Ahora que El Amor de las Luciérnagas está por celebrar siete años desde el Teatro de la Ciudad, platicamos con Alejandro Ricaño para recordar sus inicios.

Si eres teatrero muy probablemente ya viste El Amor de las Luciérnagas. No sólo ya la viste, probablemente también tienes un amor especial por ella, te sabes los diálogos, te proyectas con las escenas, regresas a ella cada que la vuelven a poner en cartelera y sigues a Sara Pinet en Twitter.

Eso es lo que provoca El Amor de las Luciérnagas, una de las obras más longevas de Alejandro Ricaño, que no siempre está en temporada, pero que -a diferencia de muchas- siempre encuentra la manera de regresar y acaba con llenos totales.

Este 3 de octubre, sí, en pleno Mean Girls Day, también se celebrará El Amor de las Luciérnagas Day, porque la obra fan favorite para tantos festejará su cumpleaños número siete (que en términos de funciones, son tantito arriba de las 250) desde el Teatro de la Ciudad, Esperanza Iris con una función especial que traerá de regreso a la historia a Adriana Montes de Oca, Sara Pinet, Assira Abbate, Luis Eduardo Yee, Sofía Sylwin, Pablo Marín y Ricardo Rodríguez – de la puesta original sólo faltarán Sonia Franco y Hamlet Ramírez.

Así que aprovechando la ocasión, nos pusimos en contacto con el hombre que lo empezó todo, director y dramaturgo, Alejandro Ricaño para que recordara cómo fue que comenzó esta fantasía… en toda la extensión de la palabra.

El Amor de las Luciérnagas cumple 7 años

¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de El Amor de las Luciérnagas?

Uff, ya tiene bastantes años. Yo creo que cuando me reuní con el elenco. Fue padre conseguirlo. Estaban todos. Sólo cambiaba Adriana por Sonia Franco, pero mi recuerdo fue de cuando nos reunimos todos, que de pronto me di cuenta que tenía a un elenco muy interesante. Destacaba mucho en esa generación. Ese es el recuerdo que tengo, como de decir, ‘órale, ¿cómo logramos reunirnos todos?’

¿Y te acuerdas de cuál fue el primer chispazo, la idea que dio vida al Amor de las Luciérnagas?

¡Sí! Es una de las últimas obras que escribí muy personales. De las más personales. Quería contar un poquito la historia de mi familia, de cómo nos mudamos de Tijuana a Veracruz. Quería hacer un homenaje al estado en el que vivo, yo creo que no hay una ciudad más veracruzana que Tlacotalpan. Y de eso quería hablar.

Me acuerdo que había platicado con mi primera novia, mi muy amiga de esa época, que estaba triste porque había terminado una relación de pareja, tenía 26-27 años y ella sentía que si no la había armado en esa relación, ya era un fracaso. Me acuerdo que mucha gente de mi generación empezamos a experimentar estas formas de estar en pareja una y otra vez sin casarse, sin hijos, sin tener nada definido, con esa sensación de estar fracasando en el amor. Y la obra habla de eso, de aprender a soltar, no estaba tan de moda hablar de eso, ahorita ya todo mundo habla de eso, pero de eso trataba, de aprender a soltar una pareja y entender que vendrá otra, que probablemente no será la definitiva, pero valorarla. Intermitentemente. Por eso se llama El Amor de las Luciérnagas. La misma metáfora de intermitencia, no solo del amor, pero de que las cosas estén bien. A veces están bien, a veces no. Ese era el mensaje y lo tenía claro.

Y sobre esta creación lúdica de tu protagonista, María que se convierte en una especie de hidra de tres cabezas para enfrentarse a sí misma, ¿también lo tenías ya pensado?

Tenía un cuarto punto de partida muy claro que era que quería hacer una especie de realismo mágico contemporáneo. Y tenía esa idea base de alguien que escribe que se encuentra a ella misma en una máquina de escribir y se materializa su otra yo, no desde la ciencia ficción, pero de que pasa algo extraordinario que se maneja de manera cotidiana.

El Amor de las Luciérnagas se ha convertido en una especie de estandarte de tu teatro, y la razón por la que mucha gente le entró al mundo de Ricaño. ¿Qué es eso para ti?

Es bastante raro, la verdad. Tanto ésta como Más Pequeños que el Guggenheim generaron un pequeño culto en el pequeño mundo del teatro. Es muy raro saber que hay gente que ha visto tu obra seis, siete, ocho veces, y que los ha llevado a escribir sus propias obras, como punto de partida, está padre. Yo no lo pretendía de ninguna manera, fue algo que se fue dando, pero emociona.

En gran medida es gracias a ella que Ricaño se convirtió en adjetivo, como: “esto suena Ricañesco”, y se refieren justo a esa narración en primera voz de El Amor de las Luciérnagas.

Sí. Es ésta y Más Pequeños, o Lo Que Queda De Nosotros. Es bien interesante, luego alguien ve una obra y me hablan para decirme que si es mía, y yo como… no, no. Generó un estilo que venía de otro estilo que yo venía imitando de ciertos cineastas, ciertos autores mexicanos, narradores, poco a poquito mi voz se volvió identificable, y supongo que es a lo que aspira todo escritor.

Y también sin proponérnoslo generó una compañía no establecida. Un grupo de actrices y actores que todo mundo identifica y que siempre estamos como en las mismas obras. Supongo que la gente me idéntifica mucho con Sara Pinet, con Hamlet Ramírez, con Adrián Vázquez, con varios.

Ya nada más para terminar, ¿qué implica estar intermitentemente siete años en cartelera en México que creo que es una cosa muy compleja?

Es una proeza. Me parece un gran desacierto que las temporadas ahora sean tan breves. Siento que cada vez hay más grupos. Antes una misma obra se podía quedar dos años en cartelera todos los fines de semana porque no había tantos grupos, de pronto hay una proliferación de compañías que quieren hacer teatro y cada vez hay menos teatros.

Ahora, ciertamente, 250 representaciones en siete años son pocas. Más que la intermitencia y la permanencia en cartelera de esta obra, lo que celebro es su presencia en distintas latitudes. Hemos estado en muchos festivales a lo largo del país, en Colombia, en España, en Londres. Celebro más que el tiempo, la extensión espacial por donde ha transitado esta obra.

La función especial del Amor de las Luciérnagas se presentará este jueves 3 de octubre a las 20:30 en el Teatro Esperanza Iris con localidades de hasta 100 pesos. Ahí para que corran por el suyo antes de que se acaben.

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