Un colorido relato sobre lo sano que es llorar y dejar fluir las emociones con una pececita en patines de la que uno no puede evitar encariñarse, Pez Globo es una obra para toda la familia de visuales sencillos pero con mucho encanto, y un mensaje que pareciera simple pero en realidad carga sobre él décadas y décadas de presiones de género en las que los niños han escuchado que llorar es para niñitas y mostrarse sensibles los hace menos hombres, para crecer escapándole a cualquier tipo de demostración sentimental.
Jacinta el Pez Globo (sí, se llama Jacinta, y ella también sabe que no es el mejor nombre) nos recibe desde su pecera para asumir el final de una historia que advierte, termina con su muerte, para luego regresarnos al primer encuentro de ella con León, un niño que la recibe en su cuarto con lágrimas en los ojos, sólo por la pura emoción de tenerla ahí, y lo bello que le resulta verla. Absolutamente inundado por la emoción.

La conexión que consiguen crear en poco tiempo es tan grande que León y Jacinta descubren que pueden hablarse y entenderse, para inmediatamente crear una amistad a pesar de sus abismales diferencias. No sólo el que él es humano y ella es pez globo, pero también el que él es enormemente sensible, y ella es absolutamente impasible, como lo son los peces, quizás. Pero la realidad es que León sufre el no poder evitar que las emociones lo sobrepasen y llorar frente al mundo entero por cosas por las que tal vez no valga tanto la pena llorar… o sí. De modo que comienza a probar un manual de su propia creación para aprender a contener el llanto que incluye prueba y error de varios métodos, mientras Jacinta transita el camino contrario buscando aprender de León a llorar y ver la vida con todos los sentimientos que pueda evocar.

Cuando León consigue dominar el método «Pez Globo», que consiste básicamente en incharse después de haberse tragado sus sentimientos, para después embotellarlos y mostrarse frío ante las situaciones, Jacinta se va dando cuenta que él ha perdido algo… que ya no es el de antes.
La obra aborda un tema que pareciera mínimo, pero que en realidad prueba ser el cimiento de mucho de lo que forma la idea del «ser hombre», y del género masculino en una sociedad donde ser fuerte siempre será apreciado muy por encima de ser verdadero. Un mundo en el que llorar es inmediata evidencia de emasculación y toda emoción que no se contiene es identificada como algo femenino, débil, o menor. Y es verdad que para León aprender una sana cantidad de inteligencia emocional no le viene mal, pero también lo hace aprender a diferenciar las trivialidades que uno puede dejar pasar de los eventos que lastiman, emocionan, conmueven o enternecen y que en toda medida son razón de un merecido llanto pésele a quien le pese.

Una dinámica de restricción que comienza cuando somos chicos y en las escuelas se normaliza burlarse de aquél que -como niña- no puede evitar mostrar emociones sin mucho filtro, y que crece para convertirse en el papá que jamás llora frente a sus hijos repitiendo el ciclo de represión en el que una lágrima puede provocar más alarma para un hombre que una palabra violenta. Pez Globo no pretende representar todo este bólido de represalia social desde lo intenso en absoluto, de hecho prioriza la comedia y la representación lúdica, pero sienta las bases de esa semillita que crece para después no tener mánera de regresar a lo que era. En el momento en el que León aprende a tragarse lo que siente es poco el tiempo que se tiene antes de que cambie para siempre y no pueda dar marcha atrás.

Pez Globo consigue armar buen espectáculo con sólo los elementos necesarios. La mera creación de una Jacinta, entretenidamente interpretada por María Kemp, formada con un tocado en forma de pez y un maquillaje fantástico, que en cuanto deja su pecera para nadar por el cuarto, y vemos salir en patines escupiendo burbujas por doquier, no requiere de mayor parafernalia para resultar en un visual que provoca de cualquiera la sensación de libertad y aventura que hace que uno quiera pararse del asiento para seguirla. Sumado a una personalidad estóica de la que María consigue hacer su característica más divertida.

Bobby Mendoza (alternando con Luis Curiel) como León le entra a un juego de absoluta infancia, sin necesidad de ridiculizar nada en los niños, pero asumiendo la capacidad de asombro y al mismo tiempo la angustia de enfrentarse a un mundo crecido por sus propias expectativas desde un lugar de lo más tierno y simpático. Valera Fabbri y Daniel Ortiz dirigen un montaje que bajita la mano está lleno de sorpresas. Desde una maestra pulpo que en los ojos de León no puede sino ser una criatura de lo más amenazante, y hasta la inclusión de música en vivo interpretada por Silvestre Villarruel (alternando con Alex Gesso) que ambiente de forma muy presente una aventura que en realidad está contenida a un cuarto y la búsqueda de un niño por ser mejor niño, sin entender realmente cuál es el camino.

Hay otro par de guiños teatrales muy emocionantes, especialmente para el final, que no voy a spoilear, pero que dejan claro que Fabbri y Ortiz tenían toda la intención de jugar a hacer teatro, y de permitirle al diseño de escenografía, vesturario, utilería y maquillaje de Zaira Campirano brillar por completo, y crear un universo redondito y azul, como el interior de una pecera crecida donde peces y humanos pueden ser mejores amigos, y las lágrimas se iluminan al caer como recordándonos que en cierta medida son preciosas.
Pez Globo se presenta sábados y domingos a la 1:00pm en el Teatro el Galeón del CCB.