas sobre la vida, se ve rodeada por la Acotación, la Acotación de Dirección, el Silencio, los Números de escena, un Chiste, la Invención de Palabras y un largo etcétera que la acompañan en una especie de limbo con forma de casa en el que los pocos espacios convencionales a los que tiene acceso son un sillón y un columpio, porque la televisión en la recámara prende, pero no sirve de nada.

Pero quizá su compañero más solidario y por tanto entrañable es aquél que es Muchas Cosas, porque ésa que es Una Sola Cosa se muere pronto. No vale la pena tratar de explicarlo a mayor detalle porque así tal cual en medio de la confusión se vive la obra. Hasta que no.

Lun, obra de teatro

Lun no tiene idea de dónde o por qué está, aunque una parte de ella adivina que no está donde debería de estar. Sabe que no necesita saber para saber, y entiende mucho más de lo que aparenta, pese a que no recuerda cómo leer o contar. Comprende que hay un dios y un libro que asegura desde la primera página que ese dios lo es todo, aunque no le puede otorgar palabras a esas páginas porque… no lee, y eso la pone triste. A ella y a su reflejo, una versión mayor y mucho más insegura que ella, que de pronto se aparece para llorar a su lado.

En algún punto muy al inicio de la obra uno acaba entendiendo que lo importante en Lun no es tratar de seguir un hilo, pero dejarse llevar por el absurdo. Personajes entran y salen representando todo tipo de abstractos de una manera tan encantadora, que cuando menos te has dado cuenta te has estado riendo con ellos, apantallando con ellos, y agarrándoles cariño. A uno de ellos, repudio. Aún si es muy poco claro quiénes son y qué hacen ahí.

Lun, obra de teatro

Jesús «Chucho» Díaz (director) convierte esta escena desbordada en un cuentito casi infantil, y digo casi, porque los mismos personajes dentro del montaje en algún momento se preguntan si están viviendo una escena familiar o ya se pasaron de adultos. Y hay elementos bellísimos con los cuales juega para abrazar la farsa como lágrimas que los ojos de Lun escupen como si fueran mangueras, convirtiéndola en una franca caricatura; y vestuarios, acentos y movimientos que parecieran venir de un lugar infantil por el que todos pasamos y extrañamos un poco. Donde un número se puede casar con una palabra y vivir -por poco- felices para siempre.

Lun, obra de teatro

Conforme la obra avanza, Lun regresa continuamente a las mismas dudas, las mismas preguntas, mismos sentires, girando en un ciclo del que no parece poder salir, aunque tampoco se nota del todo preocupada por el hecho. Y mientras transita por este universo desconocido al que está tratando de darle sentido se topa con un abanico de emociones y vivencias, incluyendo una, provocada por el Número Ocho, que llena de tensión el teatro y te pega en el pecho cuando menos lo estás esperando. Porque por un momento, aquello que se nos ha presentado como una fantasía divertida, se pone demasiado real desde un lugar sumamente doloroso.

Lun, obra de teatro

Lun lo deja ir pronto. Aprende que su nombre significa ese momento en el que sabes que tu ser amado ya está durmiendo, y trata de involucrar a su coro de abstracciones dentro de su historia, poniendo histérica a la Acotación principal, encargada de llevar el relato con espacio y lejanía de por medio, como buen narrador que no puede o debe intimar con el sujeto del que va contando la historia. Kristshell Vásquez hace a este personaje y es magníficamente neurótica.

El ensamble de Lun es bellísimo. Hay un claro entendimiento del «juego» que es hacer teatro, y todos en la compañía están dispuestos a entrarle sin arnés. Todos y cada uno se comprometen a crear personajes únicos, encontrando quizá en su nombre, quizá en su manera de desenvolverse lo que los hace especiales aunque sean un silencio o una voz que canta La Chica de Ipanema. Nadie se para -o se escucha- en ese escenario sin una búsqueda por lo singular.

Lun, obra de teatro

Iván Zambrano, siendo Muchas Cosas, es posiblemente el más entrañable de todos, prácticamente paternal. Un actor que sabe aprovechar los chistes cuando se le escriben para hacer de ellos un momento y no simplemente dejarlos pasar. Félix Vanessa hace algo muy interesante con su Lun, y la trabaja lejos de cualquier concepción que tengamos de una niña chiquita. Le otorga una voz impostada y movimientos rígidos, dándole frialdad a lo que muchos hubieran hecho con ternura y por tanto creando un protagónico llamativo desde el principio en cuanto a que es imposible de descifrar.

Lun, obra de teatro

Podría escribir horas de todos. Diego Santana se puede robar la escena con un gesto, y entrar de buenas a primeras haciendo a un Número Ocho que te tiene riendo a carcajadas para luego provocarte arcadas; Aldo Estrada es todo lo intenso que su Acotación de Dirección o Palabra Inventada en francés requiere que sea, porque sí, le toca ser los más petulantes y narcisos de los sustantivos que forman un texto escrito. O eso imaginamos y Fabbri lo construye. Mónica Magdiel tiene algo de sereno que aterriza la locura a su alrededor sin nunca perder presencia, consciente de que su momento tarda en llegar; y Dafne Romero que a veces es Epígrafe, pero de pronto Silencio y hasta le toca meterse entre el público a vender corcholatas y gomas, realiza un cansado track en el que de pronto pide a gritos tener una voz. Y es hilarante.

Lun, obra de teatro

Y he ahí la valía de Lun. Es una obra sin eslabón débil. Un texto ingenioso que sin que te des cuenta te va diciendo mucho, una dirección juguetona, consciente de las puertas que tiene abiertas desde la dramaturgia, valerosa y aventada, un elenco creativo y comprometido con ganas de volar, de hacer reír, de hacer pensar, de hacer llorar, y un equipo creativo que nos transporta a este universo contenido fuera del mundo que conocemos, entre el País de las Maravillas de Lewis Carroll, y el planetita diminuto que Saint-Exúpery otorgó a su Principito.

Lun, obra de teatro

Ojo que no es boba y aguas con creer que Lun no tiene mucho sentido. El secreto mejor guardado de la obra es que es inteligente, y mucho, y que ahí donde nosotros no sabemos a dónde nos va a llevar, ella tiene clarísimo qué va a hacer con nosotros cuando finalmente lleguemos al destino. Y lo disfruta.

Lun salió de cartelera en el Teatro el Galeón, pero vuelve en mayo al Teatro María Tereza Montoya. Para que lo tengas bien anotado porque esta vez no te la vas a querer perder.