Llevados Por La Cresta De Una Ola toma como base de partida el tsunami de 2004, y la ELAE lo usa para probar a sus alumnos en el escenario.
Cuando el tsunami de 2004 pegó en las costas de India, Sri Lanka, Tailandia y un largo etcétera yo estaba entrando a la universidad. Tengo muy presente, porque es algo difícil de olvidar, que una compañera de la escuela se acababa de casar, se había ido de luna de miel al sudeste asiático, y a la mañana siguiente de su noche de bodas, su apenas esposo salió a correr a la playa mientras ella se quedaba dormida en su habitación y ésa fue la última vez que lo vio. Él fue una de aproxidamente 230,000 personas que perdieron la vida en el trágico suceso.
Los estudiantes de La Escuela Libre De Artes Escénicas tendrán alrededor de la edad que yo tenía cuando esa memoria se quedó grabada en mi sistema, tal vez un poquito mayores, y apenas hace un par de semanas presentaron su montaje de Llevados Por La Cresta De Una Ola, texto del canadiense David Yee que parte de lo ocurrido en el océano índico hace 20 años para hilar una serie de historias, todas marcadas por el mismo desastre.
Un frustrado monje desmintiendo un presunto milagro de supervivencia, un ama de casa en Utah (aquí México), criminal después de haber perdido a su bebé en la tragedia por tratar de reemplazarlo, un par de hermanos en una casa que se hunde, un locutor de radio que se rebela a través de una canción con la que destruye las iniciativas blandas de celebridades cantando «We Are The World» y otras tantas de manera mesáica, un anciano que vive un extraño reencuentro luego de rescatar una niña, un hombre que se culpa por las muertes de cientos de miles, y más atinado aún, un hombre refugiado en la bebida y el sexo con prostitutas luego de perder a su mujer en el tsunami.
Las historias se cuentan a través de viñetas. Escenarios unitarios, unidos por un mismo instante que marcó la historia, pero completamente sueltos en su capacidad de contar un relato de principio a fin en una sola escena. Yo jamás había visto un montaje de la ELAE, pero habiendo visto lo que vi me confieso intrigado.
Dirigida por Clarissa Malheiros, Llevados Por La Cresta De Una Ola en el Teatro Varsovia no le pide nada a cualquier montaje profesional. Repleta de imágenes cautivadoras y actuada a la perfección por estudiantes que apenas están encontrando su rumbo en el teatro, la obra logra capturar con belleza la cadena de repercusiones que una cosa del tamaño de un tsunami deja como cicatriz en el mundo. No es cualquier efecto mariposa, es un barrido. Y lo hace con puro peso escénico y sin necesidad de efectos. Con una mesa y telas, y cuerpos detrás de un plástico translúcido, sombrillas y una cuerda que pareciera provenir de la nada.
Tamara Vallarta en la traducción muy que hace su parte para llevar una historia originalmente sucedida en Asia, pero escrita por un canadiense -con mucho de esas otras culturas, una más ajena que otra para nosotros- al entendimiento del espectador mexicano. Algunos escenarios los trae para acá, a donde los podemos sentir de cerquita sin que cambie mucho de lo que Yee quería decir con ellos, y a otros les ofrece el tipo de filosofía y profundidad que entendemos de lugares como India y Japón, manteniendo ese allure de misticismo, pero capturada para un público nuestro.
Y no voy a mentir, cuando me enteré que la obra trataba del tsunami de 2004, lo primero que vino a mi cabeza fue la película «The Impossible», y dudé que en teatro se tuviera la capacidad de transmitir la magnitud de lo sucedido hace 20 años, llegué buscando los efectos, las olas, el agua. Quizá también la lágrima fácil, la manipulación emocional Hollywoodense. Pero el teatro es fondo donde en otros medios hay más forma. Y me dio enorme gusto desde los primeros tres minutos -con la bella manera en la que Malheiros hace un mero guiño al momento del desastre en sí, para luego enfocarse en la consecuencia- darme cuenta que iba a presenciar un suceso teatral con materia.
La sorpresa llegó después con el enfrentamiento con una compañía tan joven y tan preparada, tan dispuesta y entregada, un nuevo recordatorio de que, como alguien que dedica la mayor parte de su tiempo a ver teatro, los montajes de las escuelas no se pueden dejar fuera de la ecuación. En esta ocasión fue La Escuela Libre De Artes Escénicas, pero lo ha sido la ENAT, Casa Azul, Artestudio y tantas más, que consistentemente me han sorprendido y dejado un increíble sabor de boca y muchísima ilusión por ver lo que sus alumnos van a llegar a crear en un futuro. Y lo han hecho. Porque de muchas me ha tocado también verlos salir y comerse la escena profesional.
De Llevados Por La Cresta De Una Ola me quedó con mucho. Una memoria que regresó a mí de un suceso que no podemos olvidar, que aún tanta gente habita sus repercusiones, pero que hoy nos permite digerir a través del arte. Que el teatro es ese espacio donde una tragedia puede adquirir la textura de una cicatriz que va curando. Que la gente que hace teatro, desde maestros y profesionales, hasta alumnos y el que en su casa se sienta a escribr en un cuaderno pueden transformar y crear nuevas realidades. Que hay que ver de todo. Que hay que llegar sin expectativas. Que algo que sucede del otro lado del mundo puede agitarnos de la misma manera aquí. Que la caja negra es poderosa. Y que es hermoso que haya espacios académicos donde los actores del futuro estén puliendo su instrumento. Pero que faltan más. Sin duda.
Si en algún momento la ELAE decidiera remontar Llevados Por La Cresta De Una Ola, o la que sigue, o las que siguen. Vayan. No se pierdan la oportunidad de ver una puesta genial. Allá afuera hay teatro increíble en lugares sorprendentes.