Una comedia de relaciones LGBT+ que se siente hecha para 2018, con todo el carisma de una Love, Simon, pero lo sencillo, fino y naive de un clásico ochentero de John Hughes.

Si Love, Simon nos había parecido valiosa, Alex Strangelove de Netflix llegó para quitarle el trono de las teenage rom-coms de temática gay con una historia tierna, un guión ingenioso, actores (hasta ahora poco conocidos) con muchísima potencial y ante todo química, y un lenguaje que se siente como que habla el idioma LGBT de 2018 -porque en un tema que todos los días da 10 pasos para adelante, se abre, se expande y ocupa nuevas espacios es tan fácil caer en anacronismos, que la frescura con la que Alex Strangelove maneja el concepto de diversidad es enteramente aplaudible.

Alex Truelove es un geek -y sí, sí se apellida así en serio el personaje. Está obsesionado con la biología animal, y aunque no es el típico bulleado de la escuela -de hecho es el presidente de clase- en realidad sí es un bobo cuando se trata de mujeres y amigos. Jamás ha tenido novia, es completamente vírgen, y se lleva con el típico grupito de amigos a la American Pie que sólo saben hablar de sexo y tamaños de pene.

Pero todo cambia cuando conoce a Claire, una estudiante nueva a la escuela que parece conectar al cien con su sentido del humor y, por improbable que parezca, tiene la misma fascinación por el reino animal. Lo que empieza con un vlog en YouTube y una linda amistad, termina en noviazgo, pero no sin complicaciones. Alex está aterrado de tener sexo con ella y ni siquiera entiende bien por qué, pero poco a poco se le va acalarando el panorama con la llegada de Elliot a su vida, un recién egresado, levemente hipster (va a Brooklyn a conciertos y así), abiertamente gay, de pelos chinos ochenteros que pone a Alex a cuestionar sus sentimientos por Claire y, peor tantito, su sexualidad.

La historia es ligera y sin pretenciones. No pretende ser un dramón acerca de la búsqueda de identidad y las dolencias de un descubrir sexual diferente, sino, a la Sixteen Candles o Pretty in Pink de John Hughes, busca ser un relato comedioso, entretenido, ingenuo y hasta retro de las vanas preocupaciones adolescentes, lo intensos que se viven los romances cuando uno es joven, las ñoñas amistades, la necesidad de experiencias adultas y lo vívido de una sexualidad que empieza a despuntar y no sabe ni pá’ dónde.

Más allá de la presencia de un romance hombre con hombre, Alex Strangelove, como su título describe, toca el nervio de lo raro e incómodo que puede ser el amor para un adolescente, no el más cool, no el más liberal, ni el más conservador, pero uno que representa a tantos de nosotros en edad preparatoriana; que no sabe cómo corresponder a un coqueteo o hablar sucio en la cama, que apenas si puede creer que alguien lo encuentre atractivo y que todavía espera que su primera relación vaya a acabar en matrimonio. Ese romance que no importa si es gay o heterosexual, los seres humanos lo manejamos como el primer omelette que queremos cocinar en la vida, y que inevitablemente se nos va a batir, quemar o caer al suelo con todo y sartén.

Daniel Doheny, en su primera cinta con proyección, hace un excelente trabajo al construir a Alex desde un lugar de torpeza rebosado de ternura, y sin duda, con esta película, Netflix le ha abierto las puertas a un gran comediante que debemos mantener en el radar. Pero no es el único, Madeline Weinstein como Claire es inteligente, sexy, cool y conmovedora, mientras Antonio Marziale es un Elliot cautivador, de sonrisa franca y actitud segura, y Daniel Zolghadri, como Dell (el mejor amigo semi Cholo, semi nerd de Alex) exuda ese desparpajo natural que alguna vez le conocimos a actores como a Matthew Broderick en Ferris Bueller’s o a Seth Rogen en Freaks and Geeks.

Cuatro nombres que Netflix hace sentir como el Brat Pack de una generación millennial, y que si Hollywood es inteligente, no va a dejar ir por nada.

Si te gustó Love, Simon o creciste con esas comedias teen a la She’s All That y Can’t Hardly Wait, Alex Strangelove es una película que no tiene otro camino más que encantarte. Netflix acaba de cocinar un clásico adolescente y ni siquiera estamos seguros de que se haya dado cuenta.