Uma y Ray tienen una dolorosa confrontación, una que desgarra y agorzoma desde el Foro la Gruta y que coloca a Cassandra Ciangherotti, probablemente como la mejor actriz en temporada.
Es difícil hablar de BlackBird sin caer en spoilers, porque aunque la primera gran revelación de la obra sucede a los 20 minutos de empezada, es tan impactante que mencionarla sería quitar un gozo de sorpresa a la audiencia.
Pero lo que sí podemos decir es que como ésa, la puesta está repleta de vueltas de tuerca que mantienen al espectador en absoluto silencio (nadie siquiera se atreve a rechinar sus sillas) y a los actores en constante cambio de matices que hacen de BlackBird una obra para maravillarte con lo que un intérprete puede hacer con un texto brillante.
La dramaturgia original del escocés David Harrower coloca a Ray y a Uma, un hombre de edad madura y una mujer joven, en una confrontación que los lleva a recordar un tiempo doloroso de muchos años en el pasado, de una manera tan visual en cada una de sus narraciones que los recuentos se sienten como un franco flashback en el que alcanzamos a ver imágenes en movimiento.
Pero a pesar de lo denso del recuerdo, la pregunta permanece en el aire: ¿ha regresado Uma a la vida de Ray para castigarlo, en busca de recompensa, de reclamo…o por una razón aún más exacerbante…por un amor tóxico?
El cuarto es pequeño. Una oficina sucia y desprolija, con botes de basura rebasados de papeles viejos y latas vacías que se sienten como la porquería que Ray y Uma no han sabido limpiar de su pasado, y que en cuanto tienen la oportunidad están felices de desparramar por doquier en un acto desesperado de abrumación.
Pero ahí, con una pared que pudiera pertenecer a la de una oficina vetusta de gobierno, la iluminación juega un papel primordial de llevarnos en recorridos que no sólo te hacen vivir un ocaso en la playa desde el interior del lugar más burocrático posible, pero también iluminan las diferentes temperaturas por las que va pasando Uma mientras recuerda aquello que sucedió cuando tan sólo tenía 12 años.
Y ese momento, ese monólogo en medio de la obra cuando Uma suelta todo lo que trae dentro y que no le ha permitido retomar su vida como una adulta, Cassandra Ciangherotti lo toma desde el lugar más tierno, natural y desgarrador posible, y se vuelve un instante para aplaudirle de pie aunque la obra aún no llegue a su fin. Y Alejandro Calva a su lado es un pilar que se niega a caerse pese a que se ha descarapelado a tal grado que podemos ver el hueso. Belleza de ambos lados.
BlackBird es inesperada de principio a fin. Justo cuando crees que no puede haber más sorpresas y que las luces están por apagarse para dejar caer el telón, Harrower te vuelve a azotar con un nuevo dato de información que te deja sin aire; y la directora del montaje, Katina Medina Mora, lo maneja todo con tanta clase (que se puede notar en detalles hasta de vestuario, Uma es una niña adulta de inocencia como de muñeca), con tanta limpieza que contrasta con la suciedad de la oficina vieja de Ray, que aterriza cada momento crítico de manera suave, y aunque pega, también provoca una empatía que de otro modo jamás podrías llegar a encender con personajes como éstos, tan fáciles de juzgar y querer arrastrar por el piso.
BlackBird se presenta viernes, sábados y domingos en el Foro La Gruta hasta el 29 de septiembre.