De poco ingenio y sin tener muy claro quién es su público, Juicio A Quetzalcóatl pretende enjuiciar al dios prehispánico en un intento por descubrir qué lo hizo marcharse para nunca regresar, cosa que presuntamente tiene muy enojada a los mexicanos.

Nuestra cultura prehispánica sin duda está llena de inspiraciones a las cuáles no les sacamos suficiente provecho. De ahí que ver una obra dedicada a Quetzalcóatl, además dirigida a un público infantil, resultaba de lo más emocionante. Las posibilidades eran inmensas, pero el montaje las lanza todas por la borda para terminar con una narrativa pesada y aburrida, y una escenificación que no te transporta a ningún lado.

Juicio A Quetzalcóatl

Una pedante abogada decide llevar a juicio a Quetzalcóatl por haber abandonado a una Nación, en nombre de los mexicanos, pero buscando entre los culpables se topa con tres distintos (y tal vez un cuarto) Quetzalcóatls: el de Tollan, el Vikingo y Santo Tomas de Aquino, cuyas historias busca poner sobre la mesa en un intento por rescatar la historia de un mítico dios emplumado.

La idea no era completamente sosa, pero el texto de Dalia Cortés (dramaturga y directora) de Juicio A Quetzalcóatl olvida que le está hablando a niños y a familias y llena su montaje de pesados, rebuscados y cargados diálogos, como queriendo meter todo lo que Wikipedia tiene que decir sobre el tema en exposiciones habladas, haciendo a un lado el valor teatral y visual de una puesta, al punto de convertirse en ruido blanco del que ya no se puede rescatar nada.

Juicio A Quetzalcóatl

No ayuda que la actriz, Monserrat Arias, no logra encontrar un punto de comedia en un personaje que es difícil que caiga bien y lo mantiene en una nota arrogante. De habla rápida y nula dicción, la mayor parte de lo que tiene que decir francamente no se alcanza a entender. Peor se pone la cosa cuando, en un preocupante intento de vuelco gracioso, su personaje se transforma de la nada, sin necesidad o razón aparente, en una obsoleta burla clasista para imitar un cantadito mexicano que pretendía irse a la farsa chilanga, pero aterriza en una mofa decepcionante.

Yael Barragán, el otro actor en escena, hace lo posible por brindar necesarios momentos de risa a la puesta, pero sin una compañera que le pueda seguir el ritmo, muchas de sus interacciones chocan con pared; de modo que aunque su ritmo y tono están mucho mejor medidos a la personalidad de la historia, la balanza nunca logra colocarse nivelada lo suficiente para que él pueda brillar en lo que está haciendo. Que sin duda es loable.

Juicio A Quetzalcóatl

Para contar la anécdota, Juicio A Quetzalcóatl se recarga en el uso de tres… peluchitos. Idealmente hubieran sido marionetas para tener algún tipo de movimiento y realmente transformarse frente a nuestros ojos en personajes, pero rígidos y atrapados en una maleta, los tres muñecos de tela terminan por ser sólo eso: muñecos semi-manipulados por actores que no se ponen de acuerdo en qué voz van a hacer para cada uno de ellos, y jamás cobran vida. Una oportunidad perdida que con un diseño más ingenioso hubiera sido suficiente para llenar de color un texto gris.

Lo más frustrante quizá de todo, es que en Juicio A Quetzalcóatl no hay ningún juicio. Se busca que haya uno, pero sin los elementos característicos de un juicio, quizá un lenguaje, quizá un formato, en realidad con lo que acabamos es con una interrogación por parte de una abogada, que no habla o viste como abogada, sino más cercano a una policía, y unos acusados que no reaccionan como acusados, sino como sospechosos en el MP. Todo en la obra indica que alguien no hizo su tarea y desde todos los ángulos acabamos con una puesta perezosa.

Juicio A Quetzalcóatl

Es una lástima que habiendo tan pocos montajes que toman inspiración en mitos y leyendas profundamente mexicanos, que representan lo más lúdico de nuestra cultura, una obra como ésta se haya olvidado de jugar, de asombrar, de investigar más allá de lo obvio y de aprovechar la enorme cantidad de elementos oníricos en sus manos para llenar de historia, sí, y también de diversión a un público probablemente ávido de, en efecto, conocer un poquito más sobre Quetzalcóatl, sin quedarse dormido en su butaca.

Juicio A Quetzalcóatl se presentó en Teatro la Capilla y está actualmente fuera de temporada.