La nueva serie de Bill Hader para HBO es divertida, oscura, inteligente y todo lo que necesita una comedia sobre asesinos y actores para convertirse en tu nueva obsesión.

¡Ya extrañábamos a Bill Hader!

El ex alumno de Saturday Night Live regresa a la televisión de la mano de HBO y trae consigo todo el humor negro y la sátira a los personajes que habitan L.A. que podríamos necesitar. Barry es un asesino a sueldo pasando por una especie de crisis existencial que, persiguiendo a una víctima, termina tomando una clase de actuación de teatro (de estas clases que se toman la actuación como la vida misma) y descubriendo que su vocación no es ser un homicida, pero un intérprete.

La serie es una mezcla entre comedia negra, proveniente del humor que puede nacer de ver a un asesino a sueldo tomarse su profesión con tanta calma, y de los villanos tan patéticos como absurdos que lo rodean; y una parodia al tipo de actores de los cuales está repleto Los Ángeles que respiran teatro y viven de convertir todo lo que les sucede en una escena y cada palabra que mencionan en un diálogo. Al final, Barry es una comedia que apunta un dedo hacia la falsedad de lo deshonesto desde dos ámbitos que parecieran no tener nada que ver el uno con el otro, pero que sin querer comparten la teatralidad de sus personajes.

En ella Bill Hader triunfa como el contenido, directo pero expresivo Barry (y es que esas cejas tienen vida propia), pero no es el único atinando a cada una de sus marcas. HBO se armó de un elenco de comediantes de primera, entre ellos Henry Winkler (Arrested Development) como el intenso maestro de la clase de teatro, el tipo de persona que aprovecha la muerte de uno de sus alumnos para inspirarse como actor, Stephen Root (Justified) como el arribista manager de un asesino a sueldo como Barry, y la newcomer Sarah Goldberg, como la actriz de la que Barry empieza a enamorarse, el tipo de mujer capaz de comparar a Meryl Streep con Kaley Cuoco y ponerlas en la misma repisa de «buenas actrices».

Pese a su temática, Barry es una comedia ligera, natural a pesar de la ridiculez con la que se pudo haber manejado (no es Chips), de diálogos inteligentes y actuaciones de carcajada que en ningún momento caen en la bufonería. Y he ahí el mayor triunfo de la serie. Es una bobería que en ningún momento te deja ver que se está tomando poco en serio.