Es curioso porque Querida se vende en esencia como un circo, y en el nombre carga con la penitencia: «Cirque Música». Un espectáculo de ínfulas circenses que busca hacer homenaje al gran Juan Gabriel. Pero lo que yo vi, y aprecié, fue más cercano a un song cycle de rocola, con elementos coreográficos pertinentes al circo, y otros tantos de teatro musical. ¿Qué es «Querida», entonces? Tal vez no necesitamos denominarlo con una palabra, porque no es que sea muy comparable con más de lo que hay allá afuera, lo que es, si necesitamos nombrarlo es un tributo, un jolgorio enormemente divertido y perfectamente logrado.

Desde antes de la tercera llamada, el escenario del San Rafael ya se transformó en pista de circo. El espectáculo que abre el pre-show de mera acrobacia es entretenido sin alejarse mucho de lo que reconocemos como lo que se hace en otros tantos performances del estilo.

Cirque Música Querida

Pero una vez iniciado el verdadero Querida, la cosa cambia casi de manera instantánea. El escenario se llena de un papel tapiz de colores a manera de mapping, y los seis personajes que nos acompañarán por el transcurso del viaje prestándole sus voces a las canciones del Divo de Juárez hacen su presentación oficial. Y ojo aquí, que bien podrían ser meramente intérpretes musicalizando actos circenses, pero no lo son, el cuerpo actoral crea personajes -varios- y los usa en favor de una narrativa. Elemento más teatrero que otra cosa.

Visualmente, Juan Gabriel aprobaría lo atiborrado de colores, brillos y texturas. Desde el segundo uno hay una cualidad kitsch, muy favorable viniendo de un homenaje al rey de los boleritos con lentejuela. Y todo se engloba bajo el concepto de la Lotería, cuyas cartas se van haciendo presentes en la marquesina de la bocaescena para transitar por una ficcionalizada crónica de lo caminado por Juanga.

El show abre con la vibrante voz de Abel Fernando, un baritóno de tesitura sedosa que igual te canta De Sol A Sol que Te Lo Pido Por Favor acompañado de mariachi blanco, y de una u otra manera te deja con la mandíbula en el piso. Un manejo vocal absoluto y una presencia enorme en el escenario. Tanto así, que a pesar de tener acróbatas levantándose de manos sobre la cabeza de otros en uno de los primeritos recuadros del show, es imposible dejar de verlo y escucharlo a él.

Pero la obra cobra vida en brillante esplendor cuando Roberto Hinstroza entra a escena a beltear Ya Lo Sé Que Tú Te Vas, acompañado de una coreografía de ensamble que involucra un riel por el que varios personajes muy mexicanos van avanzando, pero curiosamente, y a pesar de ser uno de los momentos más álgidos de Querida, éste no incluye ni un sólo elemento circense. Puritita voz, un mix perfecto de pecho a cabeza, que te enchina la piel desde la primera nota alta.

Lo cirquero se va amalgamando con lo coreográfico, de modo que una de las escenas más entretenidas sólo mantiene a una de las artistas de Cirque Música cambiándose una y otra vez de vestido, al más puro estilo reveal, y es fascinante; y el mejor número del espectáculo entero cierra el primer acto con el Noa Noa, que no le pide a Pippin en Broadway absolutamente nada. Un número en el que seis parejas de bailarines se roban el show con una coreografía de baile de salón complicadísima, digna de gala de Dancing With The Stars, mientras otros vuelan en aros levitantes, y el cuerpo vocal se une para armar un fiestón que no quieres que acabe nunca.

El acto dos es mucho más emotivo. De entrada porque incluye la esperada Amor Eterno, en el que el escenario se llena de cortinas de flores y una sóla bailarina que se balancea y vuela en un acto conmovedor, nuevamente alzado a la perfección ahora por la voz de Mariana Dávila; y en segunda porque da pie a la entrada del mariachi, con el que Abel y Mel Cabrera explotan en canciones como Se Me Olvidó Otra Vez y La Diferencia, que por supuesto, provocan que el público se les una a coro, en lo que inevitablemente se convierte en el verdadero homenaje a Juan Gabriel.

Repito, me parece interesante que el concepto hacia afuera sera «circo», cuando hacia adentro, lo circense es un elemento de muchos que hacen de Querida un espectáculo cautivante. Pero no esperen un Cirque du Soleil, mucho menos un Atayde. Querida juega en un rubro aparte. Y claro que tiene momentos acrobáticos infames, como en el que dos mujeres se cuelgan de la cabeza para hacer piruetas en el aire, o actos de balanceo o telas, que también ya están muy mezclados con danza contemporánea, pero está empapada por lo narrativo del teatro, lo coreográficamente espectacular de los musicales, y el esplendor vocal de un concierto tributo.

Querida lo es todo, pero en esencia y más importante, sí, es un gran recordatorio de la versatilidad de Juan Gabriel, lo potente de sus letras, lo diverso de sus composiciones, no sólo las interpretadas por él, pero para todo tipo de artistas en México y en el extranjero, y el cariño que dejó como legado. Querida es una fiesta. Una muy espectacular, pero al final, una fiesta. Y una que nosotros podríamos repetir una y otra vez sólo para entrarle al huateque.

Cirque Música Querida se presenta de miércoles a domingo en el Teatro San Rafael.